Miguel Pérez Cuesta Michu (Oviedo, 1986) cultivó admiración en sus pasos por Vallecas y Gales. Dos mundos opuestos que no escondieron el talento de este atacante de condiciones atléticas abrumadoras y de elegante zancada. En el cosmopolita y simpático Rayito le bastó con 365 días para explotar como experto trabajador del gol. Antes, en Vigo, sus participaciones abundantes no iban de la mano de la efectividad. Ahí quedaron los números.
En el obrero barrio de Madrid, con José Ramon Sandoval como jefe, Michu se relacionó con la gloria hasta en 15 ocasiones (2011-12). Miguel Pérez Cuesta compartió viaje con una pandilla revoltosa, que hizo ruido a base de buen gusto. Movilla, Trashorras, Piti o Javi Fuego ya presumían de pasión Rayista.
Michu estrenó incluso internacionalidad con la Roja y en verano de 2012 mantuvo en vilo a varios clubes españoles. Su precio resultaba una tentación constante. Sólo 2,5 millones para un delantero con 15 goles en Primera. Curiosamente nadie pagó esa cantidad. Le valoraron más al otro lado de la frontera. La Premier le abrió el palacete. En concreto el Swansea, esa escuadra emergente del País de Gales.
El asturiano demostró que el excesivo famoseo de los procesos de adaptación no existe. O por lo menos, no para él. En su estreno en la competición inglesa abrió ojos apetecibles y se convirtió en ídolo para sus nuevos hinchas. 18 goles en 35 partidos confirmaron el progreso de este apasionado del Oviedo. En cada entrevista, en cada aparición pública, mandaba un mensaje de deseo. «Mi sueño es acabar mi carrera en el Oviedo».
El maldito tobillo
Los problemas en el tobillo aparecieron justo en el punto culminante de su carrera. Fue curiosa su dolencia. Se arregló el izquierdo para después no soportar el dolor del derecho. El problema en los ligamentos le quedará de por visa. Nadie consiguió que la molestia desapareciera.
Miguel había abandonado Gales para campeonar en Italia, en el Nápoles. Nada volvió a ser lo mismo. La lesión le consumió psicológicamente. Y eso que su cartel en la Premier permanecía intacto. Michu renunció a unas cuantas libras golosas del Aston Villa para volver a casa. Su hermano Hernán, técnico del modesto Langreo de la Tercera asturiana, le rescató el pasado mes de enero.
El futbolista tomó una decisión honesta. Su propuesta pasaba por probar el nivel que podía alcanzar actuando con ese dolor de inevitable reparación. En el Langreo se desintoxicó de problemas y disfrutó. Ese fútbol modesto de tanto poco revuelo mediático le sirvió de impulso anímico. También deportivo. Recuperó la autoestima y a finales de agosto aceptó la propuesta de su Oviedo. Ya con 30 años y con el entusiasmo de cumplir aquel pequeño desafío que siempre conquistó su alma.
El destino le preparó en estreno feliz. Debutó en Copa, en un partido ante el UCAM Murcia, y convirtió dos goles. En el 85 y en el 90. Sirvieron para forzar la prórroga, ya que el Oviedo caía por 3-1. Fernando Hierro, el lujoso míster, le ha gestionado el físico en el campeonato doméstico, aunque las previsiones le llevan al once elegido mañana, con la visita del CF Reus al nuevo Carlos Tartiere. Los rojinegros se encontrarán a un delantero recuperado para la causa y de indiscutible espíritu carbayón.
Miguel Pérez Cuesta Michu (Oviedo, 1986) cultivó admiración en sus pasos por Vallecas y Gales. Dos mundos opuestos que no escondieron el talento de este atacante de condiciones atléticas abrumadoras y de elegante zancada. En el cosmopolita y simpático Rayito le bastó con 365 días para explotar como experto trabajador del gol. Antes, en Vigo, sus participaciones abundantes no iban de la mano de la efectividad. Ahí quedaron los números.
En el obrero barrio de Madrid, con José Ramon Sandoval como jefe, Michu se relacionó con la gloria hasta en 15 ocasiones (2011-12). Miguel Pérez Cuesta compartió viaje con una pandilla revoltosa, que hizo ruido a base de buen gusto. Movilla, Trashorras, Piti o Javi Fuego ya presumían de pasión Rayista.
Michu estrenó incluso internacionalidad con la Roja y en verano de 2012 mantuvo en vilo a varios clubes españoles. Su precio resultaba una tentación constante. Sólo 2,5 millones para un delantero con 15 goles en Primera. Curiosamente nadie pagó esa cantidad. Le valoraron más al otro lado de la frontera. La Premier le abrió el palacete. En concreto el Swansea, esa escuadra emergente del País de Gales.
El asturiano demostró que el excesivo famoseo de los procesos de adaptación no existe. O por lo menos, no para él. En su estreno en la competición inglesa abrió ojos apetecibles y se convirtió en ídolo para sus nuevos hinchas. 18 goles en 35 partidos confirmaron el progreso de este apasionado del Oviedo. En cada entrevista, en cada aparición pública, mandaba un mensaje de deseo. «Mi sueño es acabar mi carrera en el Oviedo».
El maldito tobillo
Los problemas en el tobillo aparecieron justo en el punto culminante de su carrera. Fue curiosa su dolencia. Se arregló el izquierdo para después no soportar el dolor del derecho. El problema en los ligamentos le quedará de por vida. Nadie consiguió que la molestia desapareciera.
Miguel había abandonado Gales para campeonar en Italia, en el Nápoles. Nada volvió a ser lo mismo. La lesión le consumió psicológicamente. Y eso que su cartel en la Premier permanecía intacto. Michu renunció a unas cuantas libras golosas del Aston Villa para coger rumbo a casa. Su hermano Hernán, técnico del modesto Langreo de la Tercera asturiana, le rescató el pasado mes de enero.
El futbolista tomó una decisión honesta. Su propuesta pasaba por probar el nivel que podía alcanzar actuando con ese dolor de inevitable reparación. En el Langreo se desintoxicó de problemas y disfrutó. Ese fútbol modesto de tan poco revuelo mediático le sirvió de impulso anímico. También deportivo. Recuperó la autoestima y a finales de agosto aceptó la propuesta de su Oviedo. Ya con 30 años y con el entusiasmo de cumplir aquel pequeño desafío que siempre conquistó su alma.
El destino le preparó en estreno feliz. Debutó en Copa, en un partido ante el UCAM Murcia, y convirtió dos goles. En el 85 y en el 90. Sirvieron para forzar la prórroga, ya que el Oviedo caía por 3-1. Fernando Hierro, el lujoso míster, le ha gestionado el físico en el campeonato doméstico, aunque las previsiones le llevan al once elegido el jueves, con la visita del CF Reus al nuevo Carlos Tartiere. Los rojinegros se encontrarán a un delantero recuperado para la causa y de indiscutible espíritu carbayón.