El tiempo es la mano invisible que a menudo determina si una innovación triunfa o fracasa. La historia está llena de inventos que llegaron demasiado pronto, antes de que el mundo estuviera listo, o demasiado tarde, cuando el mercado ya había avanzado. La esencia del tiempo en la innovación radica en identificar el momento preciso en que la tecnología, las condiciones del mercado y las tendencias sociales se alinean.
Un ejemplo claro es Google Glass, un proyecto ambicioso presentado por Google en 2013. A pesar de su tecnología revolucionaria y su dinámica presentación a los desarrolladores, no logró penetrar en el mercado debido a una combinación de tecnología inmadura, inquietudes incómodas en cuanto a privacidad y una sociedad que aún no estaba lista para los ‘wearables’, los sensores que una década después se nos antojan normales en la muñeca con los relojes o los microauriculares en las orejas. El entorno social simplemente no estaba listo.
Hace unos años, la realidad aumentada (AR) encontró su lugar con aplicaciones especializadas en campos como la arquitectura o la medicina. Para entonces, Google Glass ya era un fracaso del pasado como lo fueron los Minidisc, aquella evolución del cassette que nunca despegó. La lección es clara: incluso la innovación más avanzada puede fracasar si llega antes de su tiempo.
El concepto tiempo se extiende más allá de la tecnología, abarcando factores sociales y culturales. Facebook y Twitter, por ejemplo, surgieron en un momento en que la sociedad estaba en transición hacia la comunicación digital y los teléfonos inteligentes se convertían en herramientas esenciales.
Si se hubieran lanzado una década antes, cuando la infraestructura de internet y la cultura digital estaban menos desarrolladas, su impacto habría sido mínimo. El tiempo, en este caso, fue la convergencia de múltiples tendencias: la conectividad en línea, el auge de las redes sociales y la proliferación de la tecnología móvil.
El caso del Kindle de Amazon es similar. Aunque no fue el primer lector electrónico en el mercado, los dispositivos anteriores fracasaron en parte porque el ecosistema necesario de libros digitales, conectividad inalámbrica y comercio electrónico no estaba aún establecido. El tiempo de Amazon fue impecable; el Kindle tuvo éxito porque fue introducido cuando estos elementos ya habían madurado, permitiéndole revolucionar la forma en que consumimos literatura.
A veces, el factor tiempo no solo trata de reconocer el momento adecuado, sino de crearlo. La introducción del iPod por Steve Jobs es un buen ejemplo. No solo lanzó un mejor reproductor MP3; también presentó iTunes, creando un ecosistema que apuntaló el éxito del iPod. Al moldear el entorno, Jobs aseguró que su innovación no solo penetrara en el mercado, sino que lo dominara.
Las dificultades en la investigación o el escrutinio de materiales a menudo juegan un papel crucial en determinar el tiempo de la innovación. La historia de Shuji Nakamura es un ejemplo clásico. Su tesón en la búsqueda del material que bajo excitación eléctrica emitía luz azul hizo posible el LED de luz blanca. Los LED de luz roja y verde se habían descubierto 40 años antes. El mundo tuvo que esperar cuatro décadas para dar la bienvenida al LED azul y poder reemplazar a otro invento que también se forjó a base de tesón en la investigación, la bombilla de Edison.
El tiempo es la fuerza oculta que a menudo determina el éxito de una innovación. Es el delicado equilibrio entre la preparación de la tecnología, las condiciones del mercado y las tendencias sociales. Los innovadores deben ser tanto creadores como observadores sintonizados con el mundo cambiante que los rodea. La idea correcta en el momento incorrecto puede llevar al fracaso, pero la idea correcta en el momento adecuado puede cambiar el mundo. En mecanismo de la innovación, el tiempo es la clave para convertir la oportunidad en realidad.
Felip Vidiella
Consultor