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El talento global se fija en Tarragona

Una comunidad de profesionales y emprendedores altamente cualificados ha decidido fijar su residencia en el sur de Catalunya: la calidad de vida y la cercanía a Barcelona son factores decisivos

14 octubre 2024 10:46 | Actualizado a 14 octubre 2024 11:43
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El talento global se fija en las comarcas del sur de Catalunya. La pandemia de Covid-19 marcó un punto de inflexión, con la llegada de perfiles profesionales que buscaban alejarse de las grandes concentraciones urbanas para fijar su residencia en entornos que les permitiesen un estilo de vida con otra escala, en busca de lo que se conoce como ‘calidad de vida’.

Un concepto flexible, a menudo sujeto a percepciones y prioridades personales, pero en el que pueden identificarse también algunas características comunes: buen clima, costes residenciales y de vida asequibles para el nivel de ingresos del que se dispone, acceso a servicios (sanidad, educación...), buena oferta de ocio, cultura y gastronomía, interacciones sociales a una escala más humana, conectividad, seguridad.

En muchos de estos elementos, las comarcas del sur de Catalunya cuentan con activos valiosos. En otros, deben mejorar. En cualquier caso, los profesionales que, desde el año 2020, tomaron la decisión de fijar su residencia en este territorio, no solo no se han arrepentido, sino que su experiencia ha servido de reclamo para que otros sigan sus pasos.

La decisión de fijar su residencia aquí, preferentemente en áreas cercanas al mar y con buena conectividad con la ciudad de Barcelona y los vuelos internacionales del aeropuerto de El Prat, ha sido en este caso puramente personal. No se trata de perfiles internacionales que llegan de la mano de empresas multinacionales con centros de trabajo en el territorio, a los que ‘les ha tocado’ venir a vivir aquí, igual que les podía haber tocado Canadá o China.

Son, la mayoría, residentes por decisión propia, con trabajos que a menudo están repartidos por el mundo o en la cercana Barcelona, y con fórmulas híbridas en las que tan pronto pueden teletrabajar un par de días a la semana, como desplazarse a una reunión en Barcelona o tomar un avión para pasar una semana en San Francisco.

Son profesionales en activo muy cualificados, con trabajos globales o internacionalizados

Muchos de ellos rechazan el término expat, vinculado a ese profesional que llega de la mano de una empresa, a menudo con su familia, por un periodo determinado y con fecha de caducidad, que le gestiona desde su residencia hasta la escuela de los niños, pasando por el coche que conducen.

A diferencia de la comunidad de expats que puede encontrarse en Barcelona, este talento global que ha decidido fijar su residencia en el sur de Catalunya ni es tan identificable ni ha provocado algunos de los choques que ya se empiezan a ver ahí, señalándolos como impulsores de la gentrificación o acusándoles de querer vivir en una burbuja de expats, sin interesarse por la sociedad que les rodea.

De hecho, ni el término expat encaja aquí en muchos casos a nivel formal, ni es tan fácil de clasificar. Ahora, algunos de ellos se están organizando, a través de un grupo de WhatsApp al que han llamado Tarragona Internacional, y donde es requisito comunicarse en inglés. Suman ya cerca de 700 personas. La voluntad es constituirse próximamente en asociación, para fortalecer vínculos con la sociedad en la que conviven.

En otros casos, sus interacciones son menos estructuradas. Pero todos tienen como denominador común ser profesionales en activo altamente cualificados, con trabajos globales o con un grado de internacionalización significativo, que han decidido fijar en este territorio su residencia y la de las familias que acompañan a muchos de ellos. ¿Quiénes son, qué les ha atraído de este territorio y qué impacto pueden tener en él? ¿Se abren oportunidades con su llegada? Y, de ser así, ¿cómo aprovecharlas?

Calidad de vida

Ivan Bofarull, Chief Innovation Officer de la escuela de negocios Esade, es uno de los casos de talento internacional que decidieron instalarse en este territorio tras el estallido de la pandemia de Covid-19. «Nosotros vinimos a vivir a Altafulla -explica- en el verano de 2021, y nuestra decisión fue familiar. Fundamentalmente tenía que ver mucho con mejorar nuestra calidad de vida, con un foco bastante claro en la vida de nuestros hijos».

«Cuando tomamos esta decisión durante la pandemia -prosigue Ivan Bofarull-, vivíamos en Barcelona. Y, de la misma manera que la pandemia forzó a las organizaciones a replantear su negocio desde cero, nosotros nos replanteamos cómo vivíamos desde cero».

La cercanía con Barcelona y su conectividad son fundamentales

«¿Por qué Altafulla? Porque nos gusta el entorno y la playa, pero también porque no queríamos estar más lejos de una hora de Barcelona. Para nosotros era fundamental, en primer lugar, una distancia con Barcelona razonable. Después, acceso a alguna escuela internacional con educación de calidad. Y, por supuesto, que hubiese un salto real a nivel de calidad de vida en el día a día: más conexión con la naturaleza, más espacio para vivir, una dimensión más humana».

«También hay el factor precio -señala Ivan Bofarull-, que es algo muy importante. Aquí puedo tener una calidad de vida dos veces superior a Barcelona con un precio dos veces inferior, con lo cual se multiplica por cuatro la sensación de calidad de vida».

«Mucha de esta gente son capaces de generar negocios. Esto no se ha detenido, va a más» (Armand Bogaarts, Emprendedor)
«Tener gente preparada y cualificada es fuente de competitividad, sin discusión» (Josep M. Arauzo-Carod, URV)

A nivel profesional, Ivan Bofarull explica que «no soy un trabajador en remoto, porque no hago distinción entre lo remoto y lo presencial. El hecho de vivir un poco más separado de mi centro de trabajo habitual, que es el campus de Esade en Pedralbes, me ha permitido repensar mejor el tipo de valor que aporto. Por ejemplo, los días en los que el trabajo es pensar y escribir, normalmente lo hago mejor desde casa. Pero también viajo mucho. La semana pasada en Londres, esta en Nueva York. Y como que viajo mucho, en el fondo me es igual vivir en Barcelona que en Altafulla. De hecho, el aeropuerto me coge en el lado bueno de Barcelona, y desde aquí son solo 40 o 45 minutos hasta él».

La alemana Christiane Greilach, Global Senior Marketing Manager de la multinacional estadounidense de software Autodesk, fue otro de los casos que durante la pandemia abandonaron Barcelona, a donde había llegado hace 20 años, trabajando en grandes multinacionales tecnológicas, para trasladarse con su pareja hasta el sur de Catalunya, en este caso en Miami Platja, en Mont-roig del Camp.

El equipo que lidera está repartido por todo el mundo, con un modelo híbrido que combina el trabajo en remoto con el trabajo presencial, donde hay desplazamientos hasta las oficinas de esta empresa en Barcelona, pero también vuelos de avión intercontinentales.

Socializar y establecer vínculos es una necesidad básica para estas personas

«Es un modelo flexible -explica Christiane Greilach-, en el que solo te reúnes con la gente en la oficina para algo específico. De vez en cuando voy a la oficina de Barcelona, pero todo el equipo está en otros países, fundamentalmente en EEUU. Por eso es importante para mí un acceso fácil al aeropuerto. Hace dos semanas estaba en Boston, y la semana que viene tendré que estar en Londres. Además, tengo fibra, que es algo muy importante también para mí».

¿Por qué Miami Platja? «Necesitaba este cambio -relata-, para pasar de una ciudad muy atractiva, como Barcelona, a algo bastante más tranquilo. Es verdad que el círculo de mis amistades sigue estando en Barcelona. Para socializar, al trabajar desde casa, mi capacidad de conectar y hacer amistades es más limitada. Pero no es nada insalvable: ir a Barcelona no es nada difícil. Tengo un compañero que vive en Napa Valley pero su oficina está en San Francisco, y no tiene problema en conducir una hora».

Tarragona Internacional

Esta facilidad de socialización e integración es la que persigue el francés Damien Bruneau, emprendedor digital, que lidera la iniciativa Tarragona Internacional, en camino de constituirse en asociación, a partir de un grupo de WhatsApp creado hace dos años, que actualmente cuenta con 680 personas registradas y 46 subgrupos especializados.

«Buscamos más conexión con la naturaleza, más espacio para vivir, una dimensión más humana» (Ivan Bofarull)

Llegado a la zona del Baix Gaià durante la pandemia con familia en edad escolar, procedentes de Praga, buscó explícitamente residir en este territorio. «Yo ya había vivido anteriormente ocho años en Barcelona -explica Damien Bruneau-, pero aquí encontré tranquilidad y calidad de vida. Lo que falta ahora es una comunidad para atraer talento de fuera. La gente viene hasta aquí o por trabajo, o buscando calidad de vida. En mi caso soy emprendedor y trabajo en remoto, pero aunque pudiera, no me apetecería ir a vivir a Londres, Nueva York o París. Mi intención es construir comunidad en Tarragona, y por eso estoy haciendo Tarragona Internacional».

Pero, aunque ve una oportunidad para este territorio en la captación de talento internacional, su experiencia previa en Barcelona y su conocimiento de la realidad del mundo expat le llevan a buscar una fórmula que se adelante a los posibles problemas y potencie las oportunidades.

«Es verdad -reconoce Damien Bruneau- que los expats de Barcelona están en una burbuja, y no quiero que sea así en Tarragona. En Barcelona se puede vivir hoy totalmente hablando en inglés, pero la gente está bastante sola, desconectada. Aquí, la naturaleza, la tranquilidad de la Costa Daurada, ayuda a que eso no sea así. Es más interesante integrarse a largo plazo, con gente abierta».

Armand Bogaarts es un emprendedor procedente de los Países Bajos, afincado en la zona del Baix Gaià hace dos décadas. Es una de las personas que está impulsando, junto a Damien Bruneau, la constitución de la futura asociación Tarragona Internacional.

«Yo ya había vivido anteriormente ocho años en Barcelona, pero aquí encontré tranquilidad y calidad de vida» (Damien Bruneau)

«Cuando yo llegué aquí hace 20 años -explica Armand Bogaarts- me sentía bastante solo. Estuve sintiéndome como un turista durante los primeros cinco o seis años, y si no hubiese sido por mi mujer, poco me unía a aquí. Poco a poco empecé a conocer gente, y eso cambió. Hacer amigos es muy importante. Por eso, el primer objetivo de este grupo de WhatsApp que se creó es que la gente que llega aquí tenga facilidad de hacer amigos».

Es decir, establecer vínculos, que no necesariamente deben ser laborales. «Respecto a hace 20 años, cuando yo llegué, el mundo ha cambiado mucho. La gente puede trabajar a distancia, con un trabajo en Barcelona o más lejos, y un par de días puedes trabajar en remoto. Pero el talento internacional no se queda en un lugar si no puede hacer amigos. Había una necesidad brutal de socializar».

Una necesidad que se dispara con la Covid-19 y la eclosión del sur de Catalunya como un lugar de residencia atractivo para estos perfiles profesionales. «Este territorio -explica Armand Bogaarts- empieza a ser interesante a partir de la Covid. Cada vez más gente lo descubre, y quiere una vivienda aquí, que es más barata que en las ciudades de las que vienen».

«La calidad de vida -prosigue Armand Bogaarts- es muy buena: en media hora estás en las montañas haciendo senderismo, por 25 euros tienes una comida maravillosa, unos vinos top, playas y calas... La gente, cuando viene aquí, alucina».

Qué gana Tarragona

La gran pregunta, sin embargo, es qué gana el territorio si todo este talento global ‘solo’ reside en él. ¿Hay una oportunidad de beneficios o solo riesgos de externalidades negativas?

Para Ivan Bofarull, la respuesta está clara: «Esto puede ser muy interesante. Si te conviertes en el lugar de residencia de los emprendedores globales de Barcelona o de directivos globales que quieren tener más calidad de vida que en un área urbana, es para felicitarse».

«Todo el equipo está en otros países: por eso es importante un acceso fácil al aeropuerto» (Christiane Greilach)

«Participar de este juego -prosigue Ivan Bofarull- puede ser muy interesante para el Camp de Tarragona, porque se crearán oportunidades de generación de impacto en el territorio, que al final se acabarán produciendo».

Del mismo parecer es Armand Bogaarts, que plantea una cuestión previa: «Ojalá una pareja que gana 5.000 euros al mes en Alemania decida gastárselos aquí». Dicho lo cual, «el segundo argumento es que mucha de esta gente son capaces de generar negocios».

Damien Bruneau destaca que «estamos en un mercado global y hoy, haciendo las cosas bien, Tarragona puede atraer los mejores talentos del mundo, sabiendo qué se necesita, e integrándolos. Un buen talento puede trabajar en cualquier lado, y la gente elige calidad de vida. Hay gente que necesita la energía de Barcelona, pero la calidad de vida en Tarragona es mucho mejor. Es una oportunidad para Tarragona, en la medida en la que la quiera coger».

Josep Maria Arauzo-Carod, catedrático de Economía en la Universitat Rovira i Virgili (URV), lo analiza: «¿Hay externalidades positivas? Sí, sin ningún tipo de duda. Tener gente preparada y cualificada es fuente de competitividad, sin discusión, aunque solo sea gente que reside aquí. Hoy, el atractivo que tienes para esas personas es residencial, no económico. Los has captado por la calidad de vida y por el mercado inmobiliario, con precios más bajos que en Barcelona».

«Pero para que haya esos efectos y no quede en anécdota -prosigue Josep Maria Arauzo-Carod-, has de tener una masa crítica. Y si esa cifra de casi 700 personas que hay registradas hoy en el grupo Tarragona Internacional es así, es una cifra relevante, porque son perfiles con una voluntariedad [de residir en este territorio] y, por lo tanto, una mayor integración potencial».

«Poco a poco nos estamos despertando como territorio -concluye Armand Bogaarts-, y queremos atraer gente que tenga energía. Esto no se ha detenido tras la pandemia, va a más. Es gente que no quiere irse, están contentos, y son los embajadores de este territorio. La Covid ha sido el desencadenante. Si lo canalizamos, podremos aprovecharlo».

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