Tom Holland: «El poeta Marcial cantaba las alabanzas de Tarraco como un lugar pacífico»
El reputado historiador británico relata en ‘Pax’ los años de máximo esplendor de la antigua Roma
El gran incendio de Roma bajo el mandato de Nerón, la erupción del Vesubio en Pompeya o la conquista de la Dacia y la construcción del Foro de Trajano son algunos de los episodios revisitados por Tom Holland en Pax. Guerra y paz en la edad de oro de Roma (Ático de los libros), una paz que se mantenía a base de golpes de espada.
«El término pax se puede traducir por paz o por pacificación», cuenta el historiador británico. «Es ese carácter activo que tenía la paz romana, que dependía de la innovación de establecer un ejército profesional, de personas entrenadas para matar».
Durante mucho tiempo, la pax romana se ha venerado como una edad de oro y en su apogeo el Imperio se extendía desde Escocia hasta Arabia, donde vivía una cuarta parte de la humanidad. El periodo se inició en el año 69 d. C., y terminó siete décadas más tarde, con la muerte de Adriano. «Cuando Nerón se quitó la vida, la paz colapsó. Se produjo un enfrentamiento por ver quién sucedería a la dinastía extinta de Augusto y en ese momento afloró la verdad desnuda del poder romano. Es decir, el poder dependía de ser capaces de contar con el apoyo de las legiones y, en consecuencia, de ejercer el monopolio de la violencia. La guerra civil de un año convulsionó a Roma, pero después se estabilizó».
Sin embargo, Holland apunta que más allá de las escaramuzas o incluso batallas en las fronteras, la paz romana no era una ilusión. «Por ejemplo, Marcial cantaba las alabanzas de Tarragona como un lugar pacífico. Y al ciudadano que llegaba a Tarragona le importaban relativamente poco los episodios cruentos de guerra que se sucedían en las fronteras, salvo que le afectaran. Incluso en este año 69, cuando Galba, uno de los aspirantes a emperador, marchó con sus legiones a través de Hispania, donde estaba instalado, hacia Roma, lo máximo que veían los ciudadanos eran legiones desplazándose. No veían guerra, no veían muerte, no veían destrucción». Así las cosas, a lo largo de un siglo, diez emperadores consiguieron mantener el periodo de mayor estabilidad del Imperio, «aunque con turbulencias periódicas, siendo la más destacada la rebelión de Judea, con consecuencias que llegan hasta nuestros días», señala el escritor.
En la edad de oro coincidieron tres emperadores de origen hispánico, Trajano, Adriano y Marco Aurelio y, si bien Holland considera que es Augusto la figura política destacada por excelencia, «no solo de Roma, sino de toda la historia de Europa», también Adriano sale bien parado. «Era muy competente y reconoció los cambios que el Imperio experimentaba. Es decir, la necesidad de establecer fronteras, que no eran solo defensivas, sino una forma de mostrar su desprecio a los bárbaros que quedaban fuera porque Roma se imaginaba a sí misma como la guardiana de la civilización».
Como británico, Tom Holland se identifica con los britanos, aunque «también nos vanagloriamos de nuestra herencia romana». Y en cuanto a la relación entre aquel vasto imperio y el fascismo actual, reconoce que «Roma no era fascista, pero los fascistas sí se vieron muy influidos por ella. A Mussolini hay varias cuestiones que lo acercan a la Antigua Roma, como la marcha sobre la ciudad, en la que se nombró a sí mismo Duce, que proviene de dux, el que lidera». Mientras, «Hitler miraba mucho a Roma, los nazis tenían el águila, iban con estandartes, celebraban sus triunfos y patrocinaban arquitectura que recordaba mucho a los modelos clásicos. Además, Roma le proporcionó un modelo en torno al cual podía justificar su deseo de conquistar el mundo. Es decir, el fascismo no hubiera podido existir, seguramente, sin el ejemplo de Roma».