El restaurante El Drac de Cambrils, una oda a la excelencia de la sencillez
Los rincones del buen comer. La tercera generación representada por los hermanos Gallardo Martorell, con Robert, Joan y Eduard al frente, cambió los bocadillos por una cocina tradicional
Permítame que ofenda a alguien y le lleve la contraria alguna vez a las guías de neumáticos y gasolineras que prácticamente solo se dedican a premiar restaurantes con menús degustación imposibles y que son auténticas bombas de relojería para estómagos delicados.
Esta es mi oda a esos locales que buscan la excelencia en la sencillez del plato, restaurantes a los que podrías ir cada día del año sin cansarte, con una cocina sin ‘collonades’ en la que premia el producto y la cantidad, sin florituras innecesarias apostándolo todo a los frutos de cercanía que nos ofrece nuestro mar y nuestra tierra. Y de todos ellos uno de mis favoritos: El Drac de Cambrils. Un auténtico rincón de buen comer.
Nacido en la década de los setenta, en sus mesas se sirvieron los primeros frankfurts de Cambrils, época de la que guardo un gran recuerdo ya que mi plan del domingo por la tarde con mis padres era casi siempre el mismo: ver jugar al Oleastrum o al Cambrils, frankfurt al Drac y hacer los deberes antes de dormir con zapatillazo incluido de parte de mi madre por procrastinar en demasía.
A día de hoy es la tercera generación la que lo regenta, representada por los hermanos Gallardo Martorell, con Robert, Joan y Eduard al frente, que decidieron reformar el local y cambiar los bocadillos por una cocina tradicional y de proximidad.
Decisión que podemos afirmar con rotundidad que fue todo un acierto. Un trío de profesionales como la copa de un pino, que ya desde bien pequeños amaban la gastronomía y apuntaban maneras.
Decir que tanto los abuelos paternos en el Drac, como los maternos propietarios del restaurante Gavina eran auténticos referentes gastronómicos de Cambrils. Tampoco quiero olvidarme de la presencia de su madre Eva en el negocio, que aporta equilibrio y sabiduría al trío de hermanos. Una mujer sin igual y con una luz especial que te alegra el día cada vez que te la encuentras.
Un restaurante familiar en toda regla, que crea una atmósfera de calidez y que han conseguido transmitirlo en cada plato.
El Drac dispone de un menú diario de lunes a viernes por trece euros cincuenta con bebida, postre y café incluido; erigiéndose como un auténtico regalo y no el pack de calcetines que te obsequia la suegra en Navidad; en el que podemos escoger entre tres entrantes y tres principales. Platos cambiantes a diario con un denominador común: la elaboración casera y el producto fresco y de proximidad. Tortilla de patatas o berenjena que se deshacen en la boca, platos de puchero de la abuela como lentejas o garbanzos, guisados como el suquet o el estofado de carne con los que sin duda te faltará pan.
Y mención especial merecen el pulpo y la sepia ‘grossa’ con allioli, vengan y juzguen ustedes mismos.
Estos tan solo son unos pocos ejemplos de una larga ristra de elaboraciones en la que cada plato supera al anterior. Lo dicho, una cocina de la que no te cansas nunca.
Ya para finalizar apuntar que extraña es la vez que entras por su puerta y no encuentras sentado algún restaurador o pescador en su día de fiesta, señal inequívoca y garante de que se hacen las cosas con esmero, dedicación y afán.