En 2002 el Nàstic fue sancionado con seis partidos de clausura del Nou Estadi por los graves incidentes ocurridos en el partido frente al Polideportivo El Ejido, de Segunda División A, disputado el 4 de mayo de aquel año.
El Comité de Competición de la Real Federación Española de Fútbol catalogó como muy graves los hechos ocurridos en aquel encuentro: faltaba minuto y medio para la conclusión del partido cuando el colegiado, Clos Gómez, decidió suspenderlo a raíz de la invasión de campo por parte de un nutrido grupo de aficionados granas que impedían la continuidad del juego.
Durante ese momento se produjo el lanzamiento de diversos objetos hacia el terreno de juego y una botella de plástico alcanzó la cabeza del jugador almeriense, Arturo Pavón, provocándole una brecha que necesitó seis puntos de sutura.
El entrenador de Nàstic, Carlos Lobo Diarte, recibió además una sanción de tres partidos por «intento de agresión en grado de tentativa», en referencia al colegiado Clos Gómez, y tres partidos más por «los insultos» que refleja el acta del encuentro. En concreto por llamar «hijo de puta» al árbitro.
El club grana también fue multado con 4.500 euros. Además se dio por terminado el encuentro con el marcador que reflejaba el partido en ese instante, 2 a 2.
Al Nàstic le quedaban dos encuentros de Liga como local, de los tres partidos que restaban para finalizar aquel campeonato liguero.
Los platos rotos
Cuando trascendió aquel duro castigo el presidente del Nàstic, que aquella temporada ya era Josep Maria Andreu, aseguró que la entidad había «pagado los platos rotos» de los incidentes ocurridos durante ese mismo fin de semana en varios campos de fútbol españoles y que nunca hubiera merecido una sanción de ese calibre.
El club recurrió al Comité de Apelación, que sin embargo ratificó la decisión tomada desde el primer día por el Comité de Competición de la RFEF.