Martín Romano: «La lectura, en una cárcel, colabora a bajar la tensión»

Profesor de Lengua castellana y Literatura, es el nuevo librero de Valls. Al frente de Petit Imperi, la antigua Adserà, quiere hacer del establecimiento un polo cultural en el municipio

Martín Romano es profesor de Lengua castellana y Literatura. Sin embargo, «por esas cosas del destino», como él dice, no puede ejercer porque hasta el momento no ha podido homologar su título argentino. Casado con una catalana, «siempre hemos tenido un pie aquí y otro allí», hasta que las políticas de Mauricio Macri los propulsó a buscar un nuevo horizonte, hace ya seis años. Una tarde acompañó a su hijo hasta la antigua librería Adserà de Valls, donde residen, y leyó el cartel de «se traspasa». Fue el inicio de su nueva vida. Romano se quedó el establecimiento que Gertri dejaba atrás y el pasado mes de septiembre, jugando con su apellido, abrió su propia librería con el nombre de Petit Imperi.

Un profesor metido a librero. Referentes no le faltarán.

No. Y después hice la especialización de educación en contextos de encierro, que es a lo que me he dedicado gran parte de mi vida.

¿Encierro?

Cárceles, básicamente. Mi tema fue la lectura dentro de la prisión y la hipótesis que planteo es que la lectura colabora a bajar las tensiones propias del encierro y proporciona el proceso de reinserción social.

¿En voz alta?

Me di cuenta de que todas mis observaciones estaban más relacionadas con la lectura que con la educación y también con los tipos de lectura. Es decir, uno conceptualiza la lectura como una actividad silenciosa, individual, interior, encapsulada. Sin embargo, esa es una concepción bastante moderna de la lectura.

Porque antes el pueblo no sabía leer.

Exactamente. Desde sus orígenes, siempre había una persona que leía para el resto. Yo leía en las pulperías en Argentina, donde se toman tragos. La lectura siempre ha sido una actividad comunitaria, de intercambio. La compartida, en voz alta, hasta no hace mucho era una práctica muy común en los salones literarios. O en los monasterios. Truman Capote tenía una vertiente vedette. El primer capítulo de sus libros era todo un evento social de envergadura. Lo leía en voz alta, cerraba el libro y era como «ahora lo compras». Era un boom de venta.

¿Y esto lo va a poner en práctica en Petit Imperi?

Quiero hacer de la librería un polo cultural. Soy un gran consumidor de lectura y comprador de libros, no compulsivo, pero soy un comprador de libros. Y en ese contexto fui a la antigua librería Adserà con mi hijo. Creo que es una dimensión posible donde puedo capitalizar ese bien cultural que tengo. Ese bien simbólico que no puedo poner al servicio de otra cosa, lo puedo capitalizar a través de esta dimensión laboral, comercial. Es muy interesante porque son dos conceptos que en principio chocan, pero que en este plano se han amalgamado, la lectura y la simbolización, la construcción de sentido y el comercio.

¿Quién mandará?

Tengo claro que es el consumidor, la parte comercial. Para hacer lo que a mí me gusta ya armo mi biblioteca. Para armar una librería, tengo que hacer lo que me demande la gente, saber qué es lo que quieren leer, qué es lo que les gusta y es por ahí por donde se moverá Petit Imperi. Además, como local, ofrece unas vías alternativas que son las representaciones de libros, los talleres y clubs de lectura y escritura, lecturas comentadas, en voz alta y también cruzadas. Ya hubo experiencias que puso en marcha Gertri, sobre todo en cuestiones infantiles.

Muy en auge actualmente.

Sí porque por algún lado hay que introducir a los niños en la lectura, a los chicos, como decimos nosotros. No en la lectura mecánica, digamos, sino en ese concepto de que hay un suplemento de realidad en la imaginación. Es importante trabajar con ellos la cuestión de contar cuentos, de teatralizarlos, de los títeres. Y también hay que decirlo, los chicos son un anzuelo comercial muy interesante porque generan movimiento, porque nos llenan la librería de gente, porque es una actividad lúdica, atractiva, emocionante, que además tiene posibilidades comerciales.

¿Lecturas cruzadas?

Es una dinámica interesantísima. Se pone en juego un tema, como por ejemplo el racismo o la inmigración. Cada asistente llega con un libro diferente que hable de ese tema. Ello da lugar al intercambio, a la rotación. Porque en definitiva, ya lo dijo Peirce, en 1890, la realidad es discursiva, se construye en el discurso. Y cuando los discursos varían tan peligrosamente, como estamos viendo en el caso del fascista Bolsonaro, en el caso del neoliberal Milei, que niegan los desaparecidos de la dictadura, que niegan las atrocidades del pasado, que vemos tantos chicos jóvenes repitiendo tan alegremente estas cuestiones... Entonces, es lindo someterlo a debate.

¿Cómo lleva el catalán?

Muy bien. Yo estoy casado con una catalana y cuando llegamos a Valls entendí que tenía que aprender catalán. Ahora he hecho el examen de B1. Y la entidad Vallsgenera te ayuda. Me han tratado con muchísimo amor, con muchísima aceptación, a mí y a todos los que estábamos allí.

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