Veinte años del 11M: «Sentí desolación y pensé que a cualquiera nos podía tocar vivir una situación así»
Veinte tarraconenses recuerdan qué sintieron ante el peor atentado de la historia de España, el del 11M de 2004, y por la polémica posterior sobre la autoría de la masacre con 193 muertos
¿Quién no recuerda el 11S de 2001? ¿La incredulidad por el hecho de que el país más poderoso del mundo se mostrase vulnerable? ¿O el 11M de 2004 y la rabia por la matanza y las mentiras posteriores? ¿O el 17A de 2017 en plena tensión política por la ebullición independentista? O, para las personas de más edad, el 20N de 1975 en que murió el dictador y nació la ilusión por un futuro en democracia. Todos podemos explicar al detalle qué hicimos y sentimos esos días.
En la víspera del vigésimo aniversario del peor atentado que ha sufrido España, el Diari ha preguntado a veinte tarraconenses (10 mujeres y 10 hombres) qué sintieron aquellos días. Entre los encuestados hay siete políticos y políticas de los principales partidos: PSC, PP, Vox, En Comú Podem, Esquerra, Junts y la CUP.
Más allá de los testimonios personales, un repaso a la hemeroteca refleja la inmensa solidaridad con las víctimas que recorrió todos y cada uno de los municipios de la demarcación así como la indignación de números ciudadanos por los burdos intentos del Gobierno de José María Aznar de atribuir la masacre en Madrid a ETA cuando todo apuntaba al terrorismo islamista. Y el enfado de otras personas porque el PSOE azuzaba las protestas ante las sedes del PP en toda España el día antes de las elecciones generales del 14M.
Aquellos tres días, y las vergonzosas imágenes y declaraciones en la posterior comisión de investigación, crearon la base de la situación actual: todo vale con tal de derrotar al enemigo político.
«No se puede olvidar el hecho de que el atentado se produjo a tan solo tres días de unas elecciones generales en España y con los atentados vivimos momentos de mucha confusión: ¿se pretendía crear inestabilidad a las puertas de unas elecciones?, ¿era cierto, como decían las primeras informaciones que era un atentado de ETA o finalmente era un atentado de terrorismo internacional de Al Qaeda?», se pregunta la abogada Encarna Orduna.
Para Orduna, «la primera sensación fue de impotencia, desolación, inseguridad. Pensé que a cualquiera nos podía tocar vivir una situación así».
«Lo que está claro es que la sociedad se movilizó ante tal situación y algo nuevo sucedió: hubo movilizaciones a través del teléfono móvil, a través de SMS. Quien fuera utilizó las nuevas tecnologías para movilizar a la ciudadanía. Creo que era algo inédito en España. También fuimos conscientes de la importancia de la gestión de la información en aquellos momentos teniendo en cuenta que el domingo se celebraban elecciones generales», continúa Orduna.
El diputado en Madrid por Junts, Josep Maria Cruset, coincide con Orduna: «La indignación fue generalizada y también sirvió para descubrir que estábamos en una nueva era. La era donde los móviles democratizaban la información, y los mensajes, entonces SMS, permitían por primera vez que los ciudadanos cuestionáramos la versión oficial».
El mismo jueves 11 de marzo y el viernes miles de personas se echaron a la calle en Tarragona, Reus, Tortosa, Valls... para gritar contra el terrorismo. El sábado las protestas se giraron, sin embargo, contra el PP, cuyo candidato, Mariano Rajoy, daba la victoria por descontada ante el aspirante socialista, José Luis Rodríguez Zapatero.
«Con unas inminentes elecciones a la vista estaba claro que el gobierno de Aznar quería desvincular los atentados del terrorismo yihadista. Antepusieron sus intereses a la verdad. Los fallecidos, los heridos y sus respectivas familias no merecían esa falta tan grave de honestidad, una flagrante mentira que mantuvieron durante días a pesar de que los datos evidenciaban que los atentados no habían sido perpetrados por ETA», afirma la restauradora y escritora Mary Herrera.
La visión del diputado del PP en el Congreso por Tarragona, Pere Lluís Huguet, es muy diferente: «El Gobierno cometió errores de comunicación. Quizás el primero fue querer informar en directo de lo que ocurría. En casos parecidos como los atentados de Londres se produce un cierre informativo de las autoridades para facilitar la investigación y no se informa hasta que se tienen datos concluyentes. Las elecciones del domingo siguiente provocaron que el Gobierno informara precipitadamente y la oposición vio una oportunidad de aprovechar los errores del Gobierno para dar un vuelco en las elecciones».
El diputado de Vox al Parlament por Tarragona, Sergio Macián, aprovecha para lanzar un dardo al Gobierno de Pedro Sánchez: «Recuerdo que en 2004 se apuntó a ETA dado el contexto político de aquella época y su historial de acciones terroristas. Acciones que, por cierto, los españoles no hemos olvidado, y he de apuntar que ahora esta organización está en las instituciones y sus herederos son socios del Gobierno».
Macián: «Posteriormente, surgieron sospechas sobre la participación de grupos vinculados al terrorismo islámico. La versión finalmente apuntó a que fue un grupo extremista islámico, pero con muchas lagunas, contradicciones y puntos sin resolver. Mi sensación evidentemente en los días posteriores fue de frustración por la utilización política de aquella tragedia por parte de unos políticos que, además, nunca estuvieron a la altura de las circunstancias y que hoy en día siguen generando dudas».
Otro diputado en Madrid, Fèlix Alonso, de ECP-Sumar, recuerda que «el día 13 recibí la llamada del coordinador general de Esquerra Unida, Jordi Miralles, ordenando que no fuéramos a ninguna manifestación delante de la sede del PP. En cambio, sí que, rompiendo un tabú muy arraigado de respetar el día de reflexión, salimos a las 20 horas con mi padre, militante de Esquerra Unida, mi hermano, 6 ó 7 compañeros de Alternativa Altafulla y una pareja de militantes del PSC por las calles de Altafulla para mostrar con una cacelorada nuestra indignación por las mentiras del Gobierno y solidaridad con las víctimas. La sensación fue de vacío, de silencio, de gente encerrada en sus casas con miedo a sumarse a las protestas».
Lo que queda claro es, 20 años después, que la ciudadanía estuvo a a la altura. Y lo sigue estando. Quien no lo estuvo entonces ni lo está hoy tampoco es gran parte de la clase política.