No hay aficionado del Nàstic que no crea en este equipo. Si los hay, son muy pocos. El conjunto de Dani Vidal se ha ganado la admiración y el respeto de todos los aficionados tarraconenses. Hasta en la derrota les ha hecho sentirse orgullosos. Es lo que tiene jugar con el corazón y dejárselo todo en el campo, que el resulta importa, pero no lo es todo.
Al conjunto grana le ha tocado vivir la segunda etapa más complicada de la temporada en la entrada de la recta final. Caprichoso destino... La derrota ante Unionistas de la jornada pasada en el Nou Estadi, la segunda como local en toda la temporada, confirmó que el Nàstic está en un proceso en el que necesita sanación de manera inmediata. Son solo seis puntos de 18 posibles los que ha conseguido últimamente en un balance de una victorias, tres empates y dos derrotas.
No son números buenos para un equipo que se ha ganado con todo el derecho del mundo estar en la pelea por el ascenso. El Nàstic es un candidato a alcanzar la gloria y ni este pobre balance de puntos le ha apartado de la pelea. Más que nada porque el conjunto grana ha sido durante muchas semanas un velero que ha navegado por el mar sin sobresaltos, alejado de los temporales. Así pues, el equipo de Dani Vidal está a cinco puntos del ascenso directo, en manos del Deportivo, y con un colchón de seis puntos sobre el sexto clasificado, la Cultural Leonesa, el primer equipo que se queda fuera de los playoff.
Si se olvida lo sucedido en las últimas semanas, la situación del equipo es buena.
El Nàstic depende de si mismo para seguir soñando y hoy el destino le ha colocado la oportunidad de volver a creer con más fuerza que nunca en un posible ascenso. Visita el Toralín, este domingo a las 12.00 horas, el feudo de la Ponferradina, el quinto clasificado, a un punto de los granas. Un duelo directo por el playoff y quién sabe si por el ascenso directo en función de lo que acontezca en las nueve jornadas de campeonato que quedan por delante. Fuera lo que fuera, se trata de un partido en el que hay más que tres puntos en juego.
No solo es una victoria, es dejar a un rival por la gloria con un botín de cero puntos y este hecho a estas alturas de temporada hiere mucho. Sin ir más lejos, al Nàstic le tocó experimentar esta sensación en la jornada pasada frente a Unionistas y la decepción y el desánimo fue total tras el pitido final. De eso ya ha pasado una semana y el vestuario no ha olvidado, pero sí aprendido que la mejor manera de dejar atrás esa derrota es arropándose en la victoria. Volver a ganar para volver a creer.
Lo bueno es que esta plantilla ya ha demostrado superar situaciones adversas de la forma más firme posible. ¿Se acuerdan cuando el Nàstic estuvo ocho jornadas sin ganar en una situación que casi provoca un cambio en el banquillo? ¿Saben qué ocurrió? Pues lo que pasó fue que el Nàstic logró ocho victorias, un empate y una sola derrota en los nueve siguiente partidos. Le doy la vuelta a la tortilla de manera brusca y resurgió de las cenizas con un vuelo que le llevó incluso a recuperar el liderato en la jornada 23, quitándoselo precisamente a la Ponferradina.
Repetir aquella reacción es el objetivo en las nueve finales por el ascenso que quedan por delante. No será fácil conseguirlo porque hoy la primera piedra para quitar del camino se trata de un rival malherido, pero que también tiene el ascenso a tiro pese a su mala racha en las últimas semanas. Si el Nàstic solo ha sumado seis puntos de 18 posibles, la Ponferradina le iguala sus registros.
Es más, en Ponferrada se ha decidido dar un giro de guion, cesando a Iñaki Vélez en el banquillo y colocando a Juanfran García al frente. Debutó con derrota en Tarazona. No fue el mejor comienzo. Hoy regresa al Toralín con la intención de iniciar la reacción.
El Nàstic no se enfrentará pues al dicho de «entrenador nuevo, victoria segura», pero sí que juzgará la nueva Ponferradina que Juanfran quiere dibujar. Ojalá el conjunto grana sea la goma y no haya dibujo.