Cuando las cabras previenen incendios
El pastor Daniel Giraldo terminó ayer su transhumancia en l’Hospitalet de l’Infant. El detalle: lo hizo en la playa
Ya lo dicen, que la cabra tira al monte. Por algo será que existe esta tan conocida frase cuyo origen viene, seguramente, de muchos años atrás. Sea como sea, las 120 cabras de leche del pastor Daniel Giraldo sí que tiraron al monte. Lo hicieron en la transhumancia de Margalef que ayer terminió en L’Hospitalet de l’Infant y que permitió recuperar antiguos caminos ganaderos que confluían en nuestro litoral. Perdón, he dicho caminos ganaderos. Quería decir lligallus o carrerades, elijan ustedes mismos según se decanten por el argot del Camp de Tarragona o el de las Terres de l’Ebre.
Aclarado este pequeño malentendido, conozcamos a la familia ganadera de la asociación Manou, de Alforja. A simple vista no llamarían la atención: unos ganaderos más... Pero si les digo que los Giraldo mantienen viva la práctica de la transhumancia por la cordillera de Montsant, seguro que la cosa cambia. Y es que año tras año Daniel realiza, con sus cabras, un viaje que dura varias semanas buscando pasturas en la cima de la montaña. pero lo hace como antaño, es decir, como los pastores de antes de la llegada del ferrocarril, a finales del siglo XIX y principios del XX: a través de los lligallus –¡o carrerades!–.
Pero este año el viaje se ha desviado un poco. El experto en caminos ganaderos que siempre acompaña a Daniel, Joan Rovira, explica que, cuando todo el ganado iba a regresar a casa, el Centre d’Estudis de l’Hospitalet de l’Infant se puso en contacto con ellos y les pidió que fueran por la carrerada –barra, lligallu– del municipio.
Y así lo hicieron. Son solo cuatro kilómetros de camino, que unen el Cap de Terme en L’Hospitalet de l’Infant, y el Bosquet del Llastres, en Miami Platja, pero que tienen la particularidad de que no pasan por la cima de ninguna montaña, sino por la orilla del mar.
¿Y qué supone esto? Nada en especial, porque la esencia de la transhumancia se mantiene intacta. El paso de las cabras por el camino sigue teniendo la misma relevancia. Uno: se alimentan de lo que encuentran a su paso y por tanto, limpian el sotobosque y, atención, ¡previenen incendios! Dos: honran a aquellos que decenas de años atrás andaban kilómetros y kilómetros buscando comida para el ganado, entonces un bien imprescindible para sobrevivir. Y tres: ayudan a conservar el paisaje y ellas mismas se garantizan una alimentación de proximidad.
Ser pastor no solo consiste en vigilar el ganado. Y si no, que se lo pregunten a Giraldo: conocer el bosque y aprovechar sus recursos naturales con acciones como la transhumancia es lo que da sentido a su oficio. Sentido y amor.