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El ilusorio sueño de la moneda BRICS

Los BRICS han creado el Nuevo Banco de Desarrollo al margen de Naciones Unidas y del Banco Mundial, y China ha lanzado su propia plataforma de pagos (CIPS)

21 octubre 2024 14:58 | Actualizado a 21 octubre 2024 18:42
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La próxima semana se celebrará en la ciudad rusa de Kazán la cumbre anual de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) a la que se unirán, ya de forma oficial, sus cinco nuevos miembros. Entre los muchos anuncios esperados, hay uno que vuelve a rondar los mercados por sus potenciales implicaciones: el lanzamiento de una moneda común que ponga en jaque el dominio del dólar estadounidense. Y aunque sea un proyecto inviable, sí que trasluce unas dinámicas subyacentes que ya están teniendo consecuencias y que debemos incorporar en el análisis de las perspectivas a medio plazo.

Las motivaciones del proyecto son evidentes: los BRICS (en especial Rusia y China) tratan de desligarse de los sistemas de pagos y compensación internacional (SWIFT y CHIPS) y de reservas de divisas descentralizadas que han comenzado a utilizarse como arma de represalia en las tensiones geopolíticas. Para ello han creado el Nuevo Banco de Desarrollo al margen de Naciones Unidas y del Banco Mundial, China ha lanzado su propia plataforma de pagos (CIPS) y están trabajando en sus monedas digitales.

Pero podemos afirmar rotundamente que una verdadera moneda común (como el euro) no es factible en unos países con estructuras económicas, financieras y sociopolíticas tan distintas y frágiles. Es ilusorio pensar en que sustituya a sus divisas nacionales, con una política monetaria única y emisiones de deuda conjuntas. A lo sumo, podría crearse una ‘unidad de cuenta’ basada en una cesta de monedas, como lo fue en su día el ECU, o como siguen funcionando los Derechos Especiales de Giro del FMI.

Por ahora, el USD mantiene su claro dominio como moneda de referencia global. Aun incluyendo el oro, todavía acapara algo más de la mitad de las reservas de divisas mundiales, casi el 60% de las transacciones comerciales internacionales (sin contar las que se realizan dentro de la Eurozona) y el 64% de la deuda externa está denominada en dólares.

Es cierto que estos pesos han ido decreciendo en la última década, pero sin que emerja un competidor que le haga sombra. El euro está perdiendo peso y no llega al 20% de las reservas, ni la libra esterlina ni el yen japonés llegan al 5% y el yuan chino apenas suma el 2%.

El gran ganador en esta diversificación está siendo el oro, que ha pasado del 7% al 13% en el último lustro, lo que explica su fuerte subida, que lo ha desligado de los factores que tradicionalmente marcaban su cotización (tipos reales, costes de extracción y reciclado y USD).

Y como cabe esperar que Rusia, China y otros países emergentes sigan acaparando lingotes, la onza podría seguir revalorizándose en los próximos años, aunque parezca bastante sobrecomprado a corto plazo. Sin embargo, este cambio de composición de las reservas no tiene por qué depreciar el USD, ya que el oro cotiza en esta misma moneda.

Aunque sí hay otro efecto que puede acabar siendo más relevante en los mercados: a medida que los BRICS inviertan una menor proporción de sus reservas en deuda del Tesoro de EEUU, éste tendrá que pagar un tipo de interés más alto en sus bonos para atraer inversores que financien su enorme deuda pública.

Esto se traducirá en una creciente prima temporal (estimamos que incluso más de medio punto porcentual en los bonos a largo plazo de aquí al final de la década), lo que presionará a la baja las valoraciones de todos los activos financieros, inmobiliarios y empresariales.

En definitiva, todo el ruido en la cumbre de los BRICS sobre una nueva divisa común no irá lejos. Pero detrás sí que hay una intención rotunda de diversificar las monedas en las que realizan transacciones y acumulan reservas. Algo que solo debería de ejercer una moderada presión a la baja sobre el USD pero que seguirá impulsando al oro y, lo que es más importante, obligará a EEUU a remunerar mejor su deuda. Algo que a la larga pesará sobre su sostenibilidad fiscal y su potencial de crecimiento.

Una moneda común de los BRICS es inviable, pero el proyecto trasluce su determinación en reducir su dependencia del USD, lo que tiene consecuencias relevantes en los mercados.

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