Un entreno con helicópteros y barcos para garantizar la seguridad marítima
Torredembarra presencia un simulacro de rescate marítimo. Así sigue entrenando su exitosa gestión de seguridad en las aguas y playas, que se refleja en la ausencia de ahogamientos y víctimas este verano
Nuestra costa es un destino ideal para todo el que busque descanso entre sol y playa. Es un hecho. Por algún motivo nos debió escoger Octavio Augusto como residencia hace dos mil años. Ahora llegan centenares de miles de visitantes de toda Catalunya, España y Europa. Pero hay un problema, una lacra que cada año golpea y nos deja los más terribles titulares: las víctimas en las playas.
Este año ya llevamos 10 (5 en verano) y 2023 se cerró con 11 ahogados. Es inadmisible y se debe trabajar duro para rebajar estas cifras funestas. Bañarse en la Costa Daurada debería ser un privilegio, no una sentencia de muerte.
Torredembarra es un ejemplo de trabajo bien hecho. Cero tragedias en sus playas este verano (esperemos que así se mantenga). Sea por el motivo que sea, es una cifra muy positiva; ya nos gustaría que el Miracle de Tarragona pudiese presumir de este cero. En buena parte es gracias a la labor de preparación que se hace con simulacros como el que ayer vivimos en la playa de la Paella.
Mediodía de sorpresas
Casi suenan las doce del mediodía cuando un fuerte estruendo quiebra la tranquilidad de las playa torrenses. Es el rotor de un helicóptero. La sombra del vehículo atraviesa las arenas y secuestra la atención de la totalidad de los bañistas. El helicóptero de Salvament Marítim se detiene sobre el agua, a unos 250 metros.
El momento del clímax llega cuando una larga cuerda cae arrojada sobre el Mediterráneo y, sobre ella, un buzo que desciende. «¿Alguien sabe qué ha pasado?», «¿se ha ahogado alguien?» conforman la banda sonora. Se aproxima una moto de agua también. La expectación y el desconcierto son altos. Es un día gris, frío, no invita al baño. Por eso, la mayoría de bañistas prefieran sentarse en la orilla para disfrutar del ‘espectáculo’. Algunos usuarios montados en pedales deciden acercarse para verlo en primera fila. La cuerda alza al ‘rescatado’ junto al buzo. Unos chiquillos que estaban buscando conchas me preguntan preocupados, no entienden nada. Por solidaridad, contesto que es solo un simulacro. Varios bañistas respiran aliviados.
A su vez, empieza el segundo ejercicio de rescate y se aproxima una embarcación –sobre la que montaba el alcalde del pueblo, Vale Pino–. El barco repite la operación de salvamento. Pasan los minutos y la expectación disminuye, las familias retoman su nublado día de playa.
El helicóptero reprende el vuelo, para ejecutar una tercera y última operación, esta vez conjunta entre el helicóptero y el bote, que asegura el perímetro. Finalmente, media hora después, tal y como estaba previsto, finaliza el simulacro. El helicóptero se pierde entre el horizonte y la barca de la Policía Local regresa a puerto.
Es hora de las valoraciones. Desde el espigón –donde se ha supervisado la operación bajo la mirada de cámaras y prismáticos–, el inspector jefe de la Policia Local, Miguel Ángel Marchal, destaca el compromiso del municipio, técnico y político, para garantizar y reforzar su seguridad marítima. Asimismo, pone en valor los simulacros como este, que permiten capacitar y adaptar al personal.
Esperemos que se siga en esta línea de preparación técnica, siempre hace falta. Y, como dijo Marchal, toquemos madera para que la cifra de víctimas continúe inmutable.
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