‘La casa de una escritora en Gales’, de Jan Morris: En un lugar remoto

Este libro rinde honores a todas aquellas naciones pequeñas que, como dice la autora, sobreviven de manera quijotesca

Abuela de nueve nietos, oficial del 9º Regimiento de Lanceros Reales de la Reina, única periodista en formar parte de la expedición británica al Everest de 1953 capitaneada por el coronel John Hunt, el famoso alpinista neozelandés Edmund Hillary y el imprescindible sherpa nepalí Tenzing Norgay, autora de la Pax Britannica y viajera infatigable reverenciada por Chatwin, Theroux o Thubron. Todo eso y más es Jan Morris, como ya hemos podido comprobar una abuela muy poco al uso y con más historias en su haber que la mismísima Sherezade. Pero Jan Morris no fue siempre Jan Morris. Durante los primeros treinta y cinco años de su vida fue James Humphry Morris habitando un cuerpo que nunca sintió propio –«Tenía tres años, o tal vez cuatro, cuando me di cuenta de que había nacido en el cuerpo equivocado, pues en realidad debía ser una niña»–; los diez siguientes los pasó en «estado intermedio», como ella solía llamarlo, y en 1972, en Casablanca, dio el paso decisivo y se sometió a una operación de cambio de sexo. Enigma recoge el que con toda seguridad fue el más personal de todos sus viajes.

Oxford, Venecia, Trieste, Hong Kong, Nueva York, Sídney, Barcelona –y así podríamos seguir otro largo rato enumerando ciudades de todo el mundo–, formaron parte de la hoja de ruta vital de Jan Morris. Impulsada por las alas del viaje y una curiosidad insaciable recorrió todos los rincones del globo. Prueba de ello son sus libros, crónicas indispensables para entender la realidad que nos ha tocado vivir. Pero haríamos mal en reducir a Jan Morris a mera escritora de viajes, pues como ella misma dijo en una entrevista de la BBC con Michael Palin, no le gustaba que la tildaran de escritora de viajes, puesto que sus libros no tratan de movimientos y viajes, sino de lugares y personas. La casa de una escritora en Gales es una buena prueba de ello.

A Trefan Morys, la casa de Jan y Elizabeth, su esposa, incrustada en tierras de labranza y humedales, puede llegarse a pie, siguiendo el curso del Dwyfor y disfrutando de las fantásticas vistas que nos regala el paisaje, o bien en coche, trayecto mucho más rápido pero también más accidentado, puesto que la carretera, sin asfaltar, transcurre en una sucesión inacabable de baches. Ya sea a pie o en coche, al rato llegaremos a la conclusión de habernos extraviado irremediablemente. Y será en ese preciso instante, abandonada toda esperanza de llegar a puerto, que veremos la casa al final del camino. En la puerta, esperándonos con una taza de té, estará Jan, que nos invitará a pasar a la cocina. La cocina, nos explicará, es el epicentro de toda casa galesa, y el té es el centro de ese epicentro. Donde sea que encontremos una vieja taza de té galesa dulce y fuerte estará Gales. A la cocina de una casa galesa, como a los recuerdos felices de toda una vida, se vuelve una y otra vez. Es un lugar de encuentro, de celebración y de vida. En ella crecen los niños y las niñas. Los mismos que, pasado el tiempo, echarán la vista atrás anhelando el regreso a ese lugar mítico y fundacional de sus conciencias. Mucha gente, ante semejante trasiego, pensará que este habitáculo es toda la casa, pero, en el caso de Trefan Morys, no es más que la antesala a un sinfín de mundos posibles. Cada habitación nos descubre la cultura y la historia de un país acostumbrado a bregar por su supervivencia. La decoración del interior corre a cuenta de las montañas de cedés, las estanterías abarrotadas de libros y el sinfín de objetos de todos los rincones del mundo que dan testimonio de una vida nómada.

Todo en Trefan Morys recuerda a Gales. Es un lugar que recoge la esencia de un país que a lo largo de la historia ha salido airoso de no pocos lances. Todos desiguales. Tanto los romanos como los sajones tuvieron que salir con el rabo entre las piernas de ahí. Más sutiles y menos aguerridos fueron los misioneros irlandeses. Y lo que no consiguieron ni los unos ni los otros, terminaron por conseguirlo los todopoderosos normandos. Ahora, en esta época de nacionalismos rampantes, Gales tiene que hacer frente a la globalización desbocada y al gigantón inglés, cuando menos un vecino ruidoso. Recorrido imprescindible por Gales, este libro también rinde honores a todas aquellas naciones pequeñas que, como dice la autora, sobreviven de manera quijotesca en un mundo en el que la diversidad hace mucho que dejó de cotizar.

Ficha:
Título: La casa de una escritora en Gales
Autora:
Jan Morris
Editorial: Gallo Nero
Traducción: Blanca Gago
Páginas: 128