Laura Ponts: «De la depresión te salvas tú sola»
La chef, fotógrafa y estilista gastronómica presenta ‘Recetas con mucho arte’, su nuevo libro. Uno con el que Laura estuvo batallando para salir de una profunda depresión.
«Esa foto Lauraponteja»: que tus fotografías y tu estilo se reconozcan a simple vista, es un tesoro trabajado a golpe de esfuerzo. Con formación de chef y fotógrafa y estilista gastronómica autodidacta, Laura Ponts (Laura López Pinos) es todo un referente en el sector y en redes sociales. Hace dos años y con una carrera fulgurante, Laura tenía previsto publicar su segundo libro, un compendio de sus mejores recetas de la mano de la editorial Espasa. Pero de un día para otro, su alegría y energía arrolladoras se pausaron y sus bodegones, plagados de colores, se tornaron grises, el color de la enfermedad que amenazó con consumirla: la depresión. Un infierno del que le ha costado mucho trabajo salir.
Sintiéndose «más fuerte que nunca» y siendo consciente de la importancia de hablar de estas terribles dolencias para sanar y poder ayudar a otras personas que las padecen, Laura Ponts se encuentra en plena presentación de su libro, Recetas con mucho arte. En él encontramos sus mejores trabajos, platos para chuparnos los dedos, fotografías que traspasan el papel y una introducción al puro estilo Laura Ponts: sincera hasta la médula.
Laura Ponts, estilista gastronómica, defínanos en qué consiste
La gente cree que soy estilista o fotógrafa, pero no tengo formación en ninguna de estas dos cosas, me gusta dejarlo siempre claro. Yo todo lo que hago lo hago porque me gusta, no he aprendido de nadie y lo hago solo con un móvil. Sí que es verdad que cada día tengo más trabajo y me apasiona este mundo, pero soy autodidacta: (ríe). Hace once años que empecé con esto sin querer y cada día voy aprendiendo un poquito más, pero yo sola, incluso al equivocarme. Yo creo que una estilista se encarga de montar mesas y espacios de forma bonita, artística, que tengan magia... y para mí, mi trabajo es esto.
De no haberse dedicado a esto, ¿dónde cree que estaría, profesionalmente hablando?
Yo me formé en cocina y pastelería y mi ilusión era tener un restaurante, pero la verdad es que ahora mismo no tengo ni idea de dónde me vería trabajando. Después de los estudios, volví a mi casa, en Ponts. Allí tenemos una tienda de toda la vida especializada en embutidos, somos la cuarta generación actualmente, y quizá podría estar ahora allí. Lo que sí que tengo claro es que seguramente estaría relacionado con la cocina.
Explica en la introducción de su segundo libro, Recetas con mucho arte, que hace dos años que tenía pendiente su publicación, pero caer en una profunda depresión lo pospuso todo, ¿cree que su segundo libro hubiese sido diferente de no haber pasado por ese duro proceso?
Sí, por supuesto hubiera sido muy diferente, porque en global es un libro de recetas, pero tuve que ponerle mucha fuerza de voluntad para sacarlo adelante cuando estaba en mi peor momento. Yo nunca había tomado un medicamento, nunca había vivido algo así y cuando me cogió todo de repente, me colapsé. Me bloqueé, dejé de pensar, me sentía inútil total. Llegué a estar ingresada en un centro de salud y allí me dije “Laura, tienes que ponerte las pilas para poder salir de aquí” y este fue el empuje para ponerme con el libro y volver a recuperar la ilusión por todo lo que hacía.
Su testimonio es muy valiente y a la vez, muy necesario...
Para mí era muy importante poder explicar en el libro lo que pasé, porque creo que puedo ayudar a mucha gente. Muchas personas están así, con ansiedad y depresión y con problemas más graves de salud, económicos... y mucha gente tiene miedo a explicarlo por el qué dirán, pero mi relato puede acompañarles y saber que se puede salir de ahí.
El médico que me ayudó a curarme, me dijo “esto lo has conseguido porque ha sido el 80% tu voluntad”.
Como en su trabajo y en las redes, se muestra tal y como es y no ha tenido ningún problema en visibilizar una enfermedad que muchas veces la gente esconde por miedo a que se les juzgue. Además, expone que tuvo momentos en los que se sintió poco comprendida por algunos profesionales y por el sistema: ¿qué cree que debería mejorar?
Sinceramente, yo me sentí muy mal en el centro donde estuve ingresada, no con todo el mundo, pero cuando tú estás pagando 6.500 euros al mes, que dicho de paso, me parece una exageración, creo que a modo de tacto y cariño sí que habría que mejorarlo. En este centro había 40 personas ingresadas y se trata a todos por igual cuando cada uno sufre una enfermedad concreta: había gente con adicciones, otras personas sufríamos depresión o muchas chicas que eran anoréxicas. Creo que cuando las puertas y las ventanas están cerradas y todo es un infierno, los profesionales te tendrían que tratar bien; ya no digo con cariño, si no correctamente. La gente sufre ataques de ansiedad, están nerviosos, están aletargados por la medicación, están tristes... yo sólo pedía un poco de humanidad. A veces tienes más apoyo de la gente que está ingresada contigo que de los propios profesionales. Falta tacto, profesionalidad, falta cariño...
Había gente que ni te devolvía el saludo, te trataban bruscamente, no te daban ánimos... Allí estábamos nosotros dentro, pero los que estaban fuera no lo veía. Toda esta situación me entristecía muchísimo y me bloqueó más. Para mí, fue un error entrar en este centro. Si pudiese aconsejar a alguien en esta situación o si tuviese un hijo con alguna enfermedad así, creo que metería a profesionales en casa, pero tengo claro que allí, no. Para mí eso es un negocio, nada más.
También te digo que sé que he aprendido muchísimo: ahora soy más fuerte que nunca, pero estar allí dentro no lo repetiría, fue horrible. Y la verdad: al final te salvas tú sola.
¿Cuál fue la primera obra que realizó para empezar a salir de la depresión?
Bueno, yo lo que hice fue engañar a todo el mundo: nosotros teníamos media hora al día entre ducharnos y cambiarnos. Pues yo me iba a hacer cola a las taquillas, porque tenía el neceser y otras pertenencias allí, y lo que hacía era maquillarme y sonreír para intentar que me bajaran medicación, que no necesitaba, para enseñarles que estaba bien y que pudiesen darme centro de día porque si no, no podía hablar con mi madre. Así que lo que hacía era intentar ganar puntos para que me dejasen salir: asistir a todas las clases, todas las terapias, ser amable y participativa, hacer deporte... portarme no de diez, de doce y así me pasaron a centro de día. Y aunque ahí todavía estaba bastante mal, le supliqué a mi madre q me sacase de allí, que ya buscaríamos otra alternativa, otro médico y que, sobre todo, necesitaba trabajar.
Yo estuve allí 2 meses y medio, pero lo que me hizo el ‘clic’ del cambio fue ver a muchísima gente allí dentro que no se querían curar, que ya les parecía bien estar allí, no le ponían voluntad. Yo padecía también por el trabajo porque tenía que pagar facturas, hipoteca... pero sobre todo, quería recuperarlo porque mi trabajo me hace feliz. Necesitaba mi espacio, mi cocina para preparar algo, un bodegón alguna receta... Lo intenté y fue un proceso muy lento, en el que me venían a ayudar mis amigos y mi familia porque yo no podía estar sola. Pero vez de hacer 5 recetas por semana, hacía una.
El médico que me ayudó a curarme, me dijo “esto lo has conseguido porque ha sido el 80% tu voluntad”.
Su estilo tiene sello propio y desde hace tiempo se decantó por profesionalizar retratar lo bello de la gastronomía, pero en el libro se puede leer entre líneas un poco la presión de su trabajo en redes sociales, ¿cómo ha sentido el cambio de ese sector en estos años?
Yo también he aprendido a desconectar, si no estarías 24h al teléfono. Mi trabajo tiene muchísimas cosas que no se ven, por ejemplo: para montar 1 vídeo de un minuto, estoy 5 horas de trabajo. O el contacto con las marcas, los cambios que pueden hacerte repetir una propuesta completa, las personas que te preguntan o te comentan y quieres contestarles bien... hay mucho lío que no se ve, porque al final las redes sociales mostramos las cosas bonitas y estéticas, que parece que estamos todos muy felices, pero no es así siempre. Al final estás todo el día metido en el teléfono y tienes que decir “basta ya”. Te tienes que ponerte un horario para poder disfrutar de la vida. A veces parece que si no lo grabamos, es como si no lo hubiésemos hecho.
Yo quiero disfrutar, hablar con mis amigos... al principio me acuerdo que me pasaba más tiempo pendiente del teléfono que de la persona que tenía delante. Vale, es mi trabajo, pero la realidad no es esta: así que me impuse un horario y hace un tiempo que a partir de las 20h, a desconectar.
Es una buena terapia, la verdad
Al final me encanta mi trabajo, además soy mi propia jefa y me lo puedo combinar como no quiera, pero muchas veces no desconectas porque siempre hay algo que hacer, algo que responder. Cuesta mucho desconectar, pero hay que saber hacerlo.
¿Qué diferencias encontraremos entre Recetas con mucho arte y su primer libro, Arte foodie (2015)?
A ver, en realidad el primero era un libro de mentira (ríe). Eran mis inicios en Instagram y no tenía nada de material. Para mí no tiene nada que ver, porque yo con el tiempo he ido aprendido, comprando materiales, he hecho bodegones, haciendo recetas... he ido haciendo una carrera profesional y todo lo que he hecho a lo largo de este tiempo sí está representado en este nuevo libro.
¿Cree que esa presión es lo más difícil de gestionar de su trabajo?
Sí, sí, totalmente. Hay días que el móvil me marca que he estado muchas horas y eso que he estado haciendo más trabajo sin él... Pero es que hay mucha presión, ya no sólo de la gente, de las marcas, de las empresas...
Habla de la importancia de la luz, de los elementos decorativos y que no trabaja con extras (tipo trípode...), simplemente con su móvil, ¿qué sería lo esencial para realizar una buena fotografía de estilismo gastronómico?
Para mí lo primero de todo es buena luz y sobre todo un buen fondo. En casa tengo un par de mesas antiguas, o fondos como de cerámica, de plástico, tengo telas... ¡bueno, y mucha paciencia y muchas fotos! Igual de 100 que hago, una que publico. Más la capacidad de creación de cada uno y, como tercera opción importante, muy buenos ingredientes y de buena calidad.
¿Qué es lo que le inspira y cómo nacen las ideas para las composiciones?
La gente me pregunta cómo lo hago: si cada día me cojo una libreta y un boli... pero no: yo no sé nunca lo que voy a hacer y me inspiro mucho en el mercado. Depende de lo que encuentre, de los colores, de los productos de temporada... ahí me inspiro. Evidentemente en casa tengo un montón de libros y revistas, también sigo a mucha gente y uso mucho la imaginación, pero yo lo hago al momento. Ojo, que no siempre sale todo bien porque a veces no sale como espero, hay que tener cuidado con los productos o quizá hace mal tiempo... pero sí, mi inspiración son los mercados.
A veces pensamos que una fotografía es algo rápido sin pararnos a valorar todo el trabajo que hay detrás para que quede perfecto, ¿cuánto puede tardar en realizar alguna de sus creaciones?
¡Uf, depende! Si no cocino, si es todo crudo, igual un par de horas. Pero si tengo que cocinar y hacer un bodegón, quizá 3 ó 4 horas. Con las fotos yo estaba feliz, pero con los reels no me da la vida (ríe). Por ejemplo, hoy he hecho un bocata que he tardado... ¡cinco horas!
Es la vecina que todos querríamos tener porque... ¿qué hace con toda la comida que prepara para sus creaciones?
Sí, sí, sin duda esta es la pregunta del millón. Realmente no es tanta comida al final, pero sí que cuando hago un plato es verdad que es para 3 ó 4 personas, pero tengo familia, amigos, vecinos... Incluso cuando me regalan productos, también lo reparto. También congelo muchas cosas o como hoy con el bocata, me he comido la mitad y la otra la dejo para la cena, además de que como me voy a mi pueblo llevo cosas para compartir.
Sus trabajos han pasado a convertirse en obras de arte que la gente expone a modo de cuadros. De todos los que has hecho a lo largo de estos años, ¿cuál es tu bodegón favorito?
Yo creo que el que más me gusta o el que más gusta, es el de frutas y verduras, todo verde. Es el que más triunfa, gusta mucho. Quizá no es el más complicado de hacer, pero sí el más visual y artístico, este.
¿Y el que más le ha costado recrear?
Pues igual un arroz, que no es un bodegón, es una receta. Un arroz puede estar muy bueno, pero no tener tan buena pinta y sólo con un teléfono móvil cuesta mucho hacer fotos de guisados o cocinados.
¿Cuál es su producto fetiche para trabajar? Ese con el que se siente cómoda y al que recurre a él más a menudo.
Fresas, aguacate... también los tomates me encantan.
¿Y cuál cree que es el más versátil?
Pues diría los quesos, porque montar tablas, te permite jugar con distintos elementos y, aunque no sea una fotografía fácil, me encanta el resultado.
Para terminar, ¿podrías decirnos cuál es la receta favorita de Laura de este libro y por qué?
Tengo unas cuantas, pero la sopa Tom Yum Kung es un plato que probé en Tailandia y está delicioso. Allí no pregunté la receta, pero al llegar a casa me puse a investigar, la preparé y vi que era fácil de hacer, pero es que encima el resultado es espectacular y está buenísima.