‘Una tarde de lluvia’, de Aining Wen: Cierra los ojos y escucha

El poder de la música, el magnífico legado de un abuelo a su nieta

Emma pasa esa tarde en casa de su abuelo. ¡Tenían grandes planes que le apetecían un montón! Como ir al parque, a ver los cisnes del estanque, pero la lluvia estropea sus planes y Emma se ofusca, porque se aburre. No encuentra nada que la saque de su disgusto: los juguetes no le dicen nada; solo siente ese enfado que la hace poner la habitación patas arriba en busca de algo, lo que sea, que la distraiga. Y, precisamente, encuentra algo que no esperaba, algo que llama su atención entre tanto trasto; no lo había visto nunca, escondido justo al fondo de un armario... En cualquier caso, su abuelo le explica que se trata de un violonchelo: «Era mi juguete favorito cuando era niño», le dice. Y también, que con él se puede hacer magia, «incluso puede ayudarnos a ver los cisnes». Emma no puede esperar a probarlo para descubrir si es verdad lo que su abuelo le cuenta.

Una tarde de lluvia es un bello álbum ilustrado que se puede leer con los peques a partir de los tres años. En él, Aining Wen establece un perfecto diálogo entre la sencillez del texto y la lírica que desprende la ilustración, enriqueciéndose mutuamente, para hablar del poder de la música y de la imaginación, y también de la bella relación entre los abuelos y sus nietos, de ese legado imponderable que todo niño recibe de ellos.

Título: Una tarde de lluvia
Autora: Aining Wen
Editorial: Apila Ediciones
Precio: 18 euros

Cuando el abuelo de Emma empieza a tocar el violonchelo, la melodía trae con ella el parque, el lago, los cisnes, el cielo azul, el calor del sol... Ese calor que empieza a entrar a raudales en una casa que al principio se presentaba fría, con todos esos tonos azules, por la lluvia y la incomprensión que Emma sentía. Cuando eres niño, puede parecer difícil gestionar ciertas emociones, y el enfado es una de ellas.

Es habitual que te sientas desesperado cuando algo no te sale tal y como esperabas. Entonces entras en un estado de consternación del que resulta casi imposible salir. Algunos peques lo demuestran gritando, lanzando cosas, porque al final es una explosión de rabia que cuesta contener. Y no ven más allá, no hay nada fuera de ese plan que no salió como esperaban. En ese extremo, Aining Wen echa mano de la música, que amansa a las fieras, como suele decirse, y es efectivamente así, que la fiereza que Emma siente se aplaca, y va desapareciendo conforme avanza la melodía del violonchelo que toca su abuelo. Así, empieza a escuchar de verdad lo que le inspiran todos esos sonidos, gozándolos, hasta casi tocarlos. Lo mejor es que cuando la música termina, Emma no abandona ese nuevo estado de percepción, porque se ha relajado y está más abierta a los estímulos. Entonces empieza a escuchar los demás sonidos del mundo que había decidido ignorar, que son un montón, porque el mundo está vivo, tiene mucho que ofrecer. Emma está tan sedienta de él, que cuando deja de llover y el abuelo le propone ir por fin al parque, ella no quiere abandonar el violonchelo, su mejor juguete: se lo llevarán al parque y compartirán con él su magia.

Si te apetece sentir lo mismo que Emma y su abuelo, solo tienes que abrir el código QR que aparece al final del libro para disfrutar de una preciosa melodía de violonchelo que, si cierras lo ojos, te hará viajar a ese parque lleno de cisnes.

Ana Punset es escritora.