El Nàstic logró un punto de honor para sellar la permanencia de manera matemática y dejar la clasificación para la próxima Copa del Rey a solo dos puntos. Además privó al Amorebieta de conseguir el ascenso a Segunda División. Fue un aguafiestas en toda regla. Un partido de manual de los de Dani Vidal en el que fueron por detrás en el marcador, pero reaccionaron y sellaron un punto que les honra.
Existían pocas sospechas sobre el plan de partido que iba a presentar el Nàstic y se terminaron de desvanecer a los pocos minutos de rodar el balón. Un equipo junto, replegado y que pretendía sumergir el encuentro en una constante batalla. Sino pasaba nada, mejor. No es algo nuevo esta hoja de ruta para los granas y aplicarla ante el mejor equipo del grupo que se jugaba el ascenso entraba dentro de la lógica. Sumar era prácticamente equivalente a conseguir la permanencia de manera matemática.
Si los tarraconenses preferían intrascendencia, el Amorebieta quería fiesta del ascenso. Por eso su comparecencia estuvo arropada en la valentía, la agresividad y la verticalidad. Fiel a su juego desbocado que ahora Mendilibar pone de moda en el Sevilla, pero que no es otro que el que se suele dibujar en los prados verdes del fútbol vasco. Ahí no se contempla la posición, solo el vértigo.
Lo cierto es que el Nàstic tuvo que acularse quizás más de lo esperado para contener el arreón inicial. Incluso tuvo que arroparse en Manu García para evitar la maldición del ex. Rayco generó una jugada de peligro en la banda derecha que culminó con un disparo cruzado que iba directo al palo largo. Por fortuna apareció el de Pedrera para meter la manopla y detener un golpe inicial que hubiese roto por mil pedazos el guion pretendido.
Cuando parecía que el Nàstic comenzaba a tener el partido controlado tras el arreón inicial, hubo una segunda embestida que no pudieron contener. Primero Manu salvó un remate de Padrera en uno de esos múltiples envíos laterales que planteaba el Amorebieta. Estaba solo en el área y remató a placer, pero el sevillano voló y desvió el cuero a córner. En esa misma jugada de estrategia llegaría la condena. Centro lateral y falta de contundencia... ¿les suena? Efectivamente, gol. Jauregi era el más listo de la clase y después de que nadie despejase el centro cerrado remataba en boca de gol. El 15º en su cuenta particular. El que podía valer un ascenso. Imaginen la celebración. Éxtasis puro.
El gol fue cloroformo para el partido. De repente todo se paró. Parecía que el Amorebieta disfrutaba de la ventaja y el Nàstic reflexionaba sobre cómo poder hacer daño a un contrario que no concedía brechas. Parecía que el partido se iba a ir al descanso con el 1-0 en el marcador, pero sucedió algo inesperado. El conjunto grana tiró de defensas para generar en ataque. Marc Trilles metió un centro lateral tras haber una segunda jugada en un balón parado y encontró a Alex Quintanilla en el segundo palo. El central definió como un espectacular remate de interior que entró por el palo largo. El conjunto grana empataba cuando menos lo esperaba, pero valía igual. Un nuevo partido nacía.
En la segunda mitad todo comenzó mucho más igualado. El Amorebieta no podía someter a un Nàstic que se sentía más valiente tras el gol. El descanso le sentó bien a unos tarraconenses que incluso tuvieron durante un buen tramo inicial el balón en campo contrario y generaron aproximaciones con él, pero sin terminar de materializarlas.
El paso de los minutos enfrió el encuentro y el gol del Eldense ante el Athletic B dejaba a los locales sin ascenso y a los granas salvados, así que la tensión era absoluta. Los locales buscaron el tanto del ascenso con más corazón que fútbol. El conjunto grana se hizo fuerte en el área propia. Manu García, Trilles y Quintanilla forjaron el triángulo de la resistencia y no dieron opción. El conjunto grana fue el aguafiestas que siempre quiso ser. La salvación ya es un hecho de manera matemática. ¿El billete para la próxima edición de la Copa? Se lo jugará en la última jornada ante el Alcoyano.