Niños de El Vendrell llevan a hombros la pasión costalera

Los pequeños crearon un paso junto a sus padres para recorrer las calles del núcleo en una procesión infantil

Desde muy niño Ismael ya jugaba en su casa cargando sobre sus hombros una silla a modo de paso de Semana Santa. Marcando un ceremonioso ritmo recorría el pasillo entre el comedor y su habitación. Nieto, hijo y sobrino de costalero para Ismael fue ayer un día de orgullo. Iba a ser costalero como su tío, su padre y su abuelo.

Ismael también asumía ayer la responsabilidad de ser capataz del paso infantil que estrenó la Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de las Penas de El Vendrell. Quince niños de entre 5 y 13 años fueron costaleros del paso con motivo de la festividad de las Cruces de Mayo.

‘Todos por igual’

Desde el exterior Ismael avisaba a los costaleros como lo ha visto hacer a su abuelo, a su padre y a su tío. «Te voy a llamar», alertaba a sus compañeros que esperaban debajo del paso en una calle en silencio. Desde el interior del paso respondían: «llama cuando quieras. Todos por igual» se oyó. Y el golpe seco del mazo hacía levantar el paso y los aplausos rompían el silencio. Con el mismo ritual y cadencia de voz de las procesiones de adultos.

La creación de una procesión infantil era un objetivo que la Hermandad de El Vendrell se planteó hace tiempo, pero ha sido con motivo del 25 aniversario de la agrupación que se realizado, explica Ildefonso Muñoz, hermano mayor de la entidad. «Para los niños y los padres ha sido una gran ilusión preparando juntos el paso, ensayando y finalmente saliendo a la calle en procesión». Muñoz destaca que el objetivo es mantener la procesión infantil cada año. «Porque también es una excelente cantera de costaleros».

Con banda de música

Los más pequeños lucieron en su procesión acompañados por la Agrupación Musical Virgen del Consuelo. Durante su recorrido por el núcleo urbano entre las iglesias de Fátima y de Sant Salvador se fueron realizando los cambios de costaleros de ocho en ocho.

Y a cada cambio los pequeños salían de debajo del paso con la ilusión de ser ya costaleros. Como sus tíos, sus padres y sus abuelos. «Es un sentimiento», explica Ildefonso Muñoz.

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