Los padres de Aurora Mancebo, veinte años después de su desaparición en Tarragona: «Sabemos que él la mató»
Han pasado ya 7.380 días desde que sucedieron los hechos, que provocaron estupor. Más de 242 meses después, la asociación que se creó se ha disuelto y el principal sospechoso sigue libre. «Creemos que cambió el cadáver de sitio; tuvo mucho tiempo para hacerlo antes de que nadie se lo impidiera», aseguran hoy María Dolores y José Luis
Hoy hace veinte años, dos meses y catorce días, María Dolores Leirós y José Luis Mancebo, vecinos de Boscos, vieron salir de casa por última vez a su hija Aurora. Tenía 24 años y partió sin nada: ni teléfono móvil, ni bolso, ni dinero, ni DNI... Tan solo una Biblia que cogió a escondidas. Iba vestida con un pantalón tejano gris, un abrigo acolchado de color hueso con el cuello forrado en piel marrón claro y una bufanda granate.
Sin tener más noticias, doce días después, algunos de ellos lluviosos, cuando ya centenares de personas y los cuerpos policiales la buscaban, un vecino paseando al perro encontró su ropa y enseres personales completamente secos. Fue a escasos kilómetros de su casa, punto que ya había sido ampliamente rastreado tanto por la policía como por los cientos de vecinos que se implicaron.
Esta persona lo encontró todo: abrigo, pantalones, calzado... hasta su ropa interior y sus pendientes. También una pequeña botella con arena de colores y la Biblia que ella se había llevado consigo, escondida en un foulard. La curiosidad, además de que la ropa estaba seca, fue que había rastros de sangre de Aurora en alguna prenda y que la forma en la que apareció todo parecía impostada.
Lo recuerda Quim Castellví, el portavoz de la Asociación Ciudadana por Aurora Mancebo Leirós: «Nosotros habíamos pasado por allí más de una y de dos veces buscando el cuerpo». La asociación se creó dos años después de los hechos y se encuentra en proceso de disolución.
Actualmente, la junta directiva está procediendo a liquidar pagos a la abogada de la entidad. Dicha asociación ejerció como acusación popular, mientras que los padres fueron acusación particular y contrataron a otro abogado.
Por encima de todo, Aurora era una persona fuerte. Así la recuerdan sus padres, María Dolores y José Luis. Tuvo un novio cuando aún no había llegado a la mayoría de edad y, cuando el noviazgo acabó, la nueva pareja de él se encontró con Aurora en la calle y le propinó una paliza ante la mirada de él. Ambos fueron condenados, pero no llegaron a pisar la prisión y se declararon insolventes para no hacer frente a una indemnización de tres millones de pesetas.
Eso le provocó a Aurora grandes secuelas y estrés postraumático, pero sus padres recuerdan que, poco a poco, se recuperó, hasta que llegó ese 27 de febrero.
El día de la desaparición, los padres llegaron a su casa de Boscos sobre las nueve de la noche, después de hacer la compra. La recuerdan inquieta y nerviosa. Había sido un día en el que había cancelado la visita de su endocrino y se había tomado un baño de horas. Marchó media hora más tarde. Dijo que iba a dar una vuelta.
Pasaron los minutos y no había noticias del paradero de Aurora. Su padre dio una vuelta sin éxito por la zona. La llamaron al móvil y se dieron cuenta de que se lo había dejado en casa. Tan solo Fidel –su mejor amigo– pudo darles algunos detalles de unos hechos que habían sucedido con anterioridad.
Resulta que, según explicó, el lunes habían quedado cerca de la casa de ella. Aurora salió más allá de las 22.30 h, pero no fue hasta las 01.00 h cuando se encontró con Fidel, que admitió no saber qué había estado haciendo ella hasta entonces, pero que destacó que la vio rara. Contó también que Aurora le insistió en acudir al pub La Gioconda del puerto deportivo, y no a la cervecería Excalibur, donde iban a ir en un principio.
Entraron en La Gioconda y Fidel vio a Aurora intranquila, como si esperara a alguien. Recordó cómo entró un grupo de personas en el que había chicos y chicas. Le llamó la atención un hombre alto y moreno que bailó con ella.
Un día antes de que Aurora desapareciera, sus padres rememoran que en su cámara fotográfica había un reportaje hecho en el campo y que, por el orden de las fotos, había tenido que hacer el camino en coche acompañada de otra persona porque, además, remarcan que fue un día lluvioso y no estaba mojada cuando volvió.
Fruto de la investigación, tomada por el Cuerpo Nacional de Policía (CNP), se descartó a la expareja de Aurora y a la chica con la que tuvo el conflicto años atrás. También a su amigo Fidel. Tres días después de la desaparición, acudió a la policía un hombre para decir que, en la noche en la que Aurora y Fidel fueron a La Gioconda, una chica le pidió que lo llevara a casa.
Él declaró que ella desapareció de sopetón. Ese hombre se llama Edgar Mauriz Granell y en aquel entonces trabajaba en la cafetería Leman de la Rambla Nova, donde fueron sus padres acompañados de Fidel, quien se cercioró de que era el muchacho al que había visto esa noche bailando con ella.
La investigación avanzaba y se sopesó que ambos pudieran haberse conocido en un centro psiquiátrico, puesto que él, de diecinueve años en ese momento, tenía un trastorno mental provocado por el consumo de cannabis.
En el mes de septiembre, la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) de la Policía Nacional se encargó del caso desde Madrid después de que, el CNP de Tarragona, según los padres de Aurora, «no hiciera nada, fue un trabajo nefasto y a desgana; decían que Aurora se había marchado voluntariamente, encontraron posibles pruebas que no enviaron a analizar, pusieron trabas cuando se solicitó el registro de llamadas entrantes y salientes del móvil de Aurora y del fijo de la casa durante los últimos meses... Al final, los despidieron a todos».
La investigación, encabezada desde Madrid por el comisario principal Ángel Galán, destapó que algunos testigos contradecían la primera declaración de Edgar: tanto su encargado como una amiga suya aseguraron que él les había dicho que sí que la conocía. Por otra parte, trabajadores de locales cercanos aseguraron haberlos visto juntos esa noche en un Seat Ibiza rojo, el coche de él.
En su segunda declaración, admitió haber estado con ella en el vehículo, pero negó conocerla de nada. Dijo que la noche de la desaparición estaba trabajando, algo que se comprobó que era mentira. Posteriormente, rectificó su declaración, pero explicó que no se había movido de casa de su madre. La policía descubrió, no obstante, que esa noche había recibido numerosas llamadas desde ese domicilio entre las 20.00 y las 08.00 horas, por lo que también mintió. «¿Por qué mintió tanto?», se preguntan hoy María Dolores y José Luis.
En abril de 2005, se pinchó el teléfono de Edgar y de la casa de su madre. El mismo día, lo citaron a declarar con el objetivo de provocar que se pusiera nervioso y efectuara una llamada telefónica. Efectivamente, llamó hasta cuarenta veces a Juan José Rico, trabajador de Leman, y, cuando este se lo cogió, se citaron para hablar en una cafetería de Tarragona.
Tras el encuentro, la policía interceptó a Juanjo, quien admitió que, hacía ya más de un año, Edgar le había confesado que había quedado con Aurora la noche de su desaparición y que, mientras mantenían relaciones sexuales, ella había perdido el conocimiento y había muerto. Según el relato de Juanjo sobre lo que Edgar supuestamente le explicó, este fue a buscar una pala a casa de su abuela, enterró a Aurora en El Morell y se deshizo de la ropa en un bosque cercano a la casa de ella.
El juez ordenó la detención de Edgar y también de Juanjo. Detención que se produjo el 21 de abril de 2005. El segundo salió de prisión a los días y el primero tras dos meses y bajo una fianza de 12.000 euros. Ambos por falta de pruebas concluyentes.
Antes, a petición del juez, se había producido un careo entre los dos, en el que Edgar lo negó todo y contradijo la versión de Juanjo. Los policías llegaron a investigar el coche de Edgar, donde encontraros restos de semen y de sangre, estos últimos imposibles de analizar puesto a la poca cantidad que había.
Años después, se siguió buscando el cuerpo de Aurora en pozos de El Morell y en las ruinas del antiguo monasterio del Mas dels Frares. Hasta se utilizó un georradar, pero no hubo éxito.
Y, ahora, ¿qué?
Los padres de Aurora manifiestan estar hundidos y han repetido en diversas ocasiones que están seguros de que fue Edgar quien la mató. Es más, sus sospechas van más allá, pero, pese a su certeza, indican que les faltan pruebas: «Tenemos la sospecha muy fundada de que Edgar es el asesino y de que cambió el cadáver de sitio; tuvo mucho tiempo para hacerlo antes de que nadie se lo impidiera».
«Lo que pide el juez son documentos gráficos o testigos que lo relacionen directamente con la muerte», comentan. Lo que les reconcome por dentro es nunca haber podido localizar el cadáver y que el principal sospechoso siga libre por las calles de Tarragona.
«No podemos comprender que a estas alturas no haya una ley que nos ampare en estos casos y que, ante tantas pruebas, nos ayude a saber la verdad y a que él confiese», denuncian. El caso sigue activo si se encontrasen pruebas contra Edgar, lo que sí que ya no es posible es que haya nuevas personas investigadas.