6 de abril de 2025, Terrassa. Puede parecer pronto, pero para el Reus no. La ciudad, su fútbol, han desafiado al tiempo y a sus propias miserias para un regreso asombroso y en el campo del San Cristóbal se hizo otro milagro. No hace tanto, en 2019, desapareció una ilusión que se había instalado en el fútbol profesional, pero la llama no se terminó de apagar.
Seis años después, el Reus vuelve a las categorías nacionales, al foco, tras un letargo repleto de sufrimiento. Se ha construido un proyecto fundado a través del sentimiento de pertenencia y en cuatro años, desde la Segunda Catalana, el nuevo club, con el germen en el histórico Reddis, ha conquistado tres ascensos. Una barbaridad.

Todo ello bajo el liderazgo de Marc Carrasco, un entrenador hambriento de éxito y con un compromiso casi de sangre con la propuesta. Él ha dibujado la hoja de ruta desde Segunda Catalana y ayer, en San Gabriel, cerró su tercera obra maestra.
Lo que nadie esperó
El clima que reinaba en la expedición antes del envite matinal se arropaba en la prudencia, nadie se atrevió a menospreciar al San Cristóbal, un rival que todavía no ha certificado la permanencia y que, en su feudo, conserva una fortaleza casi militar. Además, para cerrar con el aval de los números el ascenso, se precisaba una carambola poco probable, la derrota del Girona B ante el Cerdanyola. El destino, a veces, saca a pasear sus caprichos.
El primer capítulo, decorado con una luz que apunta al veraneo, no escapó del guión habitual en la categoría. Demasiado juego directo, mucho cuerpeo, poca finura. Quizás por eso, Carrasco apostó por un atacante más gladiador como Pedro Martín y se guardó a su goleador Torrents para el desenlace, para un guión más desgastado.

A pesar de que el fútbol no fluía con la limpieza habitual, los tres centrocampistas del Reus, Ramon Folch, Sandro Toscano y Xavi Jaime, pronto, se adueñaron de los registros que pedía el contexto. Interpretaban bien los espacios y elegían con criterio. El 0-1, precisamente, surgió de un desplazamiento puntual del capitán, Xavi Jaime, un servicio al espacio para la carrera de Aitor Serrano. Del resto se encargó el supersónico extremo, que con un buen control le bastó para perfilarse para el disparo. Fue gol. Se habían gastado 33 minutos.
Mientras Serrano celebraba con el resto de colegas, en la grada, como en tiempo de minuto y resultado de José María García, el run run del respetable hablaba. En este caso, los teléfonos sustituían al transistor. El Cerdanyola dominaba por 0-1 en Girona.
La respuesta local, en todo caso, compareció rápido, apenas el Reus saboreó la ventaja para gestionarla. Un penalti de Ramon Folch a Izan provocó que Carlos Olmo, hermano del azulgrana Dani Olmo, perforara a Josep Campanera. Todo justo antes del intermedio.
Se lesiona Casals
Carrasco se vio obligado a mover ficha por la lesión de Casals, que se quedó en caseta y dio chance a Pol Fernández, un defensor que, con el paso del tiempo, se ha ganado credibilidad a base de rendimiento.
En realidad, el Reus dio el paso al frente que necesitaba, cambió conformismo por ambición y no se equivocó. Su fútbol creció de nuevo a través del buen pie de sus mediocampistas, inclinó el partido y se instaló en campo rival.

La diferencia la hizo Ramon Folch, que ha recuperado un tono físico excelente y ha protagonizado un curso de manual. En San Cristóbal, además, le dio la razón a los que creen en el romanticismo. Él se convirtió en exponente indiscutible de aquel Reus de Segunda División, él cerró el círculo con el gol del regreso a Segunda RFEF. En el borde del área, enfocó el tiro hacia su pierna zurda y colocó la pelota en el ángulo. Una diana antológica que dedicó a su hermana Anna, abrazo incluido.
En lugar de esperar que la inercia del juego consumiera la ansiedad del rival, los rojinegros tomaron una decisión rotunda, querían alcanzar el éxito antes de sufrir contratiempos. Lo hicieron en una contra que cayó en los pies de Joan Torrents, ya sobre el césped. Éste recortó, levantó la frente y observó el despliegue de Aitor Serrano, feliz a campo abierto, con espacios. Serrano culminó la transición con un zapatazo seco y abrió la veda del delirio. Un delirio contenido, porque en Girona se había parado el partido por lesión arbitral con 0-2 para el Cerdanyola.
Resultó curioso, porque el ascenso tuvo mucho de atípico. Los jugadores lo celebraron en el autocar casi una hora después, pero vale lo mismo. Gritaron fuerte. El Reus siempre vuelve.