A la caza del legendario lobo marino en L’Hospitalet de l’Infant
Emularemos a los antiguos viajeros que se atrevían a cubrir estas tierras en las que aguardaban innumerables peligros
Después de la conquista de Tortosa en el 1148, la corona de Aragón sumó a sus dominios un territorio tan deshabitado como inhóspito susceptible de ser ocupado por los sarracenos. Era el desierto de Alfama, una región a caballo entre el Delta de l’Ebre y Cambrils en la que se fundó una orden de monjes guerreros cuya sede sería un castillo costero.
La flamante milicia, con Sant Jordi como patrón, participó en episodios clave de la historia real, como la batalla en la que murió Pere el Catòlic, e hizo frente a los corsarios berberiscos que desafiaban a todo aquel que tuviera intereses en el mediterráneo.
Este temible desierto es el escenario de la presente ruta, que une L’Hospitalet de l’Infant y L’Ametlla de Mar a través del Gran Recorrido (GR) 92, el también llamado Sendero del Mediterráneo. De esta manera, emularemos a los antiguos viajeros que se atrevían a cubrir estas tierras en las que aguardaban innumerables peligros.
Dificultad de la ruta
Determinar la dificultad de una ruta ya es de por sí una dificultad. Por suerte, existen escalas de graduación que establecen la dureza a partir de factores observables.
El Método SENDIF, creado por la Taula de Camins de l’Alt Pirineu i Aran, sostiene que la dificultad de un itinerario de senderismo depende, por una parte, del esfuerzo físico que este supone y, por otra parte, de los obstáculos del camino. Desde el punto de vista de la dificultad física, el recorrido es de dureza exigente a la luz de su considerable distancia, siendo la cumbre de El Torn el punto más demandante.
En lo que respecta a la complejidad técnica, es fácil perder el camino, de ahí que convenga seguir el recorrido con el teléfono móvil o apoyarse en un mapa propio del GR 92.
Instrucciones de la ruta
Así como algunos itinerarios pueden ser explicados por su breve extensión, no puede hacerse lo propio en esta ocasión por su longitud. Aparcaremos en la Platja del Torn y caminaremos en paralelo a ella para después ascender hasta el Mirador de la Rojala y coronar la cumbre de El Torn.
A partir de aquí, prestaremos atención a las señales rojas y blancas del GR en todo momento y tendremos en cuenta que, siendo una ruta de ida, habrá que decidir antes cómo volveremos al punto de inicio.
El origen del L’Hospitalet
En el siglo XIV fueron creados dos hospitales destinados a acoger a los viajeros que iban de Cambrils a Tortosa. Por un lado, la Font del Perelló, que constituiría la localidad que hoy conocemos como El Perelló, por otro lado, L’Hospitalet de l’Infant, cuyo nombre hace referencia a su propósito fundacional.
Mientras que la creación del primero responde a una decisión de la reina Blanca d’Anjou, la del segundo obedece a la voluntad de su hijo Pere d’Aragó y d’Anjou, conde de Ribaborça y de las Muntanyes de Prades, de fundar un albergue en el Coll de Balaguer en 1344.
El único edificio que ha perdurado de esta empresa es el albergue de L’Hospitalet, declarado monumento protegido como Bien Cultural de Interés Nacional: era un notable edificio gótico de planta cuadrada protegido por murallas cuya altura máxima era de 11,70 metros. Como otras fortificaciones de la provincia de Tarragona, sufrió el ataque de los infames corsarios berberiscos y fue utilizada tanto en la Guerra dels Segadors como en la del Francés. Estos hechos propiciaron el deterioro del conjunto que fue restaurado.
Inhóspito desierto
Entre los siglos XI y XII, para llegar al antiguo emirato de Turtuixa, cuyo núcleo era Tortosa, había de salvarse el inhóspito desierto que se extendía más allá del Coll de Balaguer.
Desde luego, debía ser una zona cuanto menos inquietante a juzgar por el nombre de sus playas, como la Platja dels Lladres, a menudo refugio de corsarios que saqueaban y secuestraban con el permiso de sus señores, o por las monstruosas criaturas que dibujaba el Nova Principatus Cataloniae Descriptio, uno de los primeros mapas impresos de Catalunya.
Así las cosas, se decidió crear una orden de monjes regidos por la regla de San Agustín. La Equitum Sancti Georgii de Alfama u orden de Sant Jordi d’Alfama nació con el fin de proteger el lugar haciendo uso de un convento fortaleza del mismo nombre que afortunadamente ha llegado a nuestros días, el castillo de Sant Jordi d’Alfama.
Estos guerreros que portaban el distintivo de una cruz roja participaron en la Batalla de Muret, el fatídico encuentro en el que moriría Pere el Catòlic en 1213, y debieron conocer al monstruo acuático que, de acuerdo con la leyenda, fue creado por el mismísimo Poseidón. Su guarida era la cueva costera conocida como la Cova del Llop Marí, a la que sólo se puede acceder por el mar.
Establece la tradición que esta foca mediterránea que atemorizaba a los piratas fue atrapada por los pescadores, no sin antes luchar. Como especulan Joan de Déu Prats y Maria Padilla, quién sabe si esta criatura portaba el espíritu de un guerrero determinado a presentar batalla a los peligros de dicho desierto.