«Todo lo que sé lo he aprendido en Horta», contestaba Pablo Picasso cuando se le preguntaba por su genialidad. Y es que los tonos piedra característicos de la Terra Alta, las impactantes rocas de Benet y la montaña de Santa Bárbara como telón de fondo, así como los parajes de ensueño dels Ports fueron refugio, inspiración y salvavidas para el artista malagueño, que se enamoró con facilidad de esta pequeña localidad de les Terres de l’Ebre.
Corría el 1898 y un Pablo Ruiz Picasso adolescente descubrió Horta de Sant Joan de la mano de Manuel Pallarès, su mejor amigo de la Llotja de Barcelona. A pesar de tener sólo 15 años, su familia le dejó disfrutar de unas vacaciones en el pueblo de Pallarès, un poco mayor, pues creían que el cambio de aires le iría bien al joven, enfermo de escarlatina. En Horta de Sant Joan, por él conocida como Horta d’Ebre, estuvo hasta febrero de 1899.
Durante aquellos ocho meses Picasso se alojó en el Mas Tafetans, una casa pairal que la familia Pallarès tenía cerca del río Algars, y que hoy solo se puede visitar en una ruta de exteriores. Fue en aquella casa dónde su salud mejoró y volvió a la pintura con El Mas Tafetans, un oléo sobre tela que hoy se puede ver en el Museu Picasso de Barcelona.
Una vez recuperado, Picasso y Pallarès emprendieron una aventura en els Ports y se hospedaron en la que hoy se conoce como Cova Picasso. Pero en realidad, aquella cueva era una gruta cercana a los ullals de Morago, dónde los pastores se resguardaban del mal tiempo. Con un par de sábanas para pintar la naturaleza, los dos amigos pasaron un mes de aquél verano viviendo en un estado casi salvaje, lo que marcó a Picasso para siempre. Des de aquél espacio, hoy sale un pequeño recorrido que atraviesa el bosque y el riachuelo, lo que permite revivir los parajes que inspiraron al genio pintor cuando era joven. Para acceder a la cueva encontramos una senda bien indicada de unos tres quilómetros, saliendo del parque de la Franqueta.
Siguiendo el mismo camino se encuentra el Mas Quiquet, una masía dónde los jóvenes acudían a por provisiones. En la obra El Mas de Quiquet, Picasso inmortalizó en tonos amarillos y rosáceos, los agricultores que recogían el trigo. A día de hoy, la masía se mantiene casi en su estado original en recuerdo al papel que jugó en esta aventura picassiana.
Cuentan que en una esas excursiones als Ports, Picasso estuvo a punto de ahogarse, pues su amigo Pallarès tuvo que salvarlo de caer al río Estrets. Quizá el imponente paisaje cincelado por las Moles del Don o alguno de los animales que se pueden ver por la zona, como los buitres, las águilas reales, las nutrias o las cabras salvajes, despistaron al joven observador. Para llegar hasta allí los dos amigos hicieron una buena excursión por el bosque, que hoy se puede disfrutar saliendo también por un camino marcado con carteles en el mismo parque de la Franqueta.
Después de esta primera estancia en Horta el pintor abandonaría sus estudios en la Llotja y hasta su nombre completo para llamarse únicamente Picasso, convirtiéndose en el genio que conocemos hoy en día.
Segunda visita
Siendo ya un pintor reconocido y muy lejos del que fue aquél niño que había visitado años atrás aquellas tierras, un Picasso treintañero volvió a los parajes que tanto lo habían marcado en su juventud. Era el año 1909 y el artista iba acompañado de su amante Fernande Olivier.
Llegaron el día antes de Corpus con la intención de pasar tres meses en el lugar, cargados de telas, pinceles y pinturas, además de una cámara fotográfica. Aquellos días su residencia fue el Hostal del Trompet, entonces situado en la plaza de Missa, y del que hoy solo queda una placa marcando el edificio. Un artista famoso y una mujer francesa que no estaban casados, algo inconcebible para la época, se alojaban en el corazón del pueblo, pues podéis creer que aquellos días en Horta no se hablaba de otra cosa. Se dice que incluso el mismo Picasso tuvo que disparar dos tiros al aire, muy enfadado por las piedras que le habían lanzado a su balcón unas vecinas puritanas.
Aquél mismo verano, Picasso también alquiló una habitación en la plaza, en la casa frente a la iglesia. El altillo de su amigo Tobies Membrado, el panadero del pueblo, le sirvió como estudio. A pesar que hoy no se puede visitar, fue en la pequeña habitación dónde Picasso hizo florecer todo lo aprendido en París para crear el cubismo inspirándose en elementos de su entorno.
Ninguna calle ni rincón de Horta pasaron desapercibidados para el genio pintor, pues también asistía junto a Fernande al Café de Vives, un local ya desaparecido a dos calles de la plaza. Allí se reunían con sus amigos del pueblo para charlar, jugar al dominó y cantar acompañados por la guitarra de Joaquim Antoni Vives, a quien Picasso fotografió y pintó en varios de sus cuadros.
Otro de los sitios en el que se fijó el pintor fué el que inspiró La bassa, un lugar que recogía las aguas pluviales para abrevar a los animales. Des de allí, mirando hacia la cima del pueblo, pintó también La fàbrica mirando un antiguo molino de aceite, hoy estas son dos obras universales del cubismo. Por entonces a las afueras del pueblo, en nuestros días aquél lugar es la plaza Catalunya.
Pero si una imagen se le quedó guardadada para siempre en la memoria fue la de la montaña de Santa Bàrbara y el convento de origen templario de Sant Salvador, visibles des de diferentes puntos del pueblo, hasta el punto que solía llevar allí dónde iba un cuadro que su amigo Pallarès le había regalado. En su segunda estancia, Picasso unió a su amada y a la montaña que tanto le gustaba en un solo lienzo, dónde la montaña y la mujer se confunden bajo la influencia del cubismo en Fernande sobre fons de muntanyes, una obra que se encuentra en la colección de Frankfurt.
Toda la información sobre las estancias de Picasso en Horta las podréis encontrar en el Centre Picasso d’Orta –escrito sin hache y a secas, como fue nombrado hasta mitad del siglo XIX, nombre que los vecinos siguen reivindicando– ubicado en el Antic Hospital, un edificio renacentista de 1580. Allí se pueden ver las reproducciones de casi todas las obras que el artista pintó en la localidad, así como otras del mismo Picasso que evocan los paisajes calcáreos de Horta. Una exposición que muestra los lugares que marcaron al pintor, así como objetos con los que interactuó en sus estancias y la evolución artística bien documentada de Picasso y su interpretación del entorno des de un punto de vista geométrico.