En un ejercicio de transparencia poco habitual en los grandes clubes de fútbol, el FC Barcelona hace pública cada año en su página web la memoria económica del ejercicio anterior con todos los detalles, la misma que luego es entregada en mano a los socios compromisarios en la Asamblea anual. Normalmente casi pasa desapercibida, con los clásicos equilibrios entre ingresos y gastos, el ratio deuda/Ebitda y otros conceptos que a los que no entienden de la materia les suenan a chino. Cuatro risas al ver lo pagado por un brasileño que no juega en el filial, sospechar de comisiones y poco más. Pero el informe económico del curso 2019-20, afectado de forma dramática por la crisis provocada por la covid-19 y por la falta de previsión en el pasado, ha sido tan demoledor que lo comprende todo el mundo. No hace falta ser un economista para alarmarse por unas cifras que ponen en peligro la viabilidad del club. Y todos los barcelonistas señalan ahora a Josep Maria Bartomeu, el expresidente que no supo anticiparse al golpe de la pandemia y que ha pasado de dar conferencias en 2015 en Harvard sobre el modelo de éxito del FC Barcelona a estar escondido hasta de las redes sociales a las que tanta atención prestó en sus últimos meses de mandato.
El resumen, a grandes rasgos, es el siguiente. Con un pasivo de 1.173 millones de euros, el club azulgrana informa que tiene una deuda a corto plazo de unos 730 millones de euros: 265 millones en deudas con entidades de crédito, 2,5 millones de euros en obligaciones y otros valores negociables, 164 millones en deudas con el personal deportivo y 298 kilos en otros conceptos. La deuda neta es de 488,4 millones de euros al restarse del total los 168 que los clubes deben al Barça, los 252 de deudores comerciales y proveedores y los 164 millones de tesorería.
Los dos grandes causantes de este drama económico son dos. Uno, inesperado y que afecta a todos los clubes: las consecuencias de una pandemia del coronavirus que impedirá al Barça ingresar 523 millones, como mínimo, desde el inicio del confinamiento en marzo de 2020 hasta junio de 2021, ya ante la previsión de que los estadios seguirán cerrados y que el turismo apenas llegará a la tienda y al museo del club. El otro sí es responsabilidad directa de unos dirigentes que no supieron crear un límite salarial, aunque con él corrieran el riesgo de perder a algún crack. La gestión de la dirección deportiva y económica desde la fuga de Neymar en 2017 ha sido un desastre absoluto. Los 222 millones ingresados del PSG se convirtieron a larga en 500 de gasto en tres jugadores que, para colmo, no han rendido: Dembélé, Coutinho y Griezmann. Y está el caso de Messi, cuyo salario condiciona totalmente al club por mucho que se defienda que lo que produce su imagen devuelve en ingresos la inversión.
Años difíciles
Y ojo, porque la memoria económica del ejercicio actual 2020-21 todavía será peor, pues en el anterior todo funcionó con normalidad hasta marzo. En este caso, solo el hecho de que se hayan producido rebajas salariales, diferidas para más adelante, eso sí, puede ayudar.
Pese a todo, siguen en liza tres candidatos a la presidencia del club como Joan Laporta, Víctor Font y Toni Freixa. Que no hayan salido corriendo significa que el club sigue siendo fuerte, principalmente por el patrimonio que tiene y su crédito internacional. Coinciden en que hay que impedir que el club se convierta en SAD o que entre capital de algún país que garantice la estabilidad, como sucede en tantos clubes franceses e ingleses. No parece que exista un peligro real en ese sentido. Ni siquiera se puede hablar de quiebra económica porque todo es más complejo de lo que parece. Pero sí vienen años difíciles, con jugadores importantes que se irán y sin fichajes llamativos. Quizás el nivel deportivo sea discutible. Toca mirar otra vez a la cantera. Y esa es una buena noticia dentro de lo malo.