En los últimos años, hemos vivido una serie de acontecimientos a nivel global, incluidas guerras en Europa, pandemias y cambios a nivel geopolítico de calado, que configuran un escenario donde la incertidumbre se erige como la verdadera protagonista.
Esa situación de volatilidad en los mercados, las tensiones globales y una inflación persistente han generado un entorno de inestabilidad que impacta directamente en la situación económica de los hogares, incluidos también aquellos que gozan de una óptima salud financiera, pero que miran con preocupación al futuro. De ahí que ahorrar pensando en el largo plazo se consolide como la única forma para garantizar la estabilidad financiera y afrontar con mayor seguridad cualquier eventualidad que pueda surgir en el futuro.
El primer paso para construir un ahorro sólido es adoptar una mentalidad financiera basada en la previsión. Muchas veces percibimos el ahorro como una renuncia al consumo inmediato, pero también debemos verlo como una forma de ganar tranquilidad y libertad en el futuro. No se trata de restringir drásticamente el gasto, sino de establecer prioridades financieras y destinar un porcentaje fijo de los ingresos a un remanente para imprevistos o al ahorro pensando en cotas mayores, como pueda ser la compra de una vivienda o acumular un capital importante para la jubilación.
Precisamente, uno de los principales desafíos a la hora de ahorrar es la falta de planificación. Sin una estrategia clara, es fácil caer en la tentación de gastar sin control. Por eso, es esencial analizar los ingresos, los gastos fijos y variables, así como una cantidad destinada exclusivamente al ahorro. Automatizar este proceso, mediante aportaciones periódicas a un producto de ahorro e inversión facilita la constancia y evita que el ahorro se convierta en un esfuerzo puntual en lugar de un hábito financiero.
En un escenario inflacionista a largo plazo, el dinero pierde poder adquisitivo con el tiempo, por lo que es recomendable diversificar el ahorro a largo plazo a través de instrumentos financieros que generen rentabilidad y permitan proteger el capital.
Existen múltiples opciones, aunque aquí no se trata de priorizar unos productos frente a otros, sino de tener en cuenta el perfil inversor de cada cliente: qué horizonte temporal tiene, qué nivel de gastos debe asumir, qué nivel de riesgo está dispuesto a aceptar... Son muchas variables fundamentales que requieren contar con el asesoramiento de un profesional financiero para diseñar una estrategia de inversión adaptada a esas necesidades y objetivos.
Y si hablamos de planificación en el largo plazo, sin duda, tenemos que pensar en el periodo de jubilación. Complementar la pensión pública con el ahorro privado resulta cada vez más necesario para garantizar el mantenimiento del nivel de vida cómodo tras el retiro laboral. Aquí también debemos marcar el largo plazo como un factor determinante: cuanto antes empecemos a ahorrar para la jubilación, menor será el esfuerzo ahorrador puesto que mayor será el efecto del interés compuesto.
Además de la planificación financiera y el diseño de estrategias de ahorro e inversión adecuadas, debemos apostar por un consumo consciente, que nos evite el endeudamiento innecesario sin renunciar a disfrutar del presente, sino priorizando gastos y asegurando que cada decisión financiera esté alineada con los objetivos financieros a largo plazo.
En definitiva, el ahorro a largo plazo no es una opción, sino una necesidad en un entorno económico marcado por la incertidumbre. Contar con un colchón financiero y una estrategia de inversión bien definida permite afrontar los desafíos económicos con mayor tranquilidad y seguridad. La clave está en empezar cuanto antes, ser constantes y buscar asesoramiento para tomar decisiones informadas que nos permitan garantizar nuestro bienestar financiero a futuro.
Xavier Nicolás
Presidente del Comité de Servicios a Asociados de EFPA España