El negocio de las orquestas rebrota tras un batacazo de más del 40%
Con media provincia en fiestas, el sector de la música de baile vive una ligera recuperación, a pesar de que los cachés continúan a la baja. Muchas bandas ya no son profesionales
Media Tarragona está de verbena, entre la barra, el gintonic y el pasodoble. Alrededor de medio centenar de municipios de la provincia mitigan los calores sumergiéndose en sus festejos tradicionales. El cénit de la música de baile en directo llega este fin de semana, con un día festivo añadido para alargarlo, y para testar cómo va la contratación de orquestas, un termómetro que sirve para calibrar una arista más de la recuperación económica.
Si en 2013 se tocó fondo, después de un brutal batacazo del negocio que rondó el 40%, en los dos últimos años se había producido cierta recuperación, una dinámica positiva que se prolonga en este 2016, aunque con matices y de forma, en ocasiones, velada, y siempre muy lejos de los buenos tiempos en el sector.
En Catalunya 2015 fue un año de repuntes y esperanza. Las orquestas de baile mantuvieron la línea ascendente, con un 2,6% de aumento de la contratación, gracias a los excelentes resultados de bandas catalanas de referencia como Selvatana y Bisbal, además de por el crecimiento considerable de Montgrins o Nova Saturno, conjuntos asiduos a los guateques tarraconenses.
Menos margen de ganancia
El gremio vive un ligero repunte de la actividad por parte de los ayuntamientos (los principales contratadores) aunque sigue sumido en la incertidumbre de un sector sometido a cambios profundos. «La contratación ha aumentado un poco. Los presupuestos de los ayuntamientos para fiestas han subido, pero seguimos reduciendo los márgenes de las orquestas y los espectáculos. La banda que el año pasado cobraba 3.000, ahora se lleva 2.800, por la altísima oferta que hay», cuenta Carlos Barceló, gerente de Organizaciones Artísticas Barceló, una firma con sede en Móra d’Ebre que lleva a más de 40 orquestas.
Los conjuntos lidian con una competencia feroz, a menudo por parte de bandas que llegan procedentes de Aragón o la Comunitat Valenciana. «Cada uno se busca la vida, y muchas orquestas vienen a precios reventados. Ha entrado mucho grupo de aficionados, que van secuenciados, que no ofrecen la misma calidad que una gran orquesta, aunque sí espectáculo», agrega Barceló. El dj, la disco móvil o los conjuntos reducidos son la alternativa asequible a la música de gran formato y a esas agrupaciones clásicas e históricas que, en ocasiones, superan la decena de intérpretes sobre el escenario y conllevan una compleja logística de traslado y montaje. «Siempre quieren algo barato, pero que sea bonito», dice un empleado del sector.
La puesta en escena o la propia calidad de los músicos son cuestiones a las que, dado el caso, el ayuntamiento puede renunciar. «La situación es inestable. Todo se reserva bastante a última hora, y nos hemos acostumbrado ya al regateo. Antes era mucho más fácil mantener tu tarifa. Ahora no. Hay una negociación y a veces tienes que ceder. A pesar de ello, sí que se nota un cierto repunte de actividad», admite Xavier Planes, responsable de la Orquesta Rosaleda, un combo con más de 70 años de historia. Otra formación de enjundia es la orquesta Cimarrón, una banda nacida en Tortosa en 1971, muy habitual en los festejos municipales de las Terres de l’Ebre. Así diagnostica la situación Antoni Espinòs, miembro fundador: «Quizás ha habido un incremento de un 2% en cuanto a actividad, pero los precios han bajado en picado. Ya no hay precios ni cachés. Se aprovechan de la miseria. A lo mejor tu tarifa es de 6.000 euros. Te dicen: ‘Tenemos 5.000’. ¿Y qué haces?. Muchas veces aceptas».
Cimarrón tiene cuatro actuaciones más que el año pasado, una leve mejoría, aunque insuficiente para compensar la gran debacle. «En los años de la crisis el trabajo llegó a bajar un 60%», añade. Otra de las orquestas ubicuas, experta en poner a bailar al vecindario en las plazas mayores de Tarragona, es la Girasol. «Está mejorando la situación. En 2014 se tocó fondo. Estamos remontando, aunque a fuerza de ajustar muchos los precios», reconoce Martí Coll. Entre Sant Joan y septiembre, la popular orquesta, un referente de la fiesta tarraconense al aire libre, ofrecerá 35 ‘bolos’, un 20% más que el año pasado. «Se nota que hay más alegría, más movimiento, que las cuentas de los municipios están un poco mejor que hace unos años», recalca Coll. La Girasol tocó ayer en La Canonja, hoy lo hará en Botarell y a finales de mes paseará su repertorio por lugares como Albinyana o Santa Oliva.
Parte de las fiestas estivales también apuestan por los conjuntos de versiones. Según el Anuari de la Música 2016 editado por la Associació Professional de Representants, Promotors i Mànagers de Catalunya, se perpetúa la mejora registrada el año pasado en cuanto a bandas de homenaje y tributos. En 2015 el negocio en Catalunya creció un 6%. Formaciones como Hotel Cochambre (116 bolos), La Montecarlo (82) o Grup Què tal (72) son punteras en este panorama al alza.
Sin embargo, tras los focos, los vatios de sonido y los bailes en el escenario, se halla una realidad amarga: la mayor parte de los músicos que vivían exclusivamente de las orquestas ya lo han dejado de hacer. «Hasta hace cinco años vivíamos de Cimarrón. Durante 40 años, todos los músicos hemos sido profesionales de esto, hemos pagado nuestras hipotecas, hemos criado a nuestros hijos, pero ahora no. Esto se ha convertido en un hobby, y además carísimo de mantener», aclara Antoni Espinòs. «Ahora quedan muy pocas orquestas que vivan exclusivamente de la música durante todo el año. Se han tenido que buscar la vida», sintetiza Carlos Barceló desde Móra d’Ebre.