Empezó fuerte el Nàstic el encuentro consciente de lo mucho que se jugaba. Primero, porque el Barakaldo era un rival directo en la lucha por el play-off de ascenso y segundo, porque el equipo de Dani Vidal tenía el deber de mejorar la imagen mostrada hace una semana en el partido frente al Tarazona. Y no lo dudaron los tarraconenses que nada más arrancar el duelo pudieron adelantarse en el marcador. Con una jugada de manual esta temporada. Transición de Víctor Narro, rompiendo hasta dos líneas de presión, el extremo balear le dejó el balón a Roberto Torres en la frontal del área y, tras una excelsa asistencia, le puso el esférico a Antoñín en bandeja para que en el uno contra uno, fuese un defensa vasco el que sacase su remate sobre la línea cuando la grada ya cantaba el primer tanto. Parecía que los granas tenían claro el camino para recuperar su mejor versión pero, de nuevo, volvió a ser un espejismo.
El conjunto de Dani Vidal no pisó el acelerador y optó por una tímida presión, más posicional que intensa, esperando aprovechar un error en la salida de balón del Barakaldo e intentar hacer daño de esa forma a su rival. El Nàstic renunció al balón. Cada esférico parecía ser un problema cuando estaba en pies de un jugador grana y eso lo aprovechó el Barakaldo que a través de la posesión empezó a crecer en el partido. De ahí llegó el primer aviso, por la banda de Juncà, al que se le vio desbordado en defensa. El centro medido a la cabeza de Pablo Santiago se vislumbraba definitivo pero su cabezazo, cuando parecía que se colaba mansamente en el segundo palo, lo desvió un compañero propio para alivio de Dani Rebollo. Lo que pareció un buen arranque se convirtió en un sinfín de imprecisiones que provocaba que al Nàstic le costase un mundo generar acciones ofensivas mientras que el Barakaldo, casi siempre en campo grana, asumía el rol de equipo dominador del balón, eso sí, sin generar peligro en exceso sobre la meta tarraconense.
El Nàstic parecía una sombra de la mejor versión de esta temporada. Sin creencia real en la presión en campo contrario, tampoco en las segundas jugadas y con un continuo atragantamiento en las transiciones ofensivas. La confianza parecía basarse en que en alguna jugada aislada pasase algo. Y casi lo logra a la media hora de partido. En un balón largo a Pablo Fernández, que lo ganó como casi siempre, le dio continuidad a la jugada y el centro de Roberto Torres se encontró con un remate de testa de Antoñín que volvió a taponar un defensa. Respondió el conjunto vasco con dos disparos lejanos que apenas inquietaron a Dani Rebollo. Y lo probó de nuevo Roberto Torres antes del descanso con un centro medido a la bota derecha de Pablo Fernández pero su flojo disparo no supuso mayor complicación para el portero del Barakaldo. Con eso se llegó al descanso tras una primera mitad pobre, con un Nàstic desdibujado y con mucho por mejorar si quería sumar los tres puntos.
La intensidad apareció
Como si de un déjà vu se tratase, empezó la segunda parte. Con otra ocasión clara en las botas de Antoñín tras una gran asistencia de Roberto Torres. Se plantó solo delante del portero el malagueño y esta vez tuvo tiempo para pensar. Y fue su perdición. Intentó regatear al guardameta y se quedó en eso, en un intento. Unai le adivinó las intenciones y frustró la enésima ocasión clara de gol de Antoñín esta temporada. Pese a ello, algo había cambiado. Se percibía. El Nàstic esta vez sí que parecía oler sangre y se puso el mono de trabajo. Una jugada superlativa de Migue Leal, que se fue de hasta dos rivales, fue el siguiente aviso del conjunto grana. Su disparo lo acabó despejando a córner la defensa visitante. El Nàstic ganó confianza pero el Barakaldo no se arrugó y le puso el miedo en el cuerpo al conjunto grana. Fue en un contraataque. Los vascos se plantaron en superioridad dentro del área tarraconense pero el pase atrás de Bittor se lo quitó de las botas Montalvo a Pablo Santiago cuando este ya se relamía para fusilar a Dani Rebollo.
Aun así, la sensación seguía siendo la misma. El Nàstic había recuperado la intensidad y ahora era el Barakaldo el que achicaba agua. Avisó de nuevo el conjunto grana en otra jugada marca de la casa. Saque de banda de Óscar Sanz, peinó Pablo Fernández y el remate de Roberto Torres que aparecía solo en el segundo palo, con todo a favor, se marchó por poco a la izquierda de la portería defendida por Unai. Movió el avispero Dani Vidal y fue acción reacción. Primer balón que tocó Jaume Jardí, filtró de maravilla para Antoñín y el malagueño de nuevo se encontró con el portero rival. El Nou Estadi se encendió con lo que estaba viendo pero el arreón duró apenas 20 minutos. El partido volvió a apagarse y el Nàstic se fue diluyendo de nuevo. El Barakaldo recuperó el timón del partido y los de Dani Vidal dieron un pasito atrás consciente de que la locura le podía hacer perder el partido. Jaume Jardí fue el más activo y casi todo el peligro del Nàstic se intuía por banda derecha con las subidas de Migue Leal. Por la izquierda, las dificultades se acrecentaban, con Concha lejos de su nivel y con Pol Domingo jugando a banda cambiada.
Las imprecisiones volvieron a hacer acto de presencia y la sensación era que, de nuevo, el partido podía decantarse para cualquier lado en una jugada aislada. Y así fue. Cuando el partido casi moría. A balón parado. Falta botada por Jaume Jardí que remató Antoñín en el segundo palo y, ahora sí, Marc Montalvo ganaba la segunda jugada y su disparo se colaba por el segundo palo de la meta de Unai. El portero solo pudo ver como la pelota acariciaba la red para que el Nou Estadi enloqueciese. Y sobre todo, para que Dani Vidal y sus jugadores respirasen. Porque eso fue la victoria, un soplo de aire fresco para la parroquia grana. Tres puntos que deben suponer un punto de inflexión para que el Nàstic intente reencontrarse consigo mismo.