Hay unos reyes invisibles que nos gobiernan. Sus decisiones, o falta de decisiones, definen nuestro futuro. Desde sus despachos reinan con las normativas y procedimientos como arma. Contra ellos, el pueblo no puede hacer nada. Pueden elegir entre sufrir obedeciendo, u obedecer sufriendo. Proyectos que empiezan con energía y entusiasmo no llegan a ver la luz y desaparecen en el pantano burocrático de los reyes invisibles.
Los representantes del pueblo alimentan a los reyes con nuevas leyes y normativas. Con ellas se aseguran de que cualquier iniciativa privada se somete a sus órdenes. No existe partido político que pueda acabar con los reyes invisibles porque la supremacía de la corte, o sea la administración pública, está en el ADN del país. Si lo miras desde una perspectiva histórica, no ha cambiado mucho. La sociedad sigue organizada alrededor de la corte con ella en el centro y los ciudadanos alrededor. Ha sido así durante siglos. Los ciudadanos al servicio de la corte y no la corte al servicio de los ciudadanos.
La corte evalúa los proyectos según las normativas que ella misma ha desarrollado. Los proyectos pasan por sus manos, y esto por supuesto a su ritmo. No les importa que el empresario no tenga recursos suficientes para esperar a poder cumplir los requisitos.
Alrededor de los reyes invisibles ha surgido una nueva aristocracia. Es la gran empresa que tiene los recursos y el pulmón económico para hacer la corte. Disfrutan de equipos especializados en el cumplimiento de las normativas y la obtención de licencias. Además pueden poner presión por su impacto económico.
Seguramente el lector se preguntará quiénes son estos reyes. No es ninguna persona en concreto, son personas que crean las normas y los procedimientos. Y luego son personas que en Inglés se denominan como ‘gatekeepers’: personas que controlan quién entra y quién no entra.
¿Cómo podemos poner objetivos, seguir el progreso y exigir resultados a los reyes invisibles? Algo que es pan de cada día para cualquier profesional del sector privado. Pero pedir responsabilidades a los reyes simplemente no se hace. Exigir resultados, imponer objetivos y cambiar algunos por otros más ágiles tampoco es posible. El resultado de todo esto es una economía descafeinada. Podríamos tener muchoo menos desempleo, más viviendas y un sector público próspero, pero con una burocracia egocentrista el país pierde muchas oportunidades.
No falta talento, iniciativa y ganas de hacer cosas. Las personas son competitivas, emprendedores y trabajadores. Pero se sienten impotentes dentro de una jaula que les quita su potencial.
Este talento ha encontrado un sector que en gran medida se libera del control de los reyes invisibles. Es el sector informático, un sector dinámico que aún no necesita permisos para poder abrir. En un entorno dominado por ese férreo control, el futuro de Tarragona dependerá de sus empresas tecnológicas. Con los líderes del clúster TIC tenemos la esperanza que podremos crecer a pesar de todo, escapando (de momento) al control de los reyes invisibles.
Armand Bogaarts es emprendedor