La jeta, la extrema capacidad para actuar sin el condicionante de la presión, distingue a Iker Goujón (Tarragona, 1999), un tirillas que baila sobre el césped con una ligereza deslumbrante. Le da lo mismo el escenario y el clima, cuando se trata de jugar al fútbol se desenvuelve como si estuviera en un parque temático. Dispone de tanta personalidad que pueden coserle a patadas y seguir pidiendo la pelota como si nada. Lo hacía de pequeño, cuando en cadetes ya acumulaba todo el protagonismo en el CF Reus, la cantera en la que militó más tiempo, después de pasar por el Barça e iniciarse en el Santes Creus.
Iker se ha acostado en el ecosistema frío de Andorra para tejer el inicio de su carrera profesional. Con solo 21 años milita en una de las plantillas más lujosas de la categoría de bronce, aunque a él eso no le importe demasiado. No entiende de miedos. Entrena con una naturalidad asombrosa y, para muchos especialistas, se trata de uno de los futbolistas sub-23 más interesantes del campeonato.
Aterrizó en Andorra en 2019, justo cuando el CF Reus dejó de existir a nivel deportivo por los problemas financieros que ahogaron a la entidad. Había conquistado los tiempos en el filial e incluso se coló en alguna convocatoria con los mayores. Xavi Bartolo se lo llevó, por ejemplo, a un partido de Copa del Rey en el Sadar, ante Osasuna. En los entrenamientos con el Reus, Iker bromeaba con los profesionales como un colega de toda la vida. Esa soltura la traslada al fútbol.
Criado en Sant Pere i Sant Pau, a lomos de su madre y de su hermana, Iker nunca ha dudado de sus virtudes, a pesar de que muchas veces le han catalogado como demasiado frágil para un mundillo donde lo físico parece innegociable. Puede actuar en cualquiera de las posiciones de ataque, aunque el enganche, la mediapunta, le viene como anillo al dedo.
En Andorra acumula buenos registros, a pesar de su precocidad. En el pasado curso, el del parón por la pandemia, cerró 12 apariciones y anotó dos goles. En el actual ya ha sumado la decena de partidos y ha convertido una diana. La llegada de Eder Sarabia le ha reforzado la autoestima. El mediático entrenador del Andorra ha contado con él en los dos envites que ha dirigido hasta el momento. Con victoria en los dos, por cierto (Espanyol B y Barça B). Este domingo le espera una cita de traje y corbata. Andorra y Nàstic cruzan caminos en plena puja por el liderato y Goujón desea repetir privilegio de inicio.
Lucidez en el Johan Cruyff
Eder Sarabia diseñó un sistema con tres centrales en la visita del Andorra al estadio Johan Cruyff el pasado domingo. Eso permitió a Goujón moverse entre líneas por detrás de los dos puntas, el exgrana Víctor Casadesús y Carlos Martínez. En ese marco enseñó gran parte de sus condiciones. Capacidad para el desequilibrio, destreza para trasladar la pelota, aguantarla y surtirla con criterio en cada despliegue ofensivo. El gol de Víctor Casadesús en el segundo tiempo premió la valentía del Andorra, osado con su propuesta.
En el negocio de Gerard Piqué, propietario del Andorra, se ha acomodado el tarraconense, cada vez más determinante y con la intención de transformarse en un primera espada del proyecto. De la mano de Eder Sarabia dispone de todos los condicionantes para culminar su progreso y explotar todo el potencial que posee, todavía sin alcanzar la plenitud.
Ante el Nàstic, el exrojinegro vivirá de nuevo otra batalla de máximo nivel. Las dos escuadras pelean por la hegemonía del grupo y sólo dos puntos les separan ahora mismo, con los granas asentados en esa primera posición desde hace varias semanas. El duelo promete emociones fuertes porque, entre otras cosas, Andorra y Nàstic luchan por los mismos propósitos.