Pere Frutos (K9 de Creixell): «No hemos dormido, no hay tiempo que perder»
Dos de los cinco componentes de la ONG ya están en Hatay (Turquía) buscando cadáveres o supervivientes bajo los escombros. Los otros aterrizarán en breve tras tramitar sus visados desde Portugal y Polonia
Sin dormir, sin descansar. Así ha empezado la ayuda de la ONG K9 de Creixell en las labores humanitarias en Turquía y Siria. Dos de los cinco activos de la entidad de Tarragona ya están en el terreno, en Hatay. Partieron de Barcelona el martes a las 15 horas con rumbo a Estambul. Y de allí por carretera hasta un segundo aeródromo, que los transportó hasta Hatay una de las ciudada ‘zona cero’ del terremoto del pasado domingo.
Con llamadas entrecortadas y poco tiempo para reflexionar, los dos integrantes del grupo Pere Frutos (presidente de la entidad) y su amigo Kiko Baltrons (ambos de Creixell) han pasado las primeras horas en la ciudad devastada por el terremoto. El lugar es un auténtico infierno, aunque las temperaturas son gélidas y muy bajas. Se trabaja sin parar, de día, de noche, a todas horas. Cada minuto cuenta.
Tras 36 horas sin parar, los do sintegrantes han vuelto al campamento. Exhaustos y esperando a sus compañeros. La idea es descansar unas horas y volver. «Esto es devastador. REstá todo arrasado, como si fuera una guerra», admite el presidente de la entidad tarraconense.
De hecho, uno de los dos perros ya marcó el primer rastro, el de un cadáver. Será posiblemente una rutina, recuperar cuerpos aplastados por los edificios que se desmoronaron en breves instantes en el momento más álgido del seísmo.
La jornada ha terminado con muchos marcajes, posiblemente todos cadáveres sepultados bajo toneladas de escombros. La gente está encima de ellos (al igual que el resto de equipos de salvamento) pidiendo ayuda, pidiendo que vayan a los edificios donde consideran que puede haber sus familiares.
«La situación es caótica y faltan manos», admite Frutos, que considera que las bajas temperaturas hacen todavía más complicada el trabajo. Los equipos van desbordados y mientras los perros de Pere y Kiko señalan la zona donde puede haber indicios de vida o un cuerpo de una persona, los equipos de extracción no dan abasto.
Mientras los dos creixellenses están en Hatay (su zona de actuación es a las afueras de la ciudad en Kahramanmaras), los otros tres integrantes del equipo están volando hacia Turquía.
Dos vienen de Portugal y un tercero en un avión procedente de Polonia, aunque el componente de la ONG es de la delegación de México (estaba en Polonia por asuntos personales).
Los tres tienen ya en el móvil la ruta que hicieron Pere y Kiko este martes para llegar a Hatay lo antes posible.
Allí se reagruparán bajo las órdenes de las autoridades turcas y de la ONU. Y mientras, los dos perros de la ONG K9 siguen olfateando entre los escombros en busca de más personas, vivas o muertas.
Las víctimas no paran de crecer
El número de muertos por los potentes terremotos del lunes superan hoy miércoles los 11.200, de los cuales 8.574 se produjeron en Turquía y 2.662 en Siria. En los dos países golpeados por el desastre se contabilizan también casi 55.000 heridos, muchos con fracturas y cortes de gravedad.
«Aquí en Kahramanmaras, en el epicentro del terremoto que golpeó diez provincias, puedo decir que por ahora hay 8.574 muertos y 49.133 heridos», declaró el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, en una visita a esa ciudad. En medio de crecientes críticas al Gobierno por la ausencia de ayudas en algunas zonas afectadas por el desastre, Erdogan se desplazó a Kahramanmaras y visitará también la provincia de Hatay, una de las más castigadas.
«Creo que mis ciudadanos, que siempre fueron pacientes, seguirán siéndolo, bajo la coordinación de AFAD (la agencia de emergencias turca) el Estado está aquí», declaró Erdogan, que en mayo afronta unas decisivas elecciones que evaluarán sus 20 años en el poder.
«El primer día hubo algunos problemas, pero el segundo y hoy las cosas están bajo control. Empezaremos a retirar los escombros y nuestro objetivo es reconstruir las viviendas de Kahramanmaras y las otras ciudades afectadas en el plazo de un año», prometió el presidente, que también anunció ayudas económicas para las víctimas.
Pese a que en Turquía hay desplegados unos 60.000 miembros de equipos de rescate en la zona más golpeada, la devastación es de tal grado y el área tan amplia que todavía hay lugares a los que no ha llegado ayuda alguna.
Numerosos ciudadanos describen una situación dramática en pleno invierno por la falta de servicios y bienes básicos, con la interrupción de los suministros de agua, electricidad y calefacción, la carestía de combustible y dificultades para obtener medicinas.
«¿Qué ha pasado con los impuestos que pagamos? ¿Dónde está la Media Luna Roja? No hemos recibido nada. Estamos haciendo nuestras necesidades entre cuerpos hinchados. Nos han dado una tienda en la que vivimos tres familias, pero tememos que los niños se congelen», relataba una mujer superviviente de Kahramanmaras a Halk TV.
Yilmaz Kurt, un médico especialista en urgencias que se desplazó a Maras con su coche cargado de material de primeros auxilios, declaró a EFE por teléfono que «la gasolina y el gasóleo para coches y vehículos encabezan la lista de necesidades».
«Ninguna gasolinera tiene combustible en la región. Muchos vehículos se detuvieron en la carretera al vaciarse sus depósitos. Las máquinas de trabajo tampoco pueden funcionar cuando se les acaba la gasolina», aseguró.
Los rescatistas siguen liberando con vida a personas después de llevar más de 50 horas bajo los escombros, pero las tareas son cada vez más desesperadas en medio de temperaturas gélidas y réplicas que complican los trabajos.
En Siria la cifra de muertos por los terremotos ascienden hasta ahora a 2.662 y el número de heridos a 4.985, mientras que cientos de personas continúan atrapadas entre los escombros más de 50 horas después del seísmo inicial.
Las áreas de las provincias noroccidentales de Idlib y Alepo, en manos de la oposición y fronterizas con Turquía, concentran el mayor número de víctimas en un país ya castigado por doce años de conflicto.