La moda se ha convertido en una de las industrias más contaminantes y está llevando al planeta a la ruina. Y es que la llamada fast fashion genera un comprometido círculo del que es difícil salir: prendas a precios bajos, llamativas para el consumidor, pero de escasa durabilidad, unas propuestas que pasan de moda en poco tiempo, perfiles en redes sociales que muestran novedades prácticamente a diario... Usar y tirar se ha convertido en una acción habitual que origina toneladas de residuos, amén de que este modelo de negocio es responsable del 10% de las emisiones de CO2 a la atmósfera, de consumir un 3% del total del agua disponible en el planeta y contaminar el 20 % del agua potable mundial por culpa de los tintes y los acabados.
Además, los materiales con los que se confeccionan las prendas suelen ser artificiales y precisan grandes cantidades de productos químicos tóxicos que acaban en las aguas de los países fabricantes, afectando al ecosistema y las personas. Por no hablar de los tóxicos que quedan en la prenda y provocan problemas dermatológicos.
De media, desechamos las prendas después de haberlas usado solo entre 7 y 8 veces
Las plataformas online contribuyen a subirle la temperatura esta fiebre consumidora: compras a un simple clic, ofertas que van más allá de la época de las rebajas, poder efectuar las devoluciones de forma gratuita, aplicaciones que permiten pagos a plazos de cualquier importe... El monstruo que esta industria ha tejido es imparable y el consumo de ropa no para de crecer.
El desierto de ropa
Hace pocos meses se popularizó una fotografía donde se apreciaban millones de prendas de ropa, zapatos y otras piezas textiles arrojadas en un vasto espacio de tierra, formando una gigantesca montaña. Es el segundo espacio del mundo con más acumulación de deshechos. Lo denominan ‘el basurero del mundo’ y se encuentra en El Paso de la Mula. Acumula entre 11.000 y 59.000 toneladas de este material: el doble del peso del puente de Brooklyn.
Semejante imagen no hace más que demostrar la terrible realidad que ha gestado el sector. La ONU asegura que en la actualidad, compramos un 60 % más de ropa que hace una década, aunque la llevamos puesta menos tiempo que nunca. De hecho, explican que «entre 2000 y 2015 la producción de prendas de ropa se duplicó en todo el mundo, mientras que su uso se redujo»: se estima que, de media, desechamos las prendas después de haberlas usado solo entre siete y ocho veces. «En Europa, cada persona consume 26 kilogramos al año y tira 11 kilos, lo que traduce en 5,8 millones de toneladas de residuos textiles anuales», rematan.
Y las previsiones futuras no son mejores: según la Federación Española para la Recuperación del Reciclaje (FER), para el año 2030, «se estima que el consumo de prendas incrementará un 63% alcanzando los 102 millones de toneladas, es decir, 11,9 kg por habitante y año a nivel mundial».
Por contra a lo que se suele pensar, menos del 1% de los residuos textiles se reciclan para hacer prendas nuevas. Alrededor del 87 % se incinera, lo que conlleva emisión de gases tóxicos a la atmósfera o bien acaba en vertederos de Europa del este, Asia, África o América del Sur.