Carmen Mola: «No vivimos la época en que las mujeres no podían firmar con su nombre»
Carmen Mola llenó esta semana la Llibreria Adserà de Tarragona de lectores y seguidores en la presentación de ‘Las madres’, el último libro de la saga de la inspectora Elena Blanco
Carmen Mola (Antonio Mercero, Agustín Martínez y Jorge Díaz) visitó esta semana Tarragona para presentar su último libro, Las madres, (Alfaguara/La Campana. Grupo Penguin Random House). Fue en la Llibreria Adserà, establecimiento que se llenó de lectores y fans de la inspectora Elena Blanco, personaje que en esta cuarta entrega de la saga «está en un punto distinto, lejos de la oscuridad de las primeras entregas. Busca la luz, quiere formar una familia», según revelan sus creadores. Carmen Mola es también autora de La bestia (Planeta/Columna) con la que ganó el Premio Planeta del año pasado.
Mujeres y niñas violadas, torturadas, desmembradas... ¿Por qué todas las víctimas son femeninas?
Antonio M: Observando la realidad, creemos que la violencia contra las mujeres es una lacra en este país. Entonces, la novela negra, que lleva un ingrediente añadido de crítica social, debe fijarse en esa violencia. Por eso lo contamos.
¿Eso sirve para paliarla?
Agustín M: No somos quiénes, para paliarla. Es una cuestión política y de las fuerzas del Estado acabar con esa violencia. La literatura puede reflejar una realidad y hacer una toma de conciencia de la sociedad. Es lo que hemos hecho en nuestras novelas, en especial en Las madres, que habla de la trata de blancas, de la explotación del cuerpo de la mujer.
Es una realidad muy dura. ¿Son necesarios cientos de gusanos?
J.D: Hay dos cosas en las que hay que pensar. Una es la función de denuncia, pero también la novela tiene un componente de entretenimiento y de atracción. ¿De qué nos vale denunciar algo si lo estamos haciendo en un envoltorio que es aburrido? Entonces, nadie lo va a leer y no va a servir para nada. Antes que en la denuncia, nos fijamos en escribir novelas entretenidas, que le gusten a la gente. Estamos hartos de ver campañas que dicen que la lectura te hace culto, mejor persona. No. Lo importante es que la lectura te entretenga, y una vez allí, que sirva para algo. Pero si no te entretiene, si no te atrae, no resulta adictiva, no sirve para nada, cuentes lo que cuentes.
En cualquier caso, en la serie de Elena Blanco el cuerpo femenino es como un sparring.
Agustín M: Creo que no. Entiendo lo que dices, pero creo que el escritor habla sobre el mundo que le rodea. Hablar sobre el cuerpo de la mujer forma parte del mundo que le rodea. No tiene por qué pertenecerle ese mundo. Igual que uno construye una historia sobre una enfermedad mental y no tiene por qué ser enfermo mental para hablar sobre ella.
J.D: Pero no estarías en contra de que una mujer escribiera sobre hombres porque tiene derecho a hacerlo.
No estoy hablando de que sean hombres y escriban sobre mujeres. Es el cuerpo mutilado, constantemente.
J.D: Cuando me pongo en el personaje de un psicópata, yo no lo soy. Entonces, no entiendo esa separación. ¿Eres hombre y no puedes escribir sobre la mujer? Sí. Las mujeres constituyen la mitad de la humanidad por lo que es imposible escribir fuera del universo masculino o femenino. ¿Las mutilamos? Claro, hacemos novela negra. Y si convertimos a los hombres en las víctimas de la violencia, estaríamos sesgando por completo la realidad.
¿Qué opinan sobre la maternidad subrogada?
Antonio M: Cada uno tiene su opinión, pero no importa la opinión del autor.
Agustín M: Hay un error de concepto dentro de la literatura, que se va extendiendo. Hay que separar al autor de la obra. Nosotros no somos nada. La importancia del autor la hemos elevado en el último siglo, en el que los estamos convirtiendo en dioses, cuando no son nada. ¿Quién era Cervantes? Da exactamente igual si era simpático o desagradable.
No es su caso. Desde que se dieron a conocer...
J.D: Lo sabemos porque lo hemos leído y porque no somos tontos, pero no nos ha afectado nada, en absoluto. Pero ha cambiado, no por la polémica de género, sino porque antes nadie sabía que éramos nosotros los que escribíamos las novelas y ahora lo saben, pero te aseguro que nadie nos ha echado nada en cara, en ninguna presentación y hemos hecho decenas en España y en Sudamérica.
No deja de ser curioso.
Antonio M: Nadie. Cariño, cariño, cariño.
Agustín M: Yo hago una reivindicación. Entiendo que a la prensa le interese qué opina el autor, pero lo que se tiene que analizar es la novela, trabajar sobre ella.
Se les compara con Pierre Lemaitre. ¿Les ha influido?
J.D: Nos gusta.
Agustín M: Al final, es dónde eliges jugar. Eliges una novela negra o un thriller que, de alguna manera, trata el concepto del mal y cómo explota en forma de violencia desaforada, algunas veces. Y en esa violencia no miramos para otro lado. Si sucede, la contamos. Es lo que hace Pierre Lemaitre. Y también hay una cuestión de estructura narrativa, de juegos de giros, de una tensión. Pero no ha sido una influencia superdirecta o, al menos, no hemos sido muy conscientes.
¿El mal por el mal existe y es el que más miedo da?
Antonio M: No sé si da más miedo el mal razonado, el saber que alguien mata con una motivación concreta, que puede ser celos, avaricia, dinero o lo que sea y, por lo tanto, puedes sentirlo en algún momento porque son pasiones del ser humano. Es decir, en una situación de estrés concreto, todo el mundo puede matar. Y acudo a los personajes de Patricia Highsmith. ¿Cuál me da más miedo? El mal razonado. Sé que hay gente que hace el mal, pero a mí me da más miedo ver que yo puedo ser así. En nuestra obra tenemos ejemplos de ambos.
Agustín M: Creo que hay otro mal, que es el de la indiferencia. Es un mal establecido en la sociedad, en la que hay un grupo de gente que no son o no se sienten especialmente malvados, pero que lo que hacen es generar mucho dolor. Y esto en la historia de Las madres es evidente. O el mal que se generaba en La bestia, que para conseguir un objetivo determinado no importaba sacrificar niños. Ese mal, que es sistémico, nosotros lo llevamos al extremo en nuestras novelas.
¿Qué va a pasar ahora con Carmen Mola?
J.D: Somos Agustín, Antonio y Jorge, pero cuando escribimos juntos somos Carmen Mola. Queda un poco presumido decir esto y no quisiera que te lo tomaras así, pero Ringo, Paul, John y George eran los Beatles cuando tocaban juntos. Cada uno por su lado era otra cosa.
Antonio M: Es un buen ejemplo. No hay ni que pedir perdón. Es el nombre del grupo, Carmen Mola.
¿Por qué? Son conscientes de que durante muchos años las mujeres no podían firmar con su nombre...
J.D: ¿Eres consciente de que nosotros no hemos vivido eso?
¿Al menos lo pensaron?
J.D: No. Claro que no
¿Se apuntaron al carro del feminismo?
Agustín M: ¿Por qué?
J.D: Puedo admitir que alguien se moleste porque la molestia la marca el ofendido y no el ofendedor. Puedo entender que alguien se ofenda. Lo que no puedo entender es que alguien me diga una cosa y la contraria al mismo tiempo. Si tú me dices, «como las mujeres estamos oprimidas, ellos se han puesto un nombre de mujer para vender más». No. Ahí me estás diciendo dos cosas contrarias. O están oprimidas o venden más.
Venden más...
Agustín M: Hay varias cosas que no son verdad. Es decir, las mujeres no venden más. Basta mirar los números de venta de los libros al cabo del año y uno ve que hay un equilibrio, que suele ser un 50%, depende de quien salga.
Antonio M: Ahora, este mes que estamos con Las madres, y estamos mirando la lista, en los 10 primeros hay siete hombres y tres mujeres. Pero igual lo miras dentro de dos meses y es al revés, depende de quién publique.
Agustín M: También es bastante ingenuo pensar que por el hecho de ponerte un nombre de mujer o de hombre vas a vender más. Al cabo del año se publican muchísimos libros y el éxito de un libro no estriba nunca en si es un nombre de mujer o de hombre el que hay en la portada.
Antonio M: Pero, además, me parece ofensivo hacia las mujeres porque yo tengo un montón de amigas escritoras que publican con su nombre y no venden. Entonces, de pronto el feminismo está diciendo, «hombre, es que se ponen un nombre de mujer para vender». Entonces, ¿qué les digo a mis amigas pobrecitas, que no venden con su nombre de mujer?
Agustín M: Era bastante evidente que en la solapa ponía que Carmen Mola es un seudónimo.
Sí, por supuesto. Y un personaje también.
Agustín M: Un personaje hiperescueto.
Que fue creciendo con hijos.
Antonio M: Una profesora que tiene dos hijos y a veces tres.
Muy bien, sí.
Agustín M: Muchas veces las cosas se analizan a posteriori. La realidad es que la editorial se encontró con un libro, de una autora novel, que no podía vender de ninguna manera, que no podía hacer promociones, que no podía dar entrevistas y no tenía herramientas. Es decir, todo lo que nos achacan como ventaja de marketing en realidad era una desventaja. La novela funcionó.
Antonio M. Pero sostener que funciona porque lleva nombre de mujer, es absurdo.
Solo he preguntado por qué un nombre de mujer.
Antonio M: Porque nos sonó bien. Y también probamos de hombre.
J.D: Un seudónimo es un disfraz. Entonces, para que funcione tiene que ser lo contrario a lo que eres.
Agustín M: Cuando salimos con el Premio Planeta, parece como si hubiéramos diseñado lo que iba a pasar.
Eso es cierto.
Agustín M: Eso solo lo puede opinar alguien que no haya estado nunca en el mercado editorial, que no sepa nada de libros y que no sepa cómo funciona esto. Nadie quiere sacar un libro que no venda. No se puede diseñar eso, esas cosas suceden. Nosotros tuvimos suerte con La novia gitana y creo que es más mérito de un buen diseño de portada y de una novela que ha encontrado a sus lectores. A partir de ahí, cuando estás en el tercer libro, la gente empieza a preguntarse quién es Carmen Mola. Para nosotros era como los Beatles. Es un nombre.
J.D: Un nombre que nos sonaba bien, que nos parecía que nos ocultaba. Era sonoro, como un chiste. Una de las cosas que hemos hecho en todos los países sudamericanos ha sido traducírselo.
¿Carmen seguirá molando?
Antonio M: Claro, porque nos lo pasamos bien.
J.D: Mientras a la gente le guste y nosotros nos lo pasemos bien, seguirá siendo así.