En los últimos años hemos idos dependiendo cada vez más de la secreción de adrenalina para gobernar nuestras vidas. Si se fijan, la mayoría de las cosas que hacemos o que nos gustaría hacer llevan consigo altas dosis de riesgo, incertidumbre y excitación. Buscamos lo desconocido, descubrir y arriesgar, lo que hace que nuestro cerebro se nutra de impresiones únicas que estimulan nuestro disfrute y gozo.
Ir a los museos es formativo, pero asistir a una proyección de 360º de los pintores impresionistas es mucho más impactante y crea mejores historias que contar. Hacer senderismo está bien, pero hacer barranquismo o rafting nos atrae más. Desplazarse en moto es fantástico pero las excursiones para hacer más de 1.000 kilómetros por carreteras de curvas son apasionantes. Visitar París es interesante y seguramente ya conocido, pero explorar Vietnam, Camboya, Etiopía o Costa Rica mucho más excitante.
Lo nuevo es lo que más nos atrae y es un cambio de actitudes que viene impulsado por las redes sociales. Ir más allá de lo conocido es casi el lema y por ello, cuando decidimos un restaurante para salir a comer o cenar, nos acordamos siempre de aquel amigo que nos habló de uno fantástico... La semana pasada en Madrid quería ir a uno de comida tradicional castellana y me costó, estaba rodeado de gallegos, cántabros, vascos, japoneses, chinos (cada vez más pocos), tailandeses, asiáticos, peruanos, colombianos, mexicanos...
¿Por qué esas ansias de cambiar? Seguramente el marketing nos ha transformado la vida. Si antaño teníamos una serie de productos y lugares donde íbamos repetidamente, hoy el cambio es lo deseado. ¿No se han preguntado por qué en su última visita al supermercado compraron esa nueva mostaza con miel «para probar»? Y si les gustó, ¿cuánto tiempo perdurará su utilización?
Probablemente primero la recomendarán, cocinarán el costillar de cerdo embadurnado con ella y estarán extraordinariamente satisfechos, pero un día se preguntarán por qué la olvidaron. Y quizás sea porque en un viaje a Alemania probaron la Löwensenf o en otro a Gran Bretaña encontraron la Colman’s y se aficionaron a ellas porque son más picantes y distintas. Así pueden tener un tema para explicar e influir en otros.
Nos gusta estrenar y eso es fruto del marketing: diversificar la línea de productos es esencial e innovar en nuevos productos indispensable, con lo que las estanterías están llenas de novedades para que nos pique la curiosidad y, si hay suerte, nos aficionemos a ellas por un tiempo y, si hay mucha suerte, lo contaremos a nuestros familiares y amigos.
También en el ocio nos gusta estrenar: ¿Visitamos el Louvre? La respuesta será seguramente «no, ya he estado, vamos a uno nuevo». Hoy debe visitarse Albania porque Croacia, Grecia y la costa turca ya están llenas de turistas.
Hasta aquí lo más anecdótico, pero, a mi entender, eso crea actitudes generalizadas en nuestros comportamientos. Cada vez hay más separaciones de parejas, cada vez hay más cambios de trabajo en empresas, cada vez nos mudamos más de casa, ciudad o país. Por un lado, porque esos movimientos son hoy más fáciles que antes, pero por otro porque queremos probar lo desconocido, lo nuevo, lo diferente.
Mi hijo hizo su carrera en tres países distintos, la hija de un amigo trabaja a distancia desde Bali, su otra hija vive en Lisboa. Seguramente ustedes tendrán ejemplos similares. Hoy es fácil viajar, fácil encontrar sitio donde vivir, fácil conocer sitios extraordinarios, fácil ganarse la vida si se ha estudiado y se tiene algo que ofrecer.
Pero también prolifera el cambiar de pareja, encontrar a alguien que parece que es un descubrimiento único y excitante cambiándola por la pareja que ya conozco y es «lo que hay». Muchos tenemos muchos grupos con quienes practicar esos deportes o actividades que tanto nos ayudan a cambiar constantemente: el grupo de los viajes, el grupo del submarinismo, el grupo de los motoristas, el grupo del pádel, el grupo del colegio de mi hijo y el del colegio de mi hija, el del verano...
¿Cómo se prepara una empresa para tener el mejor talento a la vez que la mejor actitud de sus colaboradores sin tener una alta rotación? La fidelidad está en entredicho y pasar muchos años en el mismo trabajo parece una pérdida de tiempo y poco excitante.
La solución vuelve a ser fruto del marketing: al igual que diversificamos e innovamos nuestros productos y servicios, la empresa debe innovar y diversificar sus opciones de carreras profesionales para que sus empleados sientan esa excitación de lo nuevo, llenas de la felicidad repleta de adrenalina que se produce si se consigue un magnífico ambiente de trabajo con muchos beneficios que puedan contarse.
Donde no se dirija de arriba hacia abajo sino al contrario, de abajo arriba. Donde todos sean partícipes de las decisiones. Donde se trabaje por proyectos y se olviden los departamentos cerrados en silos. Donde siempre haya algo nuevo en lo que pensar, desarrollar y hacer crecer. Sin ello les pasará como a tantos sectores donde ya no queda nadie fijo y se han acostumbrado a aprender el nombre de los nuevos empleados cada día.
Xavier Oliver es profesor del IESE Business School