Aunque se esperaba que en el año 2022 las empresas emergerían de las sombras de la pandemia de la COVID-19, la aparición de otros eventos de índole geopolítico y geoestratégico, como la guerra de Ucrania, el repunte de la inflación, la disrupción de las cadenas de suministro, la escasez de materias primas y el incremento de los tipos de interés, que hacen más difícil la financiación, por citar unos pocos, no han hecho más que prolongar los efectos de un entorno caracterizado por la volatilidad, la incertidumbre, la complejidad y la ambigüedad (VUCA del acrónimo en inglés), generando un sentido de urgencia en los equipos de liderazgo de las organizaciones, en el que se verán forzados a impulsar su propósito organizacional, haciéndolo más centrado en la cultura, la estrategia comercial, social, medioambiental y el compromiso con la atracción y retención del talento.
En esta línea, los equipos de liderazgo deben identificar los cambios que sus organizaciones deben acometer a medida que evolucionan hacia nuevas versiones de sí mismas, que por supuesto deben ser financieramente más solventes, pero también medioambientalmente más responsables, socialmente más aceptadas y respetadas y con un comportamiento excepcional desde el punto de vista de gobernanza.
Lo anterior constituyen los denominados criterios ASG (Ambientales, Sociales y buen Gobierno), también conocidos por sus siglas en inglés ESG (Environmental, Social & Governance), y que están estrechamente relacionados con la responsabilidad social y sostenibilidad futura de las organizaciones
¿Qué es el liderazgo con propósito?
Los equipos de liderazgo que aspiran a hacer que sus organizaciones sean ágiles en el futuro deben practicar un liderazgo decidido. Deben tener claridad sobre QUIÉN es la organización como colectivo, a QUÉ propósito sirve y CÓMO el negocio impacta el medio ambiente, la sociedad, la comunidad, los clientes, los empleados y el resto de sus grupos de interés, los también denominados ‘stakeholders’.
Diversos trabajos de investigación confirman que las empresas impulsadas por un propósito y guiadas por un liderazgo decidido se caracterizan no solo por satisfacer las necesidades de la sociedad, sino también por tener colaboradores altamente satisfechos y especialmente motivados.
Un propósito auténtico permite a los colaboradores entender la conexión entre su trabajo, el impacto que éstos generan y el liderazgo de la organización. De esta forma, los colaboradores están más motivados, mejoran su desempeño y aumentan su esfuerzo discrecional (las ‘ganas’), contribuyendo de esta forma al éxito de la organización.
Cómo distinguir el propósito de una organización de su visión y misión:
En su nivel más fundamental, el propósito de una organización es participar en actividades éticas, sostenibles y rentables para crear ‘valor’ para la sociedad. El propósito conecta la organización con la totalidad de sus grupos de interés.
La VISIÓN de una organización abarca los objetivos a los que aspira lograr, mientras que la MISIÓN resume cómo se plantea lograr esos objetivos. El PROPÓSITO, sin embargo, aborda y da respuesta a la pregunta: ¿Por qué existe la organización y cómo seguirá siendo relevante a largo plazo?
Si bien la mayoría de las organizaciones tienen un conjunto de valores, una misión y una visión que definen sus aspiraciones y filosofía a largo plazo, éstos a menudo se superponen con el objetivo clave que cumple el propósito, siendo todavía necesario invertir energía para llegar al núcleo de la organización, de su razón de ser y así poder articular su propósito.
Centrando la atención en el propósito corporativo y el liderazgo con propósito:
La reciente pandemia y posteriores eventos colaterales comentados al principio de este artículo, ha sumido al mundo en desafíos sociales, ambientales y económicos a todos los niveles, los cuales han jugado un papel clave en la necesidad de centrar la atención en el propósito corporativo y el liderazgo decidido.
El impacto de la pandemia y eventos colaterales han sacudido a muchas organizaciones que no creían que fueran vulnerables a los desafíos socioeconómicos. Por otra parte, estos últimos dos años de disrupciones también han impulsado a las personas a hacer una pausa y reflexionar sobre sus prioridades personales y profesionales.
Todos estos eventos han obligado a los equipos de liderazgo de las organizaciones a la necesidad de reaccionar a la realidad de satisfacer las necesidades de las partes interesadas, y no solo de las del capitalismo de los accionistas, para asegurar la sostenibilidad, no solo financiera, sino también a nivel social, ambiental, reputacional y de atracción y retención del talento a largo plazo.
Ahora, más que nunca, es preciso un liderazgo decidido.
