Marià Fortuny, la realidad de un mito
150 años después de morir en territorio extranjero, Marià Fortuny vuelve a ser distinguido en Reus para celebrar su aniversario y recuperar su figura distorsionada por el tiempo con un ciclo cultural encabezado por dos exposiciones
Este año, Reus está de celebraciones. No solo se cumplen 400 años de la llegada de la reliquia del apóstol adscrito a la ciudad, sino que también se cumplen 150 años de la muerte de Marià Fortuny, uno de los reusenses más ilustres con una trascendencia internacional feroz.
Así pues, en conjunto con la Generalitat de Catalunya, se desarrolla desde el IMRC (Institut Municipal Reus Cultura), con la colaboración del Departament de Cultura de la Generalitat, la Diputació de Tarragona y el MNAC (Museu Nacional d’Art de Catalunya) una solemnidad que celebra, y, sobre todo, reivindica la figura del artista con un año rebosante de actividades diversas.
Tal es el esfuerzo y trabajo puesto en la solemnidad que, aunque el centro neurálgico de la programación permanece en Reus, muchas de estas actuaciones se reparten, tal y como hizo la obra del mismo Fortuny, entre muchos otros espacios donde pudo tener relevancia el artista, racionando actos en otras grandes ciudades como Tetuán, Nápoles, París o la eterna Roma.
La conmemoración dio el pistoletazo de salida oficial la tarde del jueves 21 de noviembre en el Teatre Fortuny con un acto inaugural que reveló la programación junto a un pequeño espectáculo con la actriz Aida Folch y la Orquestra Camerata XXI para dejar paso al historiador del arte Ricard Bru, especialista en arte catalán de los siglos XIX y XX, que aprovechó para reivindicar la importancia de revisar las narrativas en torno a estas figuras de época.
El calendario siguió en movimiento el jueves siguiente con la inauguración de una de las exposiciones principales “Marià Fortuny. Una biografía sobre paper” comisariada por el historiador Francesc Quílez, jefe de gabinete de dibujos y grabados del MNAC.
Quílez logra, a través de dibujos, bocetos y grabados del artista que se conservan entre el propio museo local y el MNAC, engullir al visitante en un viaje que va más allá de la simple contemplación visual para englobar todo el bagaje personal de un artista esencialmente estético, convirtiendo el espacio del Museu Salvador Vilaseca de Reus en una mirilla cósmica hacia el taller intelectual de Fortuny que ensaya, incesable, para plasmar el sentimiento romántico de lo sublime a través de la contemplación exquisita y la contraparte más sobrecogedora e inquietante, materializando este absoluto en los volúmenes de sus escenas y composiciones.
Sin seguir ninguna narrativa cronológica fijada en la muestra, el visitante halla esta aproximación teórica hacia ninguna de las diferentes etapas de la trayectoria artística del artista, sino en las gafas preparatorias que benefician la experimentación.
Es así que Quílez crea una oda al dibujo, no solo como herramienta generativa que luce la evolución artística que en menos de diez años evoluciona de un lenguaje academicista hacia una renovación pictórica que retrata la naturaleza de la luz de forma casi vanguardista, sino como un espejismo resonante de la personalidad perfeccionista del propio Fortuny.
La muestra “Mariano Fortuny. Una biografía sobre papel” podrá verse hasta el 8 de febrero, y dará paso a la segunda fase expositiva en la ciudad del memorial que abrirá sus puertas en el mismo museo del 18 de septiembre al 16 de diciembre de 2025 siendo la muestra primordial conmemorativa de la celebración, juntando entre las paredes del antiguo Banco de España en el arrabal de Santa Ana varias obras cedidas del Museo del Prado de Madrid, del Museo San Telmo de Donostia-San Sebastián y del Museo de Bellas Artes de Bilbao entre otros como piezas perdidas entre colecciones privadas bajo el título “Fortuny, l’observació de la natura” mientras se realizan conferencias especializadas en espacios clave como el Castell del Cambrer.
Con «Fortuny, l’observació de la natura» Francesc Quílez volverá a revisar una de las facetas del genio, esta vez para insistir en revertir la concepción general que la crítica y la historiografía le ha asignado, encajonándole a producciones de género y orientalistas.
Quílez reclama que buena parte de su producción desmiente este cliché y nos sitúa ante un artista diferente con esta segunda muestra que pondrá en valor la relación que Fortuny germinó con los diversos medios físicos que acompañaron sus viajes, y su capacidad para captar los más imprevisibles aspectos atmosféricos cambiantes con virtuosos despliegues lumínicos, haciendo de él un «artista obligado a aceptar los retos compositivos que el comportamiento imprevisible de la naturaleza le planteaba».