La muerte del papa Francisco deja huérfano al mundo católico... y también al del deporte, donde el pontífice argentino siempre dejó huella con su mensaje de fraternidad, juego limpio y superación.
Amante del fútbol desde niño, Jorge Mario Bergoglio nunca escondió su pasión por San Lorenzo de Almagro, club del que era socio desde joven. Su simpatía por el deporte no era una simple anécdota: lo consideraba una poderosa herramienta de integración social y de educación en valores. Durante su pontificado, recibió a deportistas de todo el mundo, impulsó el diálogo interreligioso a través del deporte y defendió siempre que «el deporte debe ser una escuela de vida».
El Papa Francisco entendió el deporte como parte del lenguaje universal de la paz. Desde su elección en 2013, instituciones como el Vaticano Athletics o los Juegos del Vaticano nacieron bajo su impulso, reforzando el compromiso entre fe, cuerpo y espíritu.
Hoy el deporte también lo despide. Y no solo como al aficionado que era, sino como al líder que vio en el deporte un camino para construir un mundo más justo y solidario.