Hace unos años la pregunta clásica a la hora de adquirir un coche era: ¿diésel o gasolina? Sin embargo, en la era de la sostenibilidad y a la luz de los últimos datos sobre movilidad, esa duda ha quedado algo obsoleta, ya que vehículos eléctricos han empezado a desbancar a los automóviles de combustión interna de nuestras carreteras. En lo esencial, un coche eléctrico se conduce como cualquier vehículo a combustión, aunque hay unas cuantas diferencias a considerar.
Además de lo obvio, que es la ausencia de combustible, existen una serie de diferencias entre conducir un coche eléctrico y uno tradicional que resulta interesante tener en cuenta: la autonomía, el consumo, cómo y dónde cargarlo, el precio...
1. Ausencia de embrague y de caja de cambios
Los vehículos eléctricos tienen una conducción muy similar a los modelos automáticos, así que nuestra primera sorpresa llegará al descubrir la ausencia de la caja de cambios y del embrague. Quienes prueban este tipo de coches destacan su facilidad en la conducción y una mayor comodidad.
2. Aceleración y propulsión
Una de las mayores diferencias radica en el sistema de propulsión: los automóviles eléctricos utilizan un motor eléctrico alimentado por baterías, mientras que los tradicionales dependen de motores de combustión interna que funcionan con gasolina o diésel. Esto se traduce en un rendimiento diferente: los primeros ofrecen un motor instantáneo, lo que permite una aceleración más rápida y suave en comparación con los convencionales. Los usuarios suelen describir la experiencia de conducción como más silenciosa y menos vibrante.
Otra de las cuestiones destacables es el par motor del que disponen los vehículos eléctricos: al tener una entrega de par instantánea, casi cualquier eléctrico nos permite unas aceleraciones de vértigo, una situación que nos recuerda a cualquier coche de competición. Eso sí, los expertos advierten que «pese a ser una revolución y una de sus fortalezas, debemos huir de ello, si queremos ser eficientes, y usarlo únicamente en los momentos en que se requiera una entrega máxima».
3. Échale freno
Lo de pisar el freno es historia con los automóviles eléctricos, ya que cuentan con un sistema de recuperación de energía que se activa cuando soltamos el pedal del acelerador. Esto significa que de forma progresiva pero veloz, el coche frena por sí solo en cuanto levantamos el pie. Además, el sistema de recuperación de energía ayuda a recuperar carga en las baterías.
4. Responsablemente sostenible
Desde una visión encarada hacia la sostenibilidad, sin duda, los vehículos eléctricos son claramente la opción más favorable. Emiten cero emisiones en el punto de uso, lo que ayuda a reducir la contaminación del aire, algo crucial en plena crisis climática.
Aunque la producción de electricidad para recargarlos puede tener un impacto ambiental, siempre resultará menor que el de la producción de combustibles fósiles. La transición hacia energías renovables está haciendo que esta diferencia sea aún más notable.
También podemos despedirnos de los malos olores causados por la combustión de un vehículo en un espacio cerrado o de mancharte al repostar, al realizar cambios o tocar ciertas partes, como el motor. El coche eléctrico es limpio tanto con el medio ambiente como con el ser humano.
5. Shhhh... silencio
La combustión de los motores tradicionales provoca vibraciones y ruidos que no están presentes en un coche eléctrico. El silencio y la calma en un vehículo eléctrico comporta aspectos positivos, como una mayor tranquilidad en la conducción. Pero también hay que tener persente el silencio también es externo, así que los peatones probablemente no oigan la llegada del coche, lo que comportará tener mucha más precaución al conducir por ciudad.
6. Planificación
La autonomía es una de las preocupaciones más comunes entre los potenciales compradores de vehículos eléctricos. En la actualidad, muchos modelos pueden recorrer ya entre 300 y 500 kilómetros, pero la infraestructura de recarga aún se encuentra en fase de desarrollo en muchas áreas.
La restringida autonomía de este tipo de vehículos obliga a saber en qué punto es necesario parar y si hay disponible una unidad de recarga, así que la planificación de los viajes resulta de obligado cumplimiento, algo que no pasa con los vehículos a combustión, ya que resulta mucho más fácil encontrar una gasolinera donde poder repostar.
7. Ojo con la temperatura
Como en cualquier vehículo, tanto la calefacción como el aire acondicionado le quita potencia y una parte de calor al motor, además de consumir mucha energía. En coche eléctrico, la autonomía suele ser clave, sobre todo, en viajes algo más largos. Por ello, deberíamos mantener siempre una temperatura media nunca superior a los 21/22º para ser lo más eficientes posibles con la batería. Llegados el momento, desconectar el sistema de climatización podría llegar a darnos 20-30 km de autonomía extra.
8. Mantenimiento
Es otro de los puntos a valorar por los conductores. Los coches eléctricos requieren menos mantenimiento por contar con menos piezas móviles y no necesitar cambios de aceite; aunque se descompensa con el elevado coste de reemplazar las baterías.
Por otro lado, los vehículos tradicionales requieren un mantenimiento más frecuente, como cambios de aceite, filtros y sistemas de escape, lo que puede aumen