La empresa de inicio de año no podía ser mayor. Visitar el Sadar tras el parón navideño puede indigestar la mejor de las comidas festivas. Pero no para este Nàstic que sigue firme sin concederse ni un paso atrás en su retorno a Segunda. Solventó su partido en Pamplona con un empate que supo a gloria. Pudo ser mejor, porque los granas se adelantaron en el marcador, pero también peor, puesto que en el segundo tiempo tuvieron que lidiar con un Osasuna absolutamente volcado ante la portería de Reina. A falta de capacidad ofensiva, el equipo aguantó el tipo para alcanzar la treintena de puntos y comenzar el 2016 con pie firme.
Vicente Moreno volvió a acertar con su planteamiento. El técnico del Nàstic añadió una página más en ese ‘librillo’ de maestro que se está labrando en Tarragona. Situó una línea defensiva de cinco hombres para rebajar el poderío ofensivo de lo navarros. Bouzón, Molina y Pablo Marí cerraban la retaguardia por el centro, con Mossa y Calavera –que cumplió su partido número diez con el primer equipo lo que impide su regreso a la Pobla– en esa exigente labor de carrilero de largo recorrido.
Si el entrenador lo dibujó, sus pupilos lo ejecutaron ordenadamente. Sobre todo enel primer tiempo. En el segundo sucumbieron un poco al arrebato local, aunque supieron rebajar esa fiereza con disciplina y rigor. Reina echó un par de manos cruciales.
Control inicial
El sistema de tres centrales reflejó los defectos de uno de los tópicos del fútbol. Ese que acusa de ‘catenaccio’ desde el dibujo táctico. Pese acumular hombres de perfil más destructivo, los granas llevaron la batuta del juego en los primeros minutos. Cuando lo fácil era asustarse y dejarse engullir por el ambiente del Sadar, los chicos de Moreno echaron mano de la osadía.
Presentaron sus armas sin vacilación. Un Jean Luc con ganas de liarla y con Mossa y Calavera sorprendiendo desde las bandas. Todo ello sin perder el orden en lo defensivo. Lo suyo era aguantar. Jugar con la urgencia del ‘grande’. Esperar que la falta de llegada de los locales inquietase a la grada y apretara a los suyos lo suficiente para llevarles a cometer un error. De esos que el Nàstic rentabiliza como nadie. Especialmente en campos visitantes.
Asegurada la nota defensiva el equipo notó en falta un futbolista que acompañara a Rocha en la distribución y la creación. La salida del balón fue espesa y acababa reduciéndose a balones largos a la cabeza de Marcos o a la velocidad de Jean Luc.
El choque cayó en el tacticismo. En la rudeza del orden inamovible. Tan alabado por los banquillos y tan denostado por la grada. El exceso de disciplina suele privar de buenas ocasiones. Y a menudo tiende a repudiarlas. Ni uno ni otro crearon peligro en la primera mitad. Lo más destacado por parte navarra, un centro que se paseó por el área de Reina y que Torres remató, en el segundo palo, al lateral de la red.
El Osasuna trataba de robar en líneas avanzadas. Evitar una pérdida en esa zona era la principal preocupación de los tarraconenses que tuvieron una sola ocasión en la primera mitad en un tiro de Palanca taponado por la zaga.
Ofensiva local
Tras el descanso llegó la relajación del orden y un mayor empeño de las filas locales. No habían pasado ni 60 segundos cuando apareció la versión estelar de Reina. El arquero brincó para poner el guante a disparo de Roberto Torres.
El asunto anunciaba acoso y derribo navarro. Los granas con menos sensación de control, les bastaba con aguantar hasta los minutos finales para recurrir a la épica. Igual que en Miranda de Ebro. No hubo que esperar tanto. Un agarrón dentro del área navarra de David García sobre Pablo Marí sirvió para que el colegiado andaluz López Amaya marcara los once metros. Marcos, con pausa, transformó el penalti con un disparo raso y centrado.
El Osasuna estaba contra las cuerdas. Con el miedo de que una contra del Nàstic cerrara el partido. Pero los navarros reaccionaron como un león acorralado. Sacaran las uñas y empezó a soltar zarpazos y bocados por doquier. El empate llegó por méritos propios, aunque con algo de fortuna. Un centro desde la derecha de Torres que entre Pablo Marí y Miguel Flaño desviaron al interior de la portería de Reina.
Era lo que necesitaba Osasuna para revivir. Los de Enrique Martin se crecieron con el empate y a base de embestidas encerró al Nàstic en su campo. Vicente Moreno replicaba al agobio de los suyos con cambios que aportaran frescura. No quería ninguna fuga en el bloque por desgaste.
El sufrimiento cada vez era mayor. La defensa grana trabajaba a destajo y sin apenas descanso. Rechazando un balón tras otro. Bouzón despejó el cuero en la misma línea de gol con la entrepierna. Y Reina tuvo que volver a aparecer para salvar un remate de Olavide a bocajarro.
Cada balón bombeado era oxígeno para los dos centenares de aficionados del Nàstic que se desplazaron hasta el Sadar. Animaban sin cesar para atar ese punto con gusto a turrón del bueno.