Este Nàstic no es el que era. Poco queda a día de hoy de ese conjunto que rozó el ascenso. Han pasado tres jornadas y ya se pueden comenzar a hacer análisis más profundos, aunque lógicamente con el tiempo jugando a favor del arreglo. Queda mucho, pero las sensaciones son muy malas. El conjunto grana es un equipo que da la sensación de que anda tan centrado en cambiar su ideario que se ha olvidado de su esencia. Ha perdido competitividad porque su pilar de la temporada pasada ya no existe. Ahora es un equipo vulnerable que encaja siempre. Tres jornadas, seis goles en contra. Datos demoledores. A partir de ahí se explica todo. De nada sirve querer la pelota, sino se sabe defender sin ella.
Ya lo avisaba Raül Agné en la rueda de prensa previa ante el Intercity que era momento de apostar por los jugadores que habían sido fichados para dar un paso adelante. No fue ciertamente así su expresión, pero vino a decir lo mismo. Sus palabras tomaron todo el sentido del mundo cuando el folleto de alineaciones se hizo público. Alex Tirlea, Eric Montes, Aarón Rey y Guillermo Fernández eran las cuatro novedades en el once. Curiosamente cuatro futbolistas llegados en el mercado estival. Cuatro apuestas evidentes para darle otro aire al equipo sobre todo en fase ofensiva.
Si alguien esperaba una dupla ofensiva formada por Guillermo Fernández y Marc Álvarez no se encontró con lo mismo. No fue así porque el de Torredembarra regresó a su lugar natural durante su cocción, la banda izquierda, y el frente ofensivo fue para Aarón Rey. El gallego siempre ha sido un jugador con capacidad y características para jugar por dentro, pero su falta de gol le ha terminado alejando del centro. Agné le dio otra oportunidad en una zona del campo en la que si termina facturando, puede dar un salto a su carrera.
Los primeros minutos de Rey fueron prometedores como los del resto del equipo. El gallego se encontraba cómodo entre líneas y estaba generando los primeros acercamientos de un Nàstic envalentonado que estaba encontrando ese flow ofensivo que tanto busca. Robaba rápido gracias a la colocación de Eric Montes y avanzaba con asociación pero verticalidad.
El primer cuarto de hora se marchitó sin premio y a partir de ahí creció el Intercity. Se arropó en la pelota para ir desconectando a los granas. Cable a cable, pase a pase. La vacuna llegó en el minuto 22 tras una larga posesión en la que el Nàstic fue persiguiendo sombras para terminar siendo engullidas por ellas. Etxaniz culminó la larga transición de pases con una picada al espacio que le dejó solo ante Manu García. El vasco no falló y con un punterazo superó al portero grana. La primera, al zurrón.
El gol reventó moralmente al Nàstic porque no entraba en su horizonte. Lo descolocó y lo dejó sin capacidad de respuesta inmediata. Ni un cabezazo de Guillermo que atrapó Herrera lo despertó de la decepción. De repente la pelota quemaba, las ideas no aparecían y el espesor se dibujaba en el ambiente. Todo adquirió un tono más crudo cuando llegó el segundo del Intercity. Es una pena ver como el conjunto grana ha perdido toda su brillantez ofensiva. Da la sensación de que se ha centrado tanto en tener la pelota que se ha olvidado a defenderse sin ella.
El segundo tanto de los alicantinos llegó en un córner que encontró a Nsue en el primer palo. Puso el cuero en el palo largo y Manu García solo pudo contemplar la daga. 0-2, el Nou Estadi ya no tenía paciencia, o mejor dicho, se la habían agotado. El Intercity yacía sonriente sobre el verde porque era consciente de que había aprovechado su momento.
La cosa pudo ser peor porque Angong, ese mediocentro con aspecto de Tchouameni, tuvo el tercero en una contra. La culminó con un disparo que no encontró portería. Sí que la encontró un disparo de Etxaniz tras haber superado a Manu García minutos después. Su remate lo sacó Quintanilla bajo palos. El Nàstic andaba desencajado, deambulando sobre el verde y con una sensación de impotencia y descontrol preocupante. Al menos conservaba vida y vislumbraba un resquicio de milagro en el horizonte.
Si la primera parte fue una exposición de la fragilidad defensa en la que vive el Nàstic, la segunda mitad mostró que hacer gol cuesta. No porque faltaran ocasiones, sino porque faltó acierto. Se marcaron dos, pero en fuera de juego. El resto de ocasiones fueron malbaratadas por Manu Herrera. Hubieron varias, pero la más clara fue un cabezazo de Trilles que sacó el portero rival. El rechace cayó en los pies de Quintanilla en boca de gol. La mandó fuera porque apenas pudo pensar, ejecutó y el balón se le echó encima. Hubiese sido clave porque todavía quedaban 20 minutos.
Lo cierto es que el Nàstic había crecido gracias a la movilidad de Marc Álvarez desplazado otra vez al centro del ataque y la hiperactividad de Andy Escudero que había entrado con ritmo al partido. La mejora se quedó en tierra de nadie porque sin gol no se va a ningún sitio. Menos todavía si atrás se concede. El Intercity volvió a tirar de manual para pillar al Nàstic partido y con un simple pase romperle en pedazos. Xemi se plantó solo ante Manu García y no perdonó. El 0-3 ya era definitivo. Por si quedaban dudas.
Ya en el descuento, Kecojevic sacó en la línea de gol un remate de Marc Álvarez. Lo hizo con la mano y el árbitro señaló penalti y roja. Demasiado tarde. Bonilla marcó, pero no se recuerda un gol suyo tan amargo.