Crear a través de las emociones en La Casamurada
El taller ‘Sesiones clandestinas’ permite a 10 músicos enriquecerse con una experiencia artesanal con la popular artista Zahara y el productor Santos Berrocal
Lunes, no se intuye ni una grieta de luz en el clima, el gris nublado propio del norte se apodera de Banyeres del Penedès, pero no importa. Si ingresas en La Casamurada rápidamente desconectas de cualquier incomodidad, sus paredes huelen a música, sus techos generan admiración cultural, hasta sus lámparas provocan una especie de trance bobo.
Hasta 10 músicos de distintos puntos de la península consumen su primer café y comparten inquietudes, no han empezado las Sesiones Clandestinas pero en el ambiente existe un entusiasmo desmesurado. Claro, no todos los días te empapas de la sabiduría creativa de Zahara, tampoco de la enciclopedia musical de Santos Berrocal, uno de los productores más influyentes del país e ideólogo de esta actividad artesanal, muy de piel, alejada de las maquinitas que empalagan el ego, de los algoritmos y de las travesuras frías de la Inteligencia Artificial. Santos disfrutó hace un tiempo de algo similar en Estados Unidos y Francia. «Quería hacerlo con gente de aquí».
Sesiones Clandestinas va mucho de emociones, de sinergías y de márgenes profundos, también de preocupaciones. Se comparten sentimientos porque los y las artistas conviven en un ecosistema muy semejante. «Lo que se genera aquí es algo muy heavy, muy emocional», refleja la misma Zahara, un libro abierto, una de las exponentes más cautivadoras de la cultura popular. Compone, produce y canta. Ha creado su propio sello musical (G.O.Z.Z Records) y ha sobrevivido a las injusticias de género que existen en la industria. «Yo hago música pop», aclara en la primera charla del taller. En ella participa Santos, «salgo de aquí muy inspirado, en las relaciones humanas pasan las cosas interesantes».
.
En La Casamurada no solo se hacen canciones, se viven, se comparten, se mastica todo el proceso productivo y, sobre todo, creativo.
Angel Aparicio, Sergio Ros, Pablo Seigo, Andrea Bravo, Manuel Nazario, Sonia Rodriguez, Oihana Rodriguez Ordóñez, Nil Canals, Aaron Marfil y Marla Senerio Llovet expresan sus motivaciones y se estrechan los puntos comunes entre ellos. Hay muchos más de los que creen. La mayoría no escapa del poder acaparador de sus mundos rutinarios, de ahí que La Casamurada ejerza de retiro perfecto.
Algunos llegan a la masía fortificada la noche antes del arranque el evento y en esas primeras horas ya surgen experiencias talentosas. Pablo, por ejemplo, encuentra, por fin, la inspiración para componer. «Solo por lo que pasó anoche, ya me ha valido la pena organizar este taller», refleja Santos, que como Zahara, sienten complicidad con todas las sinceridades de los músicos. Seguramente ella y él han pasado por las mismas situaciones.
Zahara propone una experiencia de meditación justo al entrar en el estudio. Impacta, los teléfonos desaparecen, se sienten las respiraciones. «Me parece ultra grave que hayamos dejado de relacionarnos. Ves familias en un bar sin conversar y eso me preocupa», transmite la cantante, que además explica que «el aburrimiento es necesario para la creatividad y hoy tenemos un millón de estímulos que nos distraen. No podemos esperar un semáforo en rojo sin mirar el teléfono. La atención es ultra frágil».
Zahara despierta admiración en el ambiente, no solo por la calidad de sus canciones, también por el compromiso y el activismo que propone. Puta, su último disco, muy autobiográfico y duro, se convirtió en una especie de obra maestra para sus fans y para el movimiento independiente, aunque recibió alguna crítica desde las profundidades más arcaicas del sistema. «Cuando hago un tema no pienso en las consecuencias», comenta.
En 2025 nacerá su próximo álbum, distinto, quizás más optimista, alejado de los graves vaivenes personales que descubre en Puta. Mientras disfruta, junto a Santos, del aprendizaje que le profesan esos alumnos aventajados e inspiradores.