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Julián García Torres, una leyenda del voleibol: «Gracias al Sant Pere i Sant Pau he vuelto a ser yo»

El capitán rojillo, una leyenda nacional de 44 años, explica al Diari como le ha cambiado la vida desde que llegase a Tarragona en el año 2022

19 marzo 2025 18:49 | Actualizado a 20 marzo 2025 07:00
Se lee en 5 minutos
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Es una mañana fría y triste de miércoles, pero Julián García Torres llega al Diari sonriente y transmitiendo esa simpatía que le define. Es una leyenda del voleibol español, pero su ego no responde a tal. Una persona cercana que ha hecho del voleibol su arte para vivir. 44 años a sus espaldas le avalan y más de la mitad de ellos los ha pasado en una pista. Este año ha sido pieza clave y el capitán que ha guiado al CV Sant Pere i Sant Pau a la salvación.

Qué salvación tan bonita y a la vez tan dura.

La verdad que sí. Ha sido muy bonita, pero muy trabajada.

¿Por qué se ha salvado el Sant Pere i Sant Pau?

Porque en casa lo hemos hecho muy bien, comparándonos con la gente cuyo objetivo era salvarse y que tenía un presupuesto como el nuestro. Luego, contra los rivales directos—Emevé, Palma y San Roque—, en casa les hemos ganado o hemos perdido 3-2, y fuera les hemos peleado. Otra gran clave fue ganar en Manacor, ya que allí nadie más lo ha conseguido en toda la temporada.

¿Por qué es tan especial el Sant Pere i Sant Pau?

Porque no deja de ser un club muy humilde en una categoría muy exigente. Cuando un club humilde llega tan arriba, normalmente lo ha conseguido a base de trabajo, porque con el talonario no llega.

¿Qué significa Alfonso Periañez para el Sant Pere i Sant Pau?

Alfonso es una persona que vive por este deporte y se siente muy orgulloso del club. Cuando alguien hace las cosas no solo por dinero, lo normal es que todo funcione bien. Alfonso es pura pasión. Le encanta este deporte, el club es su vida y lleva muchísimos años dedicado a él. Alfonso es alguien en quien puedes confiar, siempre dispuesto a ayudar. Para muchos jugadores, es como el abuelo que ya no tienen.

¿Y Vlado Stevovski?

Tanto Vlado como Axa, que llegaron en 2003, llevan más de 20 años aquí. Vlado ha vivido todas las etapas del club: desde la Superliga en sus mejores momentos hasta los descensos a categorías inferiores, para luego volver a subir con una cantera que empezó con seis o siete equipos y que ahora cuenta con 24 o 25. Y todo esto no ha sido gracias al dinero, sino al esfuerzo y al trabajo constante.

¿Cómo llegó a Tarragona?

Mira, yo llegué por motivos económicos. Mi familia y yo vivíamos en El Puerto de Santa María, en Cádiz, y yo estaba estudiando oposiciones porque el trabajo que tenía no me hacía feliz. Al final, creo que es mejor ser feliz poco tiempo que infeliz toda la vida. Mi padre siempre me decía: «Tienes que trabajar en algo que te guste». Él era economista, trabajaba de lo suyo y disfrutaba su profesión. Me insistía en que buscara un empleo que no me costara ir a trabajar, porque son muchas horas y muchos años de vida dedicados.

¿Por qué decide mudarse?

Mi pareja, Lorena, me advirtió que si aprobaba la oposición, me podrían destinar a cualquier parte de España. Entonces, me planteó otra opción: mi hermana tenía un restaurante en Tarragona y mi hermano vivía en Reus. Me dijeron que necesitaban gente de confianza para el negocio, y como yo cocino bien, me propuso irme a trabajar allí como cocinero. Así que me vine a Tarragona.

¿Y la opción de jugar en el Sant Pere i Sant Pau cómo surge?

Cuando llegamos, fuimos al Sant Pere i Sant Pau para preguntar si Lorena podía entrenar algún equipo de la base y ganar un extra. Al hablar con Vlado, me sorprendió preguntándome: «¿Y tú? ¿No te atreves a llevar un equipo?». Yo le respondí que aún me veía más útil dentro de la pista que fuera, y su reacción fue inmediata: «No hables más, te fichamos de central».

El Sant Pere i Sant Pau le ha permitido volver a vivir del voleibol, su gran pasión.

Imagínate lo que es tener 41 años y pensar: «No me llama ningún equipo y yo sé que todavía podría aportar, pero no tengo opción». Y de repente llego aquí, entreno dos días en Superliga 2, hago una temporada muy buena, quedo como mejor bloqueador y renovamos. Al año siguiente, como ya estaba con el club, podía entrenar tres días por semana, ir más al gimnasio, me empiezo a encontrar mejor y ¡pum! Mejor bloqueador otra vez, pero con una diferencia brutal. Subimos a Superliga y digo: «Estoy para jugar en Superliga, pues vamos a jugar en Superliga». Y ¡pum! Tercer mejor bloqueador de la liga, con 44 años y salvando la categoría.

¿Cómo vivió el ascenso a Superliga 1?

Me preguntaron cuál era el partido más especial de mi carrera y, claro, la mayoría te diría que el Europeo que ganamos. Y sí, fue increíble, lloré de alegría como pocas veces en mi vida. Pero el partido del ascenso, con 43 años, sabiendo que iba a volver a jugar en la Superliga con 44, fue algo brutal. Era tan improbable que pasara...

¿Pensó en la retirada?

Yo pensaba que jugar un año en Superliga era la guinda del pastel, cerrar el capítulo de jugador por la puerta grande. Pero lo más bonito es que mis hijos ahora me pueden ver jugar. Me retiré cuando tenían tres y cuatro años, no iban a recordarlo. Ahora los dos juegan al voleibol y el pequeño es un friki del voleibol. Me pregunta qué tiene que hacer para llegar a la selección española, entrena tres días con el equipo y hace dos más por su cuenta porque quiere mejorar. Verle feliz viendo a su padre jugar es increíble.

$!La sonrisa de Julián García Torres. Foto: Àngel Ullate

Cuenta señor Google que comenzó a jugar a voleibol gracias al panadero de su barrio con 18 años. ¿Es cierta la leyenda?

Un día fui a comprar pan y dulces y el panadero le dijo a mi madre: «¿Por qué no llevas al niño a probar voleibol? Con la altura que tiene, si le gusta, igual se le da bien y se hace famoso». Imagínate decirle eso a un niño... ¡Me emocioné! Así que fui al club, pero me equivoqué de día. Llegué un martes en lugar de un lunes y en la pista estaban los entrenadores de balonmano y baloncesto. Cuando dije que venía a probar el voleibol, el de baloncesto le dijo a mi padre: «Si no lo cogen en voleibol, tráelo para el basket», y el de balonmano saltó: «Y si no le gusta el baloncesto, que venga al balonmano». Pero al día siguiente fui a la prueba de voleibol, me encantó y me enganché. Desde entonces, de los 18 hasta los 44, aquí sigo jugando.

Pero hubo un parón, ¿no? ¿Cómo lo vivió?

Sí. En la temporada 2015-16 fue mi última temporada profesional. Empecé en Dos Hermanas y a mitad de temporada me fui al Panachaiki griego. Allí quedé mejor bloqueador de la segunda vuelta y salvamos la categoría. Pero al volver a España no me llamó ningún equipo. Pregunté, llamé, pero nada. En abril de 2017 vi que me quedaba sin equipo, hice una entrevista en Decathlon, entré a trabajar en junio y en diciembre me hicieron fijo. Un año después jugué en Primera Nacional con el Voley 2000 Cádiz y logramos el ascenso a Superliga 2, pero el club decidió no subir por temas económicos y ahí lo dejé.

Y en 2021 juega con el Ibiza. ¿Qué pasó?

Después de la pandemia, en enero de 2021, me llamaron de Ibiza porque necesitaban un central. Volví, quedé mejor bloqueador de la segunda vuelta y salvamos la categoría. Pensé que me reengancharía, pero otra vez no me llamó ningún equipo, hasta junio de 2022, cuando hablé con el San Pere i Sant Pau y volví en septiembre.

¿Cómo vivió sin voleibol en su vida?

La verdad es que hasta el día de hoy no la asimilaba. Siempre veía partidos. Me enfadé con el voleibol, en plan: «Joder, Dios, no, en serio, ¿ningún equipo tiene un puesto para mí?». No es que me crea el mejor del mundo, pero he sido capitán de la selección española, 200 y pico veces internacional... Ahora he vuelto, y siento que he renacido. Mi mujer, Lorena, me lo dice: «Se nota que estás volviendo a ser tú».

¿Llegó a tocar fondo?

En el trabajo en el que estaba antes, en Decathlon, pasé una época muy mala, muy decepcionado. Y no es por pensar que me merezco todo, pero esto lo he hablado con muchos compañeros de la selección que se han retirado: se pasa muy mal. Me veía en el trabajo y pensaba: «Yo he sido campeón de Europa. He ido a pabellones donde todo el mundo me reconocía. Me he dedicado a esto al 100% para mi país, y ahora estoy aquí aguantando a un maleducado que me quiere engañar con un producto defectuoso».

Es también monologuista, al igual que su hermano. ¿Se plantea retomar esa faceta suya?

Este año es el primero en el que me he replanteado la idea de retomar los monólogos. La verdad es que siempre me ha gustado mucho el humor y creo que hacer reír a la gente es algo muy gratificante, sobre todo hoy en día, cuando todo el mundo está tan estresado. Cuando veo a mi hermano, me entra esa cosilla de recordar lo bien que se siente estar en el escenario y ver al público reírse. Es una sensación única, saber que has logrado hacer que la gente desconecte por una hora. Así que, aunque no es seguro, sí estoy considerando la posibilidad de retomarlo en el futuro porque, sinceramente, me hace bien. Como dicen, si algo te hace bien, deberías aumentar la dosis.

Julián, es la pregunta que todo el mundo se hace, ¿seguirá jugando el año que viene?

Yo diría que hay un 99% de probabilidades de que Julián García Torres siga en el Sant Pere i Sant Pau. ¿Cómo seguiré? Eso aún no lo sé, porque tengo que reunirme con el club. Si el club decide que puedo aportar un año más en la pista, lo haré. Estoy con la gasolina casi al final, pero no estoy en la reserva. Creo que aún puedo hacer una buena temporada. Si hubiera tenido una temporada llena de dolores o hubiera sentido que no cumplía con las expectativas, habría considerado retirarme. Pero, sinceramente, he hecho un buen año, he aportado al equipo y a nivel personal creo que he cumplido. Por eso, creo que puedo seguir un año más.

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