Hace unos años, reunido con un emprendedor en serie que ha creado docenas de empresas durante las últimas cuatro décadas, me explicó su Teoría de la Loncha de Jamón. Fue una revelación y, desde entonces, no he dejado de compartirla. La metáfora sería más o menos así: no esperes demasiado y ve cortando lonchas de jamón siempre que puedas, porque, esperando al momento ideal para disfrutar el jamón entero, puede que lo pierdas, te lo roben o acabe quedando demasiado seco. En la vida, pero también en la empresa, hay que saber encontrar el punto justo entre la prisa y una espera demasiado larga.
Hay diferencias y similitudes entre emprendedores y empresarios, pero la forma principal de distinguirlos es el momento de la vida de la empresa en el que se sienten más cómodos. Si los empresarios acostumbran a centrarse en la consolidación y madurez de una empresa, los emprendedores dedican su esfuerzo y su talento a las fases de creación y crecimiento de los proyectos empresariales. Crear nuevos proyectos desde cero y hacerlos crecer durante los primeros años es lo que caracteriza a un emprendedor. Emprender y gestionar son oficios distintos que requieren habilidades y actitudes tan diferentes que pueden llegar a ser incompatibles. Y ahí es donde la Teoría de la Loncha de Jamón entra en acción.
Lo más habitual es que los nuevos negocios tarden meses o años en empezar a ganar dinero. A menudo hay que realizar una inversión inicial más o menos importante y pasará un tiempo, largo o corto, hasta que se consigan los clientes y la facturación necesaria para que la empresa empiece a generar resultados positivos. Si además hay que seguir invirtiendo para impulsar el crecimiento, sea con deuda o dando entrada a nuevos socios, el proceso puede alargarse aún más.
Con frecuencia los emprendedores tienen salarios por debajo del mercado. Sus empresas no reparten dividendos y, en el caso de las startups, siempre orientadas al crecimiento, el riesgo de que acaben cayendo en la insolvencia y la liquidación es más que probable. A cada ampliación de capital, a cada entrada de nuevos socios, con cada objetivo cumplido que abra la puerta a pagar un variable, la Teoría de la Loncha de Jamón recomienda que los emprendedores saquen algo de provecho y alimenten su patrimonio hoy sin esperar a mañana.
A pesar de la imagen de avaricia y materialismo con la que se presenta la figura del emprendedor, lo cierto es que la gran mayoría no crean sus empresas con el objetivo de hacerse ricos. El reto de conseguir triunfar ante mil obstáculos, construir algo sólido, generar valor y tener impacto es el motor que mueve a la gran mayoría. Tanto que, a menudo, ganar dinero se deja para el final, cuando el negocio esté consolidado, pueda salir a bolsa o venderse a una gran empresa. Y esperando a ese gran momento, a menudo el jamón acaba secándose o desapareciendo. Ante la duda... loncha de jamón.
Marc Arza
CEO de Startsud Studio