Antoni Esteve es, desde el pasado mes de febrero, presidente de la Fundació Factor Humà, la entidad de referencia en Catalunya en el ámbito de los Recursos Humanos. Con 84 organizaciones y empresas asociadas, destacan sus informes sobre las últimas tendencias y buenas prácticas en la gestión de personas en las organizaciones.
¿Seguimos teniendo un problema de salud mental en las organizaciones?
Cómo ha impactado la pandemia en el entorno laboral es un caso digno de estudio. Tuvo un impacto terrible, sin precedentes, desde la perspectiva de exposición de la salud, lo cual generó incertidumbre y miedo. Y aquellas personas con una salud mental más débil, se resintieron más. Si a esto le sumas el entorno laboral, con una capacidad de ingresos reducida por los ERTE, con más incertidumbre y miedo, eso tiene un impacto en la salud mental extraordinario y sin precedentes.
¿Y sigue ahí, ese impacto?
No está mal cómo se pudo gestionar y amortiguar en el momento de crisis, y lo bien que salimos de allí y de la etapa post crisis. Pero las consecuencias están ahí, y esto lo reconocen en las organizaciones. A partir de aquí, tengo buenas noticias y no tan buenas.
¿Empezamos por las buenas?
La buena noticia es que nos hemos dado cuenta de que hay una gran exposición a trastornos mentales, lo cual ha llevado a una mayor sensibilidad respecto a estas alteraciones, con más personas abiertas a entrar en diagnósticos y tratamientos, porque no es algo con lo que se ha de convivir. Después, la sociedad entiende también que hay que apoyar a la persona que sufre ansiedad, burnout o incluso depresión. Hay una predisposición del entorno.
¿Y la mala noticia?
La mala noticia es que el sistema no está lo suficientemente preparado para abordar el reto de cuidar de la salud mental de las personas. Las organizaciones empresariales han de prestar más atención a la salud mental, porque tiene un impacto en la salud y el bienestar de sus colaboradores. Hay un camino por recorrer, y es uno de los retos que nos hemos de marcar. La pandemia ha sido un toque de alarma.
¿Cómo se logra ese objetivo?
Debemos cuidar al empleado, y hay que hacerlo con responsabilidad: no podemos caer en la trampa del idealismo, porque el compromiso es bidireccional. Los empleados han de ser también transmisores [de esas políticas]. Insisto: es algo bidireccional, y al final podemos hablar de empresas comprometidas, que redunda en abordar la realidad de la empresa de forma integral y con visión estratégica.
¿En qué sentido?
Las empresas son hoy muy plurales, y una forma inteligente de fomentar el compromiso en clave de futuro es prestarle la atención debida a la salud laboral. Hoy, la salud laboral es mucho más asequible que antes. Y, en clave de longevidad, esto nos da la oportunidad de crecer laboralmente más tiempo, promoviendo planes de carrera. Piense que, teniendo hoy más de 40 años, hay un 50% de posibilidades de llegar a los 90 años. Y para quienes nacen ahora, esa edad se amplía hasta los 100 años.
Más años trabajando son más generaciones conviviendo en la empresa. ¿Gestionar esa diversidad es otro de los retos que ganan relevancia?
Hay que poder desarrollar cómo el mundo de la empresa aborda la diversidad, y ahí es donde hay las oportunidades de ser originales y creativos, desarrollando programas, optando por propuestas muy customizadas y de acuerdo a las características de cada persona. El gran reto, con el cual me siento identificado, es asegurar que sea posible que la propuesta empresarial pase por las personas. Que esas personas pasen a formar parte de manera más importante del ADN de las empresas.
Poner a la persona en el centro de la empresa.
Efectivamente. Ha habido fases en las que la tecnología ha sido la herramienta para alcanzar el éxito. En otras etapas, esa herramienta han sido los temas financieros, la vertiente comercial y de mercado... en estos momentos, potenciar que las empresas se distingan en competitividad está basado en las personas. Las personas han de ser el eje vertebrador de los planes estratégicos de las empresas.
Pero resulta que llega la Inteligencia Artificial Generativa, y un robot puede imitar muy bien a esas personas. ¿Cómo afecta a esa estrategia?
Yo soy de las personas a las que no le da miedo la Inteligencia Artificial, que pienso que generará un montón de oportunidades. Pero maximizar el beneficio de la IA está en las personas. Al final, somos las personas. Y cuanto más hábiles seamos para gestionar este recurso, mejor provecho le sacaremos. La cohabitación con tecnologías generadoras de conocimiento es posible, y se abren paradigmas extraordinarios. La IA será fuente de oportunidades, y quien será capaz de identificarlas serán las personas. Sobre todo, no dejemos de pensar.
