Jennifer Morales: «A veces una se da cuenta de que al parar es más productiva»

La artista lo ha dejado todo para vivir la vida que ha escogido

Nuestra gente

Todo el mundo tiene sueños. Algunos inalcanzables; otros, más factibles. Sin embargo, no siempre se consigue dar ese paso para hacerlos realidad. El miedo se encarga, en muchas ocasiones, de anclar los pies en el terreno conocido. No es el caso de Jennifer Morales Salcedo, quien lo ha dejado todo para vivir la vida que ha escogido. Jennifer Morales (IG: @lavallfloridalpit) es enfermera de vocación. «Cuando empecé no tenía muy claro qué significaba. Yo quería ayudar y resulta que acerté porque me encantó», dice. De hecho, ocuparse de los demás forma parte de su día a día desde hace mucho tiempo, ocupación que ha sido origen y detonante de su decisión. «Me había dedicado a cuidar durante muchos años, tanto en el ámbito familiar como en el profesional, por lo que necesitaba vivir, cuidarme a mí misma», cuenta.

Nacida en Mataró, Jennifer Morales ejercía su profesión en Sant Pere de Ribes. Y en medio de la vorágine de horarios, turnos y guardias llegó la primera ola de la Covid-19. «Por cuestiones personales me encontraba de baja y ese fue el momento en el que empecé a reflexionar sobre quién era, dónde estaba y qué quería hacer con mi vida».

Son preguntas y dudas que pueden surgir en diferentes etapas personales, aunque no siempre se escuchan y mucho menos se responden. ¿Hacerles frente es valentía o locura? «Para mí, la palabra es confianza. Confiar en una misma, aunque suene muy místico y espiritual. Confiar en que la vida también te da las cosas que quieres y eso hay que tenerlo en cuenta. Confiar en las corazonadas, en los presentimientos, que surgen por algo y a los que hay que hacer caso. Me aferraba a eso y sabía que iba a ir bien, como así ha sido».

Y en esas se encontraba cuando entró a formar parte de un grupo de mujeres con las que compartía experiencias. «Todas tenían sueños», señala. ¿Y dónde habían ido a parar los míos? Llevaba mucho tiempo planteándome vivir en el campo, plantar un huerto, ser lo más autosuficiente posible. Ser capaz de proveerte de tu propia comida, de ayudar al vecino... Me dije que quería trabajar lo mínimo para pagar también lo mínimo. Otra filosofía, otra manera de vivir. Y la oportunidad la encontré en la Ribera d’Ebre, donde nunca había puesto un pie», comenta. Y aunque en plena temporada de vacunación masiva contra la Covid-19, Jennifer volvió a retomar su antigua profesión, se reafirmó en que no era aquel el camino a seguir. «A pesar de que estaba a gusto con el equipo, con los horarios y todo se me respetó, lo tuve que dejar».

¿No sintió vértigo? «Sí, pero es similar al de los parques de atracciones, que al mismo tiempo te suscita muchas ganas de pasar a la acción. Yo estaba muy ilusionada». En la determinación también han tenido mucho que ver sus ejercicios de autoconocimiento. «Me gusta revisarme, entenderme y evolucionar». Con este objetivo, Jennifer ha practicado yoga, meditación y actualmente chikung, «terapia que forma parte de la medicina china, una manera de movilizar las energías para sanar. A mí me ha ayudado muchísimo, igual que la psicológica, a la que acudo aunque no haya nada grave, solo para revisar porque es importante parar y escucharse. A veces una se da cuenta de que cuando para es más productiva, las cosas se alinean mejor». Su conexión se produce en medio de la naturaleza. «Me interesa todo lo relacionado con ella y a partir de ahí elaboro artículos decorativos y bisutería». Pétalos, semillas, hojas y flores forman parte de la materia prima, así como material reutilizable como tapones de vino, que serán futuros pendientes. «Se trata de qué podemos crear a partir de lo que disponemos». Este año Jennifer ha roto el hielo como artesana en los festivales veraniegos de la comarca, un primer paso que no tiene vuelta atrás.

En todo el proceso, justamente la presión social ha sido la más poderosa, a favor y en contra. «Dar el paso fue difícil. Pensar en el qué dirán los amigos y, sobre todo, la familia. Pero el juicio estaba en mi cabeza porque los demás, cuanto te ven feliz, lo celebran. La más estricta es una misma», concluye.