Eva Baltasar: ‘El cuidado es uno de los actos que nos conectan de manera más intensa y efectiva con el presente’
La escritora regresa a la narrativa tras su “Tríptico” con “Ocaso y fascinación”: una obra afilada y lírica sobre cómo sortear la oscuridad
En sus anteriores trabajos (“Permafrost”, “Boulder”, “Mamut”), la identidad se planteaba como una entidad problemática. ¿Por qué ahora es la casa el motivo de inestabilidad?
El planteamiento de la identidad siempre es problemático, lo que ocurre es que se puede vivir esa problematicidad con más o menos paz. Mis protagonistas no rehúyen ese planteamiento, en ellas hay un cuestionamiento natural, una tendencia a la reflexión donde se atrapan y que las hace ser, a la vez, animal y trampa. Pero tanto en “Boulder” como en “Mamut” y “Ocaso y fascinación” abordo la relación entre la propia identidad y ese lugar en el mundo al que llamamos hogar. En las novelas del “Tríptico”, de una forma íntima. En “Ocaso y fascinación”, desde la cartografía social. Y es evidente que hacerlo desde aquí pone en relieve de una forma clara y aberrante lo que está sucediendo en nuestra forma de relacionarnos con la vivienda, esa precariedad e inestabilidad absolutas.
¿Podemos imaginar un mundo anterior a la ciudad moderna, a su tejido?
Yo lo hago, y en mi imaginación ese mundo anterior está constituido por una acumulación anárquica de otros mundos, momentos, parajes y ciudades, históricos y literarios, que tienen algo de romántico y mucho de deseo de verdad.
En “Ocaso y fascinación” se palpa una profunda sensación de aislamiento y, sin embargo, el texto gira alrededor de la idea de “desigualdad”. ¿Cómo se relacionan ambas cosas? Pienso, ahora, en la siguiente frase que se lee en la novela: “Encajar es un sentimiento agradable.”
Está bien tener ciertas prevencioEn el contexto del libro, la desigualdad conduce al aislamiento. Y aquí distingo claramente entre “aislamiento” y “soledad”. La soledad no padecida es un espacio de conocimiento y de reparación. El aislamiento aniquila. Somos seres humanos, no está en nuestra esencia la separación.
Como poeta, ¿cómo alcanza la construcción de la frase y la música en un entorno narrativo? ¿Qué diferencias encuentra?
Me he formado como escritora escribiendo poesía, y eso significa que me relaciono poéticamente con el lenguaje, escriba lo que escriba. A nivel estricto de lenguaje, para mí no hay diferencia. La relación que tengo con la palabra y con el catalán es anterior al género.
¿Lograremos un mundo de palabras y no de objetos? Me refiero, especialmente, a que, en este texto en particular, a diferencia de los anteriores, se proclama la muerte de la sexualidad, pero no de la sensualidad, que se refugia en los objetos con los que la voz narrativa se relaciona o interactúa.
No veo posible un mundo solo de palabras, y cada vez menos. Uno puede crear un mundo propio de palabras, pero se trata de una elección, de un acto íntimo. Más que la muerte de la sexualidad, en el libro hay una ausencia de sexualidad y una exaltación de la sensualidad vehiculada en los objetos y en una figura de adoración.
Cuando se ha perdido la esperanza en la novela, surge en el texto el camino de los cuidados.
El cuidado es uno de los actos que nos conectan de manera más intensa y efectiva con el presente, y con un presente donde hay un encuentro real con el otro, aunque el camino de encuentro hacia el otro esté vehiculado por un objeto.
¿Puede llegar la precariedad sin que nos demos cuenta?
La precariedad está ahí, forma tan parte de la vida como la abundancia y la pobreza. Y, como ellas, tiene una parte de irrefutable realidad y una de creencia. Todo en esta vida puede llegar sin que nos demos cuenta. Y depende mucho de nuestro estado de conciencia, no que nos pille, sino que nos pille desprevenidos.
Un concepto como el de “seguridad”, ¿corre peligro hoy día o ya se nos ha arrebatado del todo?.
Sería interesante, no redefinir el concepto, sino redefinirnos en relación a todo lo que creíamos que caía bajo el paraguas de ese concepto.
¿Qué hay tras la renuncia o el desfallecimiento de la protagonista?
La necesidad constante e ineludible de dar sentido a la vida.
En este libro se hace de la precariedad algo sensorial, algo tangible. No se teoriza con ella, se lleva a la práctica, y surge la animalización de la intemperie como forma de volver a una vida anterior a nuestras ciudades.
Cuento una historia, la del ocaso de una civilización y de una narración personal. Contar una historia es ir a lo tangible, no hacerlo sería construir otra cosa. Lo que surge es una apuesta personal, y sí, en mi caso hay ese volver la mirada hacia otro lugar, anterior y no solamente externo, también interno.
En la novela, ¿lo siniestro es el envés de lo espiritual?
No lo veo así. Para mí, en la novela, lo espiritual es lo real. No es hasta que salgo de la novela que acaece lo siniestro.
En otros libros que se publican hoy, se aborda la pobreza como una experiencia colectiva o de comunidad. Por lo tanto, ¿por qué, entonces, proponer esa realidad como una ficción solitaria? Pienso en la frase que apunta: “Creer en la ficción es tan esencial como experimentar la realidad.”
La ficción solitaria ha sido hasta el momento la única forma que he desarrollado de acercarme a la vida y a la literatura.