‘El amigo del pequeño tiranosaurio’, de Florence Seyvos: ¿Cómo puedo controlarme?

En este álbum ilustrado se trabajan los instintos, algo muy difícil de gestionar en edades tempranas (y no tan tempranas)

El pequeño tiranosaurio siempre tiene mucha hambre, ¡no puede evitarlo! Y cuando tiene mucha hambre... le urge comer cuanto antes para llenarse la panza. No importa que esté hablando con un buen amigo, si nota hambre... se lo come. Lo que pasa es que el pequeño tiranosaurio, enseguida se arrepiente y se siente muy culpable por lo que acaba de provocar. Sin embargo... no hay mucho que se pueda hacer cuando te has comido a alguien, ¿verdad? Y aunque se propone no volver a repetirlo, el hambre vuelve, y el ciclo empieza otra vez... apetito voraz e incontrolable que da lugar a que devore a quien esté cerca, y después al sentimiento de reproche, a la culpa y a la inevitable soledad.

Resultado: que el pequeño tiranosaurio se siente profundamente solo y por eso está llorando cuando empieza este cuento, porque no sabe qué hacer al respecto. «Aquella mañana el pequeño tiranosaurio acababa de comerse a su último amigo. Ahora estaba solo, completamente solo, en medio del bosque. Sabía que nunca tendría un amigo. Entonces le embargó una inmensa tristeza y rompió a llorar. También supo que pronto volvería a tener hambre, y lloró aún con más fuerza». Y entonces aparece Molo, un ratón que viene de otro bosque y que dice guardar una fórmula secreta para tener mal sabor y ser incomestible, cuando el protagonista le pide que se marche de su lado y le cuenta con sinceridad su gran problema. También le promete que en un par de días se convertirán en amigos inseparables, ¡es una promesa! ¿De qué manera lo logrará? Pues muy sencillo... ¡cocinando pasteles!

Título: El amigo del pequeño tiranosaurio
Autora: Florence Seyvos
Ilustradora: Anaïs Vaugelade
Editorial: Corimbo
Precio: 16 euros

Con un lenguaje sencillo, Florence Seyvos nos cuenta cómo este pequeño tiranosaurio logra por fin contener el hambre gracias a la paciencia de un ser diminuto, que no le juzga desde un primer momento y le ayuda a reconducir su instinto más natural y puro, como nadie nunca había hecho. El amigo del pequeño tiranosaurio es un hermoso cuento sobre cómo un verdadero amigo te ayuda a ser mejor y a ser más feliz, pero también habla sobre algo tan difícil de controlar como es el instinto, sea en forma de hambre, o de ira, o incluso por la ira que puede provocar el hambre; ese impulso que dura unos minutos y que si no se logra manejar puede provocar consecuencias desastrosas, como que te comas a tu mejor amigo. En este caso, Molo crea nuevas necesidades y distracciones, como cocinar un pastel, para ayudar al pequeño tiranosaurio a ser él quien decida cuándo y qué comer, y no dejarse someter por su propensión.

Las ilustraciones de Anaïs Vaugelade crean un único escenario en un rincón del bosque, sobre un tronco, en el que todo sucede y todo se resuelve, con tres personajes que lo representan a las mil maravillas, con su extraña excentricidad (¿una cabeza con un cuerno de unicornio y grandes orejas?, ¿un ratón con sombrero y una cocina en una maleta?) y un humor que no pasa desapercibido. Las expresiones de todos ellos añaden emotividad al texto que da gusto, con esas miradas que dicen más que muchas palabras. Y es que ver a un tiranosaurio con delantal cascando huevos y removiendo harina no tiene precio. Aunque este cuento se publicó hace veinte años, la editorial Corimbo lo ha reeditado ahora y es ideal para leer a peques de a partir de 4 años con los que se quiera poner el foco en algunas emociones difíciles de explicar. Asimismo, lo van a disfrutar los amantes de los tiranosaurios, pues es un verdadero mérito convertir a un ferocísimo T-Rex en una criatura totalmente achuchable con sentimientos, ¿verdad?