El fútbol es un baúl de juguetes rotos. Un ecosistema en el que los jugadores aparecen y desaparecen del foco con la misma naturalidad. Un vaivén emocional constante que provoca que la mayoría de futbolistas estén hechos de otra pasta. O son rocas mentales, o la presión ambiental les pasa por encima. Así, sin más.
Alan Godoy es el hombre de moda del Nàstic en este tramo final de temporada. Su juego y sus goles le han convertido en el epicentro. Se habla mucho y bien de él. Se lo ha ganado, pero también ha provocado que otros jugadores hayan pasado a un segundo plano. El fútbol es así, pero como la vida, siempre da una segunda oportunidad.
Pablo Fernández y Gorka Santamaría son otros dos delanteros que tiene en plantilla el Nàstic. Ambos han vivido cursos diferentes en lo personal, pero sueñan con marcar el gol del ascenso este sábado en el Nou Estadi. El delantero vive del gol y si puede significar algo más que una victoria se convierte en una obsesión.
El Faro de Candás ha completado su mejor temporada con el Nàstic. No hay rastro de sospecha en ello. Dani Vidal le ha dado las llaves del ataque de principio a fin de temporada y se le considerará siempre el delantero del ascenso en caso de que este se consiga. Pablo Fernández suma su tercera temporada en Tarragona y ha vuelto a demostrar que en la categoría de bronce del fútbol español su nombre genera vértigo.
Pablo, un héroe soñado
A Pablo Fernández siempre se le ha acusado a lo largo de su carrera de no tener el gol necesario para ser un delantero de Segunda División. Pueden andar en lo cierto esos críticos, pero quizás hay que empezar a juzgar al asturiano, algunos ya lo hacen, como algo más que un delantero. Si se le examina solo con goles se desvirtúa la realidad. El de Candás es mucho más que gol, es un delantero dominador en los duelos aéreos, un desahogo constante en ataque, un ariete con capacidad de asociación y un futbolista vital en el esfuerzo sin balón porque presiona siempre con el alma por delante.
Pese a que todavía no es un delantero letal, tiene 27 años por lo que hay tiempo para la mejora, Pablo Fernández ha batido su récord goleador como futbolista del Nàstic y está a solo un gol de batir su mejor cifra como profesional conseguida en la temporada 2017/2018 con el Sporting de Gijón B. El asturiano suma siete goles este curso, tres más que la pasada campaña y dos más que en su primer curso de grana.
En la ida de la final ante el Málaga en La Rosaleda ofreció un clínic de lo que debe hacer un delantero fijador en la doble punta de ataque de un 4-4-2. Se desgastó a la par que desgastaba a los centrales rivales, rescató muchas pelotas pérdidas en la soledad y generó dos ocasiones clarísimas de gol. La primera fue en el tramo inicial de encuentro que Alan Godoy no podría aprovechar tras la parada de Alfonso Herrero, mientras que la segunda sí que terminó en gol porque David Concha aprovechó una jugada repleta de coraje y pundonor del Pablo para clavar la pelota en el ángulo.
El destino sería justo si a Pablo le tocase marcar ese gol que toda Tarragona sueña. Pocos jugadores cuentan con el amor y el respeto de propios y rivales y ese es el caso de un futbolista que ha hecho de la casta y la fe su camino vital. Marque o no, si el Nàstic consigue el ascenso, Pablo será uno de los nombres propios de un ascenso que llevará su firma grabada a fuego.
La fe de Gorka
Una situación diferente en lo personal ha vivido Gorka Santamaría a lo largo de la temporada. El delantero vasco llegó el pasado mercado de verano como una de las apuestas más importantes de la dirección deportiva. Se fichaba a un delantero contrastado en el barro que estaba destinado a darle el salto cualitativo a la delantera. Solo dos temporadas atrás había logrado 15 goles en el Badajoz, por no hablar de las otras temporadas a sus espaldas en los que superaba la barrera de los 10 goles en Segunda División B.
Gorka vivió el curso pasado un año para el olvido. Fichó por el Deportivo tras su gran temporada en Badajoz, pero lo que parecía que iba a ser el comienzo de un sueño que convirtió en un ostracismo constante que terminó con un retorno a Badajoz en el mercado de invierno. En el Nuevo Vivero marcó cuatro goles, pero vio como esa misma entidad con la que había rozado el fútbol profesional perdía la categoría y bajaba a Segunda RFEF.
Tarragona le rescató para que continuase un año más en Primera RFEF. Gorka apuntaba a ser el acompañante de Pablo Fernández en la doble punta de lanza, pero la competencia y el viraje durante meses al 4-2-3-1 con la figura de Andy Escudero en el enganche le devolvieron a este terreno de intrascendencia que todo futbolista rechaza.
«He madurado mucho porque yo estoy acostumbrado a jugar y he aprendido a tragar, a ver la injusticia de otra manera y a entender que aunque no juegues esto es para ti y necesitas estar al máximo nivel», eso aseguraba al Diari al principio de temporada en una entrevista en la que abría su corazón y repasaba su amargo año anterior.
Casualidades de la vida, le ha tocado volver a vivir una situación similar en Tarragona a la que le tocó vivir en A Coruña. Sin embargo, Dani Vidal siempre le ha defendido de puertas para fuera y para dentro. Es más, en la plantilla y en el cuerpo técnico tienen fe en que pueda ser el hombre gol del ascenso.
Un claro hecho que indica que hay confianza en él es que ha salido desde el banquillo en los últimos siete partidos. Ha salido en el sprint final de todos los duelos, pero si el Nàstic necesita un gol frente al Málaga, su entrada se puede dar con antelación en la segunda parte.
Pablo o Gorka, Gorka o Pablo, a la afición le da igual quién marque el gol del ascenso, pero pone sus ojos en dos delanteros que han vivido cursos antagónicos, pero que sueñan con ser la foto de portada del libro grana que narre la historia de un camino al ascenso con final feliz.