Entre bicicletas, violines y lutieres

Crónica de libros inesperados

Deslucido por los siglos, sus cenefas –antaño delineadas en afiladas aristas– se descubren ahora romas, redondeadas por las manos de todos aquellos que lo sostuvieron antes que ella. Ya fuera para admirarlo o para arrancarle unas notas. El intenso marrón dorado del barniz apenas se advierte aquí y allá, perdido entre la infinidad de arañazos que adornan la caja de resonancia como caminos a ninguna parte. Son pocos los que pueden aguantar el escrutinio de un primer plano, y este violín no es ninguna excepción. Con él en las manos, Helena Attlee no entiende cómo es posible que este objeto desvencijado haya sido capaz, unos minutos antes, previo mutis del acordeón, el piano, la percusión y el contrabajo, de arrancarse con una melodía que ha encandilado a todos los que han llenado la sala de conciertos de una pequeña ciudad galesa, en una cálida noche de verano.

Su actual propietario apenas tiene información sobre la historia del instrumento. Sabe que su anterior dueño había sido un ruso que respondía al nombre de Lev, y que el violín había sido fabricado allá por el siglo XVIII en Cremona, pero que ya no tiene ningún valor. Lo escueto de la historia del violín de Lev, a la altura de un microrrelato, deja demasiadas preguntas en el aire, y estas, cuando no se tiene respuesta alguna, suelen ser terreno abonado para futuras obsesiones. Eso es un poco lo que le pasa a Helena Attlee. La neblina de misterio que envuelve este pedazo de madera augura, en realidad, una historia mucho más interesante que la información minimalista dada por su actual dueño. Y es que, como dice la misma autora, sin historia o geografía, los objetos resultan tan anónimos como extraños.

Título: El violín de Lev/
El violí d’en Lev
Autora:
Helena Attlee
Editorial en castellano: Acantilado
Editorial en catalán: Quaderns Crema
Traducción al castellano: María Belmonte
Traducción al catalán: Albert Nolla

Si en su anterior libro, El país donde florece el limonero, Helena Attlee nos había descubierto una historia alternativa de Italia a través de sus cítricos –un recorrido único por sus aromas, colores y texturas–, con El violín de Lev nos devuelve otra vez a suelo italiano, a Cremona, lugar donde comenzó la historia del violín que la hechizó aquella noche de verano. Pero hablar de Cremona es hacerlo también del centro mismo de la historia de todos los grandes violines italianos.

Cremona, a orillas del Po, es en la actualidad una ciudad abarrotada de estudiantes y ciclistas que conviven en una inusual armonía. Todas sus calles, también las más estrechas e impracticables, mantienen viva la tradición musical en forma de numerosos talleres de lutieres. Los hay que tienen la suerte de estar a pie de calle y lucen llamativos escaparates. Los menos afortunados, los que se encuentran situados en una primera planta, se ven obligados a llamar la atención de los viandantes con todo tipo de artefactos colgados de las ventanas. Acompañar a la autora en esta búsqueda de significado llevará al lector a emprender un apasionante viaje de cinco siglos. De la Cremona del siglo XVI, la de los legendarios lutieres, al expolio nazi y al posterior revanchismo soviético, pasando por los bosques que alimentaron con su madera una industria al alza, la recepción de este instrumento reinventado, su adopción en el entorno sacro, su comercialización o su diáspora, siglos más tarde, más allá de los confines italianos.

Conforme nos vamos adentrando en las páginas de este libro, nos damos cuenta de que en realidad no importa demasiado precisar el valor del violín, puesto que su valía no reside tanto en el precio que pueda alcanzar en una subasta, como en su capacidad única de convocar un sinfín de narrativas míticas capaces de trascender su verdadera historia. Cualquiera que esta sea.