El papa no abordó los abusos en la Iglesia española en su insólita convocatoria de obispos

La reunión en el Vaticano había suscitado una enorme expectación por su carácter insólito, pues los papas rara vez convocan a los episcopados nacionales en pleno, que solo suelen llegar a la Santa Sede en peregrinación «Ad limina» cada cinco años

El papa Francisco se reunió este martes 28 de noviembre durante más de dos horas con los obispos españoles para tratar la reforma de los seminarios, pero sin detenerse en el tema de los abusos: «No nos ha tirado de las orejas», dijo el presidente de la Conferencia Episcopal española, Juan José Omella.

«Nos tiraban aquí alguna cosa muy grave que había pasado en España, no, era un diálogo fraterno (...) Ha sido un diálogo cordial y no un tirón de orejas», describió gráficamente el cardenal en una rueda de prensa en el Colegio Español de Roma.

La reunión en el Vaticano había suscitado una enorme expectación por su carácter insólito, pues los papas rara vez convocan a los episcopados nacionales en pleno, que solo suelen llegar a la Santa Sede en peregrinación «Ad limina» cada cinco años.

Un precedente fue cuando Francisco convocó a todos los obispos de Chile en 2018 y estos acabaron presentando su dimisión en bloque a causa de un espinoso escándalo de encubrimiento de abusos sexuales.

En esta ocasión, llegaron al Vaticano a primera hora de la mañana unos 80 prelados de toda la geografía española, a bordo de tres minibuses, y fueron recibidos a puerta cerrada por el pontífice, en los últimos días aquejado de una «inflamación pulmonar».

La Conferencia Episcopal había avanzado, tranquilizadora, que el motivo de la convocatoria era informar el pontífice de la puesta en marcha del nuevo Plan de Formación de los seminarios españoles, recogido en el documento «Ratio Fundamentalis» de 2016.

Sin embargo, la llamada a filas de Francisco se produce mientras la Iglesia española capea el escándalo de los abusos sexuales.

El pasado octubre, el defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo, estimó en un informe que el 1,13 % de los españoles mayores de edad revela que ha sufrido abusos en el ámbito religioso. Por eso, el episcopado español encargó un informe sobre los abusos al bufete Cremades & Calvo-Sotelo que espera recibir en torno al 14 o 15 de diciembre y del que ya ha recibido un avance de unas 800 páginas.

Pero, finalmente, Francisco no se detuvo a analizar este problema, ni siquiera otros temas como el contexto político español, sino que se centró en la reforma de los centros de formación católicos y en el examen del informe realizado por dos obispos uruguayos sobre la situación de los seminarios en España a principios de año.

En España hay un total de 86 seminarios desperdigados en diversas «casas de formación», de los que 40 son los clásicos, acogiendo a sus propios seminaristas. De ellos, 29 están adscritos a una diócesis y 15 son seminarios «Redemptoris Mater», neocatecumenales. Se trata de una red formativa que afronta «una compleja realidad», dijo el cardenal Omella.

Por eso, sobre la mesa estuvieron temas como «la formación de los seminarios, la experiencia pastoral, la formación humana, teológica y pastoral» de los candidatos a sacerdotes, así como «la unidad de la formación en un único proceso de cuatro etapas».

«La Santa Sede quiere empezar este proceso de planes de formación con nosotros», planteó por su parte en la rueda de prensa Jesús Vidal, obispo auxiliar de Madrid y presidente de la subcomisión episcopal para los seminarios.

Vidal explicó que se trató el modo de formar a los jóvenes en una sociedad «de cambios vertiginosos», aunque también se habló de la baja natalidad y de la acogida de los seminaristas extranjeros que llegan a España, apuntó Omella.

En cuanto al estado de salud del pontífice argentino, el presidente de los obispos españoles explicó que su gripe parece ya pasada, tanto que pudo asistir al «cónclave», aunque sigue sufriendo sus problemas de rodilla que le obligan a usar bastón.

«Ha estado dos horas y pico y no ha tosido ni una vez. Este hombre está más sano que nosotros, que alguno tosía», ironizó el purpurado, para asegurar después que el papa, de 86 años, «estima y conoce mucho España».

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