Un apasionado de los animales sagrados del antiguo egipto
Se pasó diez meses en el Cairo yendo de biblioteca en biblioteca para su tesis doctoral
Tenía clara su vocación de historiador pero nunca se hubiera imaginado integrarse en el mundo de la egiptología ni estar trabajando en una prestigiosa institución académica británica que tiene todo el legado documental del descubrimiento de la tumba de Tutankamón, del que ahora se cumple un siglo. El alcoverense Francesc Bosch Puche se ha convertido en un experto en todo lo relacionado con este faraón. No en vano por sus manos han pasado documentos originales de aquella época y, principalmente, los ha analizado y los analiza para servir a otros historiadores y también para publicar artículos. Bosch ha pasado unos días en su pueblo natal, donde dio una conferencia, al igual que en el Festival Tarraco Viva, sobre el faraón egipcio.
Francesc Bosch (Alcover, 1978) estudió en el colegio público de su localidad. Cursó la carrera de Història en la Universitat Rovira i Virgili (URV). Estuvo trabajando tres años en la extinguida empresa Codex, principalmente en excavaciones del mundo romano y algo de medieval. «Mientras trabajaba me vino a ver un compañero. Me dijo que la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) hacía un máster de egiptología –es el único oficial en todos los países de habla hispana, y donde ahora da clases–. Y me apunté, mientras seguía en Codex. Lo hacía por gusto». Se sacó dos másters y un postgrado. Allí se adentró en el mundo egipcio y aprendió a leer jeroglíficos. Sus vacaciones consistían en coger la mochila y recorrer Egipto, país en el que había estado de viaje de final de carrera.
A los tres años de estar trabajando, «quedé alucinado de este mundo, me gustó tanto que dejé Codex». Hizo su tesis doctoral en la Universitat de Barcelona sobre Alejando Mando como faraón: «Me pasé diez meses en El Cairo yendo de biblioteca en biblioteca».
Cuando terminó la tesis hizo dos años de postdoctorado con una beca y estuvo en Oxford. «En 2012 salió un trabajo en el Briffith Institute –creado en 1939 para promover el estudio de la egiptología en el próximo oriente antiguo–, que está asociado a la Facultad de Estudios Orientales de la Universidad de Oxford. Era un trabajo fijo al que nos presentamos unas 50 personas». Y ganó la plaza.
«Mi labor es trabajar para dos proyectos bibliográficos. Analizamos publicaciones y las ponemos en la base de datos. El archivo que tenemos es una pasada. Vemos acuarelas de los primeros visitantes y de las primeras excavaciones, planos, dibujos, notas, fichas de registros de cada una de las piezas encontradas, etc». Incluso un juego de los negativos originales –en vidrio–, diarios de excavaciones y el plano original de la cámara funeraria dibujado por Howard Carter.
Su trabajo es prácticamente todo de despacho. Por ello, cuando tiene tiempo libre o en sus vacaciones se marcha a algunas de las excavaciones que hay en Egipto. La primera vez fue en 2013 y es la misma en la que ha trabajado este año –estuvo quince días en febrero–. Es el Proyecto Djehuty, en Luxor, en la zona de la ribera occidental, Dra Abu el-Naga, en las excavaciones TT11 (Djehuty) y TT12 (Hery). Allí hay tumbas muy importantes y que en el futuro se abrirán al público.
Este proyecto está dirigido desde el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) por el investigador José Manuel Galán, del Instituto de Lenguas y Culturas del Mediterráneo y Oriente Próximo. Los trabajos, en las que participa gente de todo el mundo, son muy importantes por el culto a los animales sagrados, «que es el tema a mí me va». Explica que en dichas tumbas, al principio enterraban a los faraones, pero que después los sacaron para poner animales, como el ibis y halcones, »estamos hablando de centenares de miles».
Y en noviembre estará en Egipto para participar en los actos del centenario del descubrimiento de la tumba de Tutankamón. En Luxor, el día 4 –cuando se descubrieron los primeros peldaños de la tumba– dará una conferencia, «hablaré de la colección de papeles que tenemos». De todas formas, reconoce que este faraón no fue el más importante que tuvo Egipto, porque murió a los 19 años. Su importancia radica en que es la única tumba «que nos ha llegado intacta».