La desembocadura del Gaià: Una caminata fácil que incluye túneles, un río, una playa y un castillo
Disfrutar de la playa en otoño. Aprovechando que los turistas y los bañistas ya no llenan la costa, es un momento ideal para disfrutar del mar con cierta tranquilidad
La desembocadura del Río Gaià es una zona húmeda ideal para hacer una excursión en familia. Se trata de una salida muy sencilla, sin nada de desnivel, que resigue el curso del río Gaià desde Altafulla hasta la playa de Tamarit. De hecho, por sus características, también es apta para hacerla en bicicleta, incluso con cochecito de bebé, aunque hay que tener en cuenta que en los últimos metros se camina por la arena de la playa.
Para comenzar la ruta os recomendamos dejar el coche en la calle President Companys de Altafulla. Justo enfrente de donde se encuentra la plaza de la Portalada empieza el camino que nos conducirà hasta la playa de Tamarit. El primer tramo del recorrido discurre sobre asfalto y pasa entre masías y zonas de huerto ubicadas justo detrás del concurrido Buffet de Altafulla.
Una vez se cruza el túnel que pasa por debajo de la vía del tren, después de caminar unos diez minutos, se llega a una bifurcación donde se puede optar por seguir el curso del río Gaià hasta la desembocadura por la derecha o por la izquierda, en paralelo al cámping. Nuestra recomendación es que hagáis la ida por uno de los laterales y la vuelta por el otro.
El sendero de la derecha cruza algunos campos de cultivo y permite ver a lo lejos todo el núcleo de Altafulla, coronado por su castillo. En cambio, el camino que resigue el Gaià por la izquierda es mucho más tupido. En este se atraviesa un bonito bosque donde es posible contemplar vegetación y fauna autóctona que se puede reconocer gracias a los paneles informativos que hay instalados. Es más, desde la zona donde se encuentran las instalaciones de la finca agroecológica l’Hort de la Sínia hasta la playa se pueden localizar varios paneles que forman parte de una ruta sensorial, que permite disfrutar del entorno.
Refugio de fauna
Otra opción, en el caso que queráis alargar más la ruta, es empezar la caminata desde la estación de tren de Altafulla recorriendo gran parte de la playa de Altafulla y de la de Tamarit y regresando por un camino que va paralelo a la vía del tren.
Una vez lleguéis a la playa os encontraréis con la desembocadura del río Gaià, incluida en el Plan de Espacios de Interés Natural, que se adentra en las dunas de la playa, aunque pocas veces llega hasta el mar. Es habitual encontrar patos y otro tipo de aves por la zona, ya que se trata de un espacio que es refugio de mucha fauna y donde suelen descansar algunas aves migratorias.
Una fortaleza del siglo XI
Os recomendamos que alarguéis la ruta hasta los pies del castillo de Tamarit, que se levanta majestuoso sobre un promontorio a orillas del mar Mediterráneo. Si miráis en dirección contraria, a lo lejos vislumbraréis el faro de Torredembarra, el más alto y el último que se construyó en Catalunya que todavía está en servicio.
El Castell de Tamarit, declarado Bien de Interés Cultural desde 1988, está documentado desde el siglo XI y, actualmente, todavía conserva algunos elementos defensivos y de residencia de épocas pasadas, como la prisión, las torres de mira y su iglesia románica. De hecho, esta pequeña iglesia se utiliza habitualmente para celebrar, mayoritariamente, enlaces matrimoniales, ya hoy en día el uso de toda la fortaleza es privado y en él se organizan todo tipo de banquetes. Aquí se casó, por ejemplo, el exfutbolista del Barça Andrés Iniesta.
En sus orígenes, el castillo pertenecía al condado de Barcelona y fue transferido a los señores de Claramunt, que lo mantuvieron hasta el siglo XIII.
En el siglo siguiente, momento en el que se construyó la muralla ya que se usaba la construcción para vigilar la costa y evitar los ataques de los piratas, pasó a manos del arzobispado de Tarragona hasta el siglo XIX, aunque este tuvo que compartir el señorío con la familia Montserrat, justo en el momento en que Carlos II concedió a Francisco de Montserrat el título de primer marqués de Tamarit, en 1681.
En 1916, el arzobispo de Tarragona vendió la construcción al magnate norteamericano Charles Deering, que fue el impulsor de su restauración conservando su estilo romántico original. El encargo se hizo a Ramón Casas y Joan Ruiz, que mantuvieron muchos de los elementos románicos y góticos que se habían ido añadiendo al castillo a lo largo de los siglos.
Su integridad peligró durante la Guerra Civil, ya que una banda de la FAI intentó quemar la iglesia y el retablo barroco que hay en su interior. Por suerte, la brigada anarquista desistió de su propósito después de que alguien les alertara de que Deering era el propietario, mecenas de Ramón Casas y Santiago Rusiñol, además de fundador del Museo de Maricel Sitges.
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