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Euforia grana (Nàstic 1-0 Sevilla Atlético)

El Nàstic gana al Sevilla Atlético con un gol de Pol Domingo y depende de sí mismos para clasificarse al play-off de ascenso a Segunda

21 mayo 2022 22:47 | Actualizado a 22 mayo 2022 10:42
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Insuperable. El Nou Estadi vivió una tarde completamente insuperable en la que un Nàstic renacido dio un paso de gigante hacia el play-off. Ese equipo que hace unas semanas parecía muerto tras perder contra el Linares, se ha convertido en un conjunto titánico. Confiado. Seguro de su camino. Ese que les puede llevar primero a Galicia y después al fútbol profesional. De momento depende de sí mismos. Los resultados de los otros partidos les acompañaron y ahora una victoria en Alcoy garantiza la presencia tarraconense en la fase de ascenso. Sin depender de nadie más. Sin mirar a nadie. Solo ellos.

Los granas ganaron al Sevilla Atlético en un partido impecable. Un derroche de fuerzas como pocas veces se ha visto en el Nou Estadi. Y una grada que se fundió con el equipo para latir al unísono. Para compartir una de esas experiencias inolvidables. Con un protagonista de casa, Pol Domingo, autor del gol, un rival duro y un villano, el colegiado, que a punto estuvo de arruinar la película. Pero no. Esta tarde era del Nàstic y su gente.

El Nàstic salió como un rugido. Fuerte. Potente. Un grito ensordecedor y tan intenso que reventó al Sevilla Atlético. No duró ni cinco minutos el filial hispalense. Asediado en el verde y abrumado por una grada apasionada con los suyos. La hinchada venía con ganas de reeditar una tarde-noche de película. A ser posible con el mismo guion que hace quince días. Despedir a un equipo de play-off.

La historia se empezó a escribir con un golazo de Pol Domingo. Si había un chico por el que la grada está completamente rendida es el Búfalo de la Pobla Montornés. Un tipo entregado por el escudo. De la casa y de casa. Con toda esa pasión, y un poquito de cada uno de los 13.222 aficionados que llenaban el Nou Estadi, enganchó una volea para mandar el cuero a la misma escuadra. Con toda la jornada en juego, ese gol ponía al Nàstic en posición de play-off.

Dirigidos por Dani Vidal, el segundo entrenador grana, por el positivo del técnico Raül Agné -los motivos personales que ya le hicieron perderse el último entrenamiento de la semana-, los jugadores pusieron toda la carne en el asador. Todo el empeño. Ganando duelo tras duelo. Siendo incisivos con balón y sacrificados sin él. La imagen que todo seguidor quiere de los suyos.

El Sevilla Atlético fue recuperando el color. Al final, es un filial de un equipo de Champions League. Un plantel con talento, pero que no podía explotarlo ante un rival muy entonado. Ni por los costados, frenados por Pol y Joan Oriol, ni por el centro, con la asociación Quintanilla-Trilles.

Las dos horas de retraso para evitar las altas temperaturas sirvieron para no ver el sol, pero no para refrescar un partido que por lo que había en juego el ambiente ardía. Había mucha intensidad en el verde. El Nàstic buscaba el segundo. Lo intentaba por bandas con centros laterales que el Sevilla Atlético despejaba. Alguno pasaba. Como el que llegó a Edgar en el balcón del área. El de Gavà golpeó defectuoso y fue fácilmente rechazado por la zaga hispalense. El atacante grana fue objeto de un penalti claro por agarrón que no sancionó el árbitro.

No bajó ni un ápice la intensidad del equipo en el segundo tiempo. Seguía presionando con orden. Ahogando las salidas y obligando al Sevilla Atlético a balones largos, muy controlables para la zaga tarraconense. Edgar se erigía como un faro ofensivo. era el primero en apretar y el primero en recuperar para llegar al remate. Le faltaba afilar el colmillo para acabar mordiendo.

Una tarde así no estuvo exenta de sus instantes de angustia. Momentos en los que los mirlos de Nervión lograban superar la presión y conseguían atacar con velocidad. Manu García siempre traía la tranquilidad. Blocando con seguridad. Sin concesiones de ningún tipo. Era difícil destacar a alguien. O al revés, dejar de destacar a alguno. Al excelente papel defensivo de la línea de retaguardia se le sumaba Ribelles. No dejaba pasar ni el poco aire que soplaba en el Nou Estadi. Una exhibición total de un pivote que cada partido va agrandándose.

El escenario era tan grande que sobrepasó al colegiado. Uno de esos árbitros que pretenden ser más listos que nadie. Que buscan un protagonismo que no les corresponde. Pero que lo encuentran con un arbitraje sibilino. Si el penalti sobre Edgar, que era, pudo pasar, es inconcebible que se comiera el derribo del arquero a Javi Bonilla. Se tiró el balón hacia un costado para superar la salida de Javi Díaz y el portero se llevó al soriano. No quiso saber nada. Con toda la chulería fue explicando a todos los futbolistas granas que Bonilla se había dejado caer. Nadie se lo tragó. Solo él.

El tiempo iba consumiéndose pero el riesto del marcador no dejaba soltarse a la grada. El Sevilla Atlético no llegaba, pero tampoco el segundo tanto. Era una agonía, mientras se seguía con un ojo el resto de la jornada. El pitido sonó más intenso que nunca. Vayan sacando billetes a Galicia.

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